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Premios Literarios Miguel Hernández 2024 Exposición Bibliográfica Miguel Hernández Genealogía de Ramón Sijé

VITRINA 8 - RECEPCIÓN CRÍTICA

NUEVOS CAMINOS EN LA CRÍTICA ESPECIALIZADA (1982-2013)

Homenajes en la Comunidad Valenciana durante 1985, 1987 y 1992, estudios sobre aspectos concretos de la obra hernandiana, actividades de difusión (Senda del Poeta), y entidades y colectivos centrados en la figura del poeta oriolano (Asociación de Amigos de Miguel Hernández,  Cátedra Miguel Hernández, Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Orihuela...). Se ofrece una breve muestra de publicaciones editadas por la Fundación Cultural Miguel Hernández. 

DÉCADA DE LOS AÑOS TREINTA

En esta década, los autores anónimos y los amigos del poeta firman los trabajos. Hasta los años de la guerra son amigos y vecinos de su pueblo (Ballesteros, Teruel, Sijé...); después serán también amigos, pero ya de la etapa de la relativa consagración intelectual de Miguel Hernández (Délano, Altolaguirre, Guillén...).

Hasta los inicios de la guerra, Miguel Hernández es contemplado como una firme promesa en el mundo de las letras. Durante el conflicto bélico, las críticas acervas y demoledoras sólo advierten defectos en sus versos, en especial cuando los autores son críticos reconocidos (Navarro Tomás o Gaya), pero de una corriente intelectual o estética diferente a la de nuestro autor (el grupo de Hora de España). En otros casos, se limitan a exaltar el símbolo colectivo de un campesino pobre.

Cuando fallece Miguel Hernández (o se le da por muerto), el panegírico dificulta la visión serena de la obra poética. Los medios son revistas oriolanas, la prensa alicantina y, en algunos casos, publicaciones conocidas. Predominan las provinciales alicantinas y las del exilio (Cuba, en especial). Su extensión es reducida. Lo más reiterado: el tópico del pastor-poeta (tanto antes de la guerra como durante y después); se resalta su originalidad, basada en una aparente facilidad verbal; la guerra consigue impulsar su obra hacia miras menos egoistas, más abiertas; se convierte en un escritor- símbolo del pueblo luchador y resistente, defensor de la República.

La crítica, durante esta década de los treinta, analiza poco y mal su producción, ciñéndose a aspectos periféricos, como el tópico de pastor y soldado, que tanto daño ocasionó a su imagen de escritor. Cabe señalarla importancia del oriolano Juan Sansano en la introducción de Miguel Hernández en la prensa entre 1930-31 y la relación de Miguel Hernández con Alicante (Ateneo). Asimismo, el juicio de Díaz-Plaja sobre la generación del 36, caracterizada por su amor hacia Garcilaso.

Por fechas, 1937 y 1939 son los años con mayor cantidad de referencias bibliográficas. En ambos casos, el uso partidista- propagandístico y el homenaje corren paralelos.

 

DÉCADA DE LOS AÑOS CUARENTA

Durante estos años, los amigos de la guerra son los responsables de casi todos los trabajos analizados. Los medios están ubicados en el extranjero (México, Cuba...), y sólo en dos casos son españoles, concretamente de Alicante y con alcance limitado.

Los títulos ofrecen una idea del contenido: recordatorios, de homenaje. No son críticos, sino conmemorativos, de amigos que hablan del amigo, del símbolo -dicen- de un pueblo atropellado injustamente por el fascismo. Resalta la visión tópica del soldado y pastor-poeta, o el efecto propagandístico, para el bando republicano de otro intelectual “asesinado” por el régimen franquista. La leyenda de su fugaz libertad en 1939, propalada por Neruda, empieza a difundirse entre los exiliados españoles, bien comunicados entre sí. Clemente Airó afirma que su obra está truncada, y su paisano Ferrer Cassains decía que el oriolano carece de experiencias internas y de capacidad para expresarlas.

El homenaje que se le tributó en el mes de enero de 1943 en La Habana es el primero, con un folleto como resultado del mismo. Las fechas más significativas, en cuanto a número de publicaciones, son: 1942 (6 referencias), 1943 (6, también) y con 4 referencias el año 1940, años en los que MH podía interesar como efecto propagandístico contra la España de Franco.

 

DÉCADA DE LOS AÑOS CINCUENTA

Estos años se caracterizan por la edición de varias obras hernandianas, lo cual repercutirá en la temática y en las diversas opiniones críticas. Los autores son amigos del poeta en unos casos, colegas de profesión en otros y un tercer grupo de espontáneos, en especial exiliados; destacamos la loable labor difusora de Vicente Ramos y Manuel Molina entre 1951 y 1952, en publicaciones alicantinas, de poca repercusión, pero la copiosa correspondencia mantenida con admiradores y estudiosos del oriolano produciría sus frutos décadas más tarde, con numerosos libros que incluyen información proporcionada por estos alicantinos, sobre todo por Ramos.

Como hemos aludido arriba, los soportes mediáticos son revistas alicantinas, algunas pocas nacionales, de tipo literario y prensa (revistas extranjeras, mayormente de América Latina). Miguel Hernández entra de rondón en libros generales de literatura contemporánea, sobre todo en la segunda mitad de la década.

Los asuntos que despiertan el interés de la crítica resultan variados. Por una parte, en España, a principios de la década, se origina una polémica extraliteraria con Miguel Hernández  como argumento. La batalla dialéctica sostenida en medios madrileños, barceloneses y de otras provincias (Navarra y Murcia) no podemos catalogarla de interés crítico, pero tiene su relevancia para calibrar la recepción -falseada, claro- del poeta en la España de posguerra.

El origen, en apariencia, fue la publicación del folleto de Guerrero Zamora. Coetánea fue la edición de la Obra escogida, vituperada por los exiliados debido al “olvido” de la producción de guerra; la anterior de Cossío para la editorial Espasa-Calpe sufrió idénticos rigores de unos exiliados dolidos pero injustos.

Gracias a esta última edición de Cossío, los estudiosos se centran en dicho poemario, enEl rayo que no cesa. Los variados temas que alienta el libro (dolor, soledad, muerte, los símbolos del toro, del cuchillo, etc.) son los protagonistas de estos trabajos. La edición impulsa, como vemos, estudios algo más específicos, aunque no exentos de inexactitudes y escaso rigor.

Aparte de El rayo..., otros temas que recogen los trabajos son los recuerdos de amigos o conocidos (a la cabeza, Neruda y sus testimonios, algunos falseados), los artículos panorámicos, de carácter informativo, el martirologio republicano y las referidas críticas a Cossío, Guerrero Zamora o a la edición de Aguilar.

Sobresale el telurismo que Vicente Ramos contempla en la poesía primera de Miguel Hernández, base central de posteriores estudios del erudito alicantino. Por una parte, la opinión de Antonio Vilanova, en el sentido de que considera a Miguel Hernández como un poeta malogrado y un petrarquista rezagado; por otra, el tópico del pastor (Spender) es constantemente aludido, casi de manera generalizada e incluso legendaria y, por ello, no real. Guillermo de Torre resalta su acento personal, más allá de posibles influencias y que, durante la guerra, no alcanzó su clímax poético, al contrario de lo que otros opinan. De Torre afirma, además, que si tomamos los versos de esas fechas, no podemos considerar a Miguel Hernández militante comunista, afirmación curiosa y que no fue apoyada por los exiliados, por supuesto.

Albi sostiene que Miguel Hernández consiguió eternizar su dolorosa realidad en su poesía, convertirla en belleza.

Los datos referentes a la guerra se obvian en aquellos trabajos publicados en España y, al contrario, se destacan en los de origen extranjero, a guisa de propaganda antifranquista. Las noticias biográficas contienen multitud de datos erróneos e incluso contradictorios.

Las fechas más relevantes, en número de trabajos, son: 1952 (20 referencias), de 1954 (7 referencias) y 1959 (6 referencias). En el primer caso, las ediciones de Cossío y Del Hoyo (1949 y 1952, respectivamente) inciden directamente en el número de estudios, como hemos mencionado líneas arriba. El rayo que no cesa es, aparte de la obra menos “ideologizada” políticamente, la más aséptica en este sentido y la que mejor ha sido valorada por la crítica. El régimen no podría recelar de una composición que no se distinguía, en apariencia, de otras del momento.

 

DÉCADA DE LOS AÑOS SESENTA

La década de los años sesenta se caracteriza por una incipiente preocupación hacia unos planteamientos más generales, en concreto el debate propuesto de tradición y técnica, el popularismo, la poesía entendida como comunicación, la influencia de la obra hernandiana en la primera generación de posguerra o el encuadre del poeta en su generación literaria.

Los autores son numerosos: algunos son conocidos y otros lo serán con el tiempo, como José Rico de Estasen, funcionario de prisiones, que escribió una serie de artículos con un sentido tendencioso de la historia, o Miguel Signes, que desvirtuó la esencia hernandiana con su versión apoliticista del poeta. Joaquín Ezcurra intentó, loablemente, desmitificar a su paisano, pero erró cuando se colaron en sus razonamientos burdas motivaciones políticas revanchistas.

Las revistas y periódicos locales (Orihuela empieza a moverse) son los protagonistas, como América Latina (se advierte un menor número de publicaciones mexicanas), y destacan las europeas, de Francia e Italia principalmente.

Debido a una tímida liberalización política, algunas revistas literarias españolas se atreven a homenajear al poeta en fechas muy concretas: 1960 (Ínsula, Cuadernos de Agora, Idealidad...) y 1967 (La Estafeta Literaria; en este caso, el homenaje lo entendemos como partidista y conservador por los temas y el común denominador de rebajar el signo político hernandiano, incluso de combatirlo).

A finales de la década, en 1968, dos revistas extranjeras le dedican sendos números (Puerto y Quaderni Ibero-Americani). Ya antes, en 1962, con ocasión de otra efeméride hernandiana, también le homenajearon las revistas francesas Promesse y Europe.

A mediados de la década se pretende, por miembros aperturistas del régimen, una reconciliación que alcance a los escritores de uno u otro bando, Miguel Hernández entre ellos. Esto provoca un aluvión de trabajos en prensa.

Entre los temas que son discutidos o planteados, destacamos uno que representa la conciencia de la influencia hernandiana y su calidad como poesía: los intentos de bibliografia de Antonio Odriozola (1967) y de Ángel Manuel Aguirre (1968), los dos de una extraordinaria calidad, si tenemos en cuenta los medios de que disponían.

Otro asunto, igualmente interesante, es la propuesta lanzada por Vicente Ramos sobre el alcance de Orihuela en la cosmovisión hernandiana: naturaleza, sentimiento trágico, sexo..., que después profundizará en sucesivos trabajos.

Asimismo destacarían los recuerdos de amigos (Molina, Buero Vallejo, etc.), las visiones de conjunto (son las más extensas en número de páginas), la mitificación de su niñez (Ifach, Zardoya), los incipientes estudios monográficos sobre Perito en lunas, en general empobrecedores (salvo Diego y Zardoya, ésta con sus limitaciones y reservas por nuestra parte), la opinión de Vivanco, en el sentido de que Miguel Hernández evoluciona como lo hace la poesía española, y el compromiso que sugiere Neruda tiene como consecuencia inmediata un sentimiento anticlerical en Miguel Hernández, no antirreligioso, lo cual consigue mostrar a un Miguel Hernández “salvado” para el régimen, presentable (esta visión de Miguel Hernández fue, curiosamente, sostenida y defendida por un crítico riguroso, Juan Cano Ballesta).

Los exiliados (y José Ángel Valente) potencian Viento del pueblo y la poesía propagandística. Los debates críticos de Puccini (1966) sobre el proceso de gestación textual de El rayo que no cesa y sus variantes (pioneros en la crítica hernandiana), continuarán dos años después con la polémica entre Macrí y él mismo, que se prolongará hasta el año 1974, con otra discusión en Revista de Occidente.

También traemos aquí un pintoresco comentario de José Carlos Rovira (28-III-1967) sobre Viento del pueblo. Según Rovira, Miguel Hernández no toma una postura politica en dicho libro, sino que es “una línea de acción social y humana”. Las dos posibles interpretaciones a semejante dislate, serían, a nuestro juicio, las siguientes: el libro es rebajado en su carga ideológica, pierde su esencia; por otra parte, de esta forma puede estudiarse dicho poemario sin miedos ni reservas, una vez conjurados los temores de leer un libro proscrito. Molina (28-III-1968), en una línea semejante, afirma que Miguel Hernández fue “un humanista cristiano”.

Apenas existen trabajos específicos sobre la actividad teatral de Miguel Hernández, como ocurría en las décadas precedentes y tampoco sobre las prosas.

El número de trabajos va aumentando, sobre todo en fechas concretas, como homenajes (meros pretextos para tributar un encendido recuerdo al poeta), o la edición de las Obras Completas en 1960, que ayuda, con las debidas reservas, a consultar los textos recogidos en un hermoso volumen (lástima la escasamente rigurosa recopilación de sus preparadores).

La calidad de los artículos y estudios aumenta a medida que nos acercamos al final de la década y la tímida apertura ideológica del régimen propicia la publicación de estudios sobre aspectos tales como el compromiso político del poeta. Sin embargo, las opiniones relacionadas con las obras editadas en la guerra son negativas. Fuera del país se incrementa la atención, evidenciada en forma de números monográficos de revistas, en especial en Francia e Italia. Baja un tanto el número de publicaciones en América Latina, como advertimos más arriba.

Por fechas, 1968 (con 28 referencias), 1960 (21 referencias) y 1967 (19 referencias), coinciden con los actos de homenaje programados por aquellos años y las revistas dedicadas a MH. El recuerdo también puede provocar estudios, de ahí el interés de fechas claves. Creemos que los homenajes fueron una suerte de excusa para escribir sobre Miguel Hernández, sin olvidar lo que tenía de homenaje y reconocimiento a toda una generación ya casi perdida en la memoria y el olvido.


DÉCADA DE LOS AÑOS SETENTA

En estos años se percibe un apreciable número de estudiosos y profesores universitarios que dedican sus esfuerzos al análisis de la obra hernandiana desde varias perspectivas. La mayoría de ellos son conocidos hernandianos, junto con los que, anteriormente, ya habían contribuído con sus artículos.

Los medios son diversos: prensa local, provincial y nacional. Apenas encontramos medios extranjeros y sí muchos locales alicantinos de difícil acceso. Los libros de contenido general y los de memorias (Délano, Neruda o María Teresa León, por ejemplo) se hacen eco, en algunos capítulos, de Miguel Hernández, en general de aspectos biográficos poco relevantes, pero sí curiosos.

La extensión resulta, como en décadas anteriores, variable. Predomina el artículo no demasiado denso, pero depende del año de publicación del mismo.

Los temas estudian parcelas concretas, marginales, a los que antes no se les había prestado atención. Crece el interés por el teatro, contrastable por los trabajos monográficos dedicados. El estreno, en el otoño de 1973, deEl labrador de más aire propició el descubrimiento de esta zona de la producción literaria hernandiana, valorada en términos negativos por la crítica del momento.

Las síntesis biográficas pecaron de irregulares y defectuosas y algunas de ellas tienen marcados tintes partidistas, sobre todo las firmadas durante los años de la transición política. Curiosamente, en esos años de 1976-1977 los trabajos no revisten una gran calidad, y en 1978 abundan los pequeños artículos fuertemente ideologizados; Miguel Hernández volvía a convertirse en un símbolo de la España vencida (en realidad, no dejó nunca de serlo). Precisamente, la ideología de Miguel Hernández y su encuadre dentro de la República es otro de los temas más insistentes en estos agitados años.

Algunos investigadores reconocen que su obra todavía es desconocida y estudiada de forma superficial, a pesar de la aparente cantidad de monografías. Las prosas también recuperan un cierto interés (al menos por un tiempo) que nunca fue grande en la crítica, como el teatro. El tema de la poesía social es enjuiciado con serenidad y sin complejos por Guillén García. Llama la atención, en este sentido, la afirmación de Manuel Molina (Idealidad, nº156, marzo 1971) cuando sostiene que su paisano “no hizo poesía comprometida”.

Arrecian las polémicas entre los propios críticos: Macrí-Puccini (continúan la de la década anterior), y Miguel Signes-Luis Fabregat, en este último caso por aspectos biográficos. En el Homenaje de los Pueblos de España, celebrado en mayo de 1976 en Orihuela, destaca la posición, claramente derechista, de Joaquín Ezcurra, que esgrime argumentos que hoy sonrojarían a cualquiera, pero que representan la Orihuela que nunca quiso y aceptó lo que Miguel Hernández  representaba; también podemos identificar este hecho con la postura de los “irreductibles”.

Aunque nos parezca un número ingente de firmas (esta década es la que produce una mayor cantidad de trabajos sueltos sobre Miguel Hernández), en realidad sólo algunos consiguen un adecuado y digno nivel crítico. Los profesores universitarios o catedráticos de Bachillerato analizan la obra hernandiana desde perspectivas novedosas y rigurosas: Díez de Revenga estudia los paralelismos, Balcells las estructuras correlativas y las variantes, y Núñez Ramos los ejes semánticos. Otras valiosas vías de investigación abiertas son: el estudio del grupo Sudeste (Díez de Revenga), el influjo de Quevedo (Balcells) o la lectura de Cocteau por parte de Miguel Hernández  y su relación con la vanguardia literaria (V. Infantes).

Vicente Ramos sigue exponiendo su conocida teoría de Orihuela y su generación de los 30, pero parece que no fue recogida con demasiado entusiasmo por la crítica. Su libro de 1973, por el contrario, sí que despertará una gran atención, como se aprecia en las reseñas al mismo.

Antonio García-Molina Martínez, en un artículo de difícil consulta, nos ofrece una amplia relación bibliográfica de todo lo publicado en Orihuela sobre su ilustre paisano (artículos, conferencias, programas de radio, homenajes, presentación de libros, visitas de estudiosos, etc.), en un intento por desmontar la especie de que su pueblo no hizo nada por él.

Las fechas con el número de referencias constata la realidad de unos años determinantes por los homenajes celebrados y las consiguientes publicaciones. En primer lugar, el año de 1978 (28 referencias), por el monográfico En torno a Miguel Hernández y la revista Litoral (nº73-75, invierno de ese año), excepción a un año mediocre. En segundo lugar le sigue 1974 (23 referencias), por el número especial de la Revista de Occidente (nº139, octubre de ese año). Y en tercera posición, 1971 (16 referencias), por el Boletín Tháder Extraordinario (marzo). Todas estas publicaciones (incluida la última, realizada en Orihuela y casi artesanal, lo cual tiene su mérito; incluso aporta un poema inédito) mantienen una alta calidad.

 

DÉCADA DE LOS AÑOS OCHENTA

Los autores son conocidos: tanto profesores universitarios como los hernandianos que en décadas anteriores han contribuido con sus artículos. Sobresalen los que integran los departamentos de literatura española en universidades españolas, estadounidenses o italianas. A los oriundos de Orihuela (Pérez Álvarez, Martínez Marín, Gracia, Riquelme, Zerón...) les une el deseo de no dejarse llevar por el mito y la leyenda de su paisano.

Los medios son revistas universitarias especializadas que conviven con las locales oriolanas (Canfali Vega Baja, por ejemplo). Algunos trabajos insertos en éstas destacan por su calidad. Puede decirse que hasta 1987 priman las revistas y la prensa local o nacional, modestas. A partir de ese año, los medios universitarios se lanzan a publicar artículos monográficos de altura crítica.

Los trabajos más extensos son de unas doce páginas, pero abundan los pequeños artículos. Hemos recogido pocos de tipo informativo y casi todos arrojan nueva luz sobre aspectos nimios, salvo los conmemorativos. Los temas revisados son varios. Junto a recuerdos que no sirven de mucha ayuda, se percibe un creciente interés por estudiar el telurismo hernandiano, ya analizado por Vicente Ramos décadas atrás. Del Hoyo desmiente la legendaria y falsa versión de Neruda sobre la denegación de asilo en la Embajada chilena por parte de Morla Lynch. El viaje a la URSS lo examina Cano Ballesta a la vista de la prensa rusa del momento y Antonio Gracia revisa el trovadorismo en El rayo que no cesa.

Varios estudiosos piden que se emplee la serenidad a la hora de analizar la obra hernandiana (aunque algunos caigan en el tópico). De hecho, en el caso de Viento del pueblo sí se cumple este deseo de investigarlo con seriedad: los aspectos métricos o los léxicos y el marco teórico de la poesía comprometida son puntos que deben resaltarse. En Perito en lunas todavía los prejuicios dificultan la lectura sosegada. El teatro convoca a un numeroso número de investigadores, todos ellos de calidad. Con motivo del cuadragésimo aniversario de su muerte (1982), se repasa la importancia que tuvo Miguel Hernández en los jóvenes y sus valores éticos, ideológicos, etc. La Documenta Miguel Hernández (1985) se aprovecha para intentar destacar al hombre y desmontar el mito. En este sentido, por esas fechas, Ramón Pérez Álvarez publica, en el desaparecido semanario Canfali Vega Baja de Orihuela, una serie de artículos esclarecedores, todos ellos de tipo biográfico sobre el amigo y poeta. Aunque la difusión de la revista fue muy limitada, muchas de sus pistas de investigación y asertos no cayeron en saco roto, al contrario, otros estudiosos (Agustín Sánchez Vidal, Jesucristo Riquelme o Eutimio Martín, por ejemplo) retomaron las líneas abiertas por Pérez Álvarez.

Las relaciones de Miguel Hernández con otros escritores también son repasadas: Quevedo, Gil- Albert, Neruda o Baltasar del Alcázar. Como veíamos en la década anterior, las correlaciones despiertan la atención de algunos críticos, minoritarios. Esto significa que Miguel Hernández se ha convertido en los años ochenta más en objeto de estudio riguroso que en mero pretexto para atacar el régimen anterior, sin olvidar del todo su aureola simbólica y mítica. En los años setenta se le empieza a valorar en términos literarios, no espurios. Con los años ochenta asistimos a la confirmación de una figura señera en la poesía española contemporánea. La estupenda bibliografía preparada por Petrella en 1986 evidencia el valor que se le da a Miguel Hernández.

Las fechas más relevantes por el número de referencias advertidas son: 1982 (33 referencias), 1985 (20 referencias) y 1987 (18 referencias). En los tres casos, las causas que provocan tal cantidad de trabajos se explican por el aniversario de su muerte, en 1982 (con los números monográficos de las revistasEt Cetera y Canfali Vega Baja ymuchos artículos de prensa); en el caso del año 1985, por la exposición “Documenta Miguel Hernández”y los artículos de la prensa local valenciana. En 1987, a la vez que se publican muchos textos inéditos de importancia, también se le homenajea en su pueblo, editándose para la ocasión un folleto (La sombra vencida. Encuentro con el poeta) con firmas conocidas y trabajos interesantes. La poca difusión de dicho folleto no desmerece en nada el valor del mismo.

 

AÑO 1990

Los autores son investigadores hernandianos reconocidos.

Los medios en que se expanden los artículos -en su mayoría- son los periódicos y revistas periféricas, sin demasiada difusión, o limitada a especialistas.        

Entre los temas sobresale la reconsideración del fenómeno Miguel Hernández: ayer, muchos homenajes; hoy, ya apenas. Las relaciones con presuntas amistades literarias (como García Lorca y Juan Ramón Jiménez) continúan, pero sin examinarlas con visión crítica. El caso de la relación con Lorca vino motivado por un hermanamiento ridículo y sin fundamento.

La poesía de guerra es valorada en sus justos términos.

La extensión de estos trabajos es breve. Casi todos pertenecen al artículo de prensa (revistas o periódicos).

 

CONCLUSIONES

La recepción de la obra hernandiana en la crítica ha dependido de dos factores fundamentales: por una parte, del estado textual de la misma; por otra, de los avatares políticos, que posibilitaron o no el alcance de dichas ediciones. De esta manera, se advierte que, a mayor cantidad de producción hernandiana publicada, le corresponde parecido número de estudios. Puede constatarse este fenómeno durante las décadas de los años cincuenta y sesenta.

Las monografías han obtenido una desigual repercusión. Las discusiones extraliterarias consiguieron tergiversar la obra del poeta. Se olvidó analizarlo desde sus textos, no desde la biografía, y el mito ha sido alimentado, en gran medida, por la crítica. Así, se hace necesaria una biografía veraz, con fuentes documentales originales y sin sesgos legendarios. El rigor en algunos casos brilló por su ausencia, incluso con olvidos injustificables de monografías valiosas (otro tanto veíamos en el caso de las ediciones).

Ningún ensayo ha satisfecho las expectativas de la crítica, aunque ésta tampoco ha sido capaz de valorar en sus justos términos tales monografías, limitándose, la mayoría de las veces, a ensalzarlas irrazonablemente. Los errores metodológicos (por ejemplo, la confusión entre biografía y crítica, que se mezclan en los estudios) obligan a un replanteamiento serio de los trabajos hernandianos, una resituación crítica del camino recorrido hasta la fecha. La crítica no tiene conciencia de su labor, en parte porque la bibliografía se ha convertido en una selva confusa de artículos, reseñas y noticias de prensa y ha impedido obtener una visión general y ordenada de la actividad desarrollada en torno a la obra de Miguel Hernández.

Se contemplan dos etapas bien diferenciadas en las tareas críticas: una primera de divulgación y otra de mayor especialización. La edición de textos propició los estudios, gracias a una tímida apertura política, prolongándose hasta finales de los años sesenta o primeros setenta. Miguel Hernández se convirtió en un objeto riguroso de estudio, merced al interés que despertó en el mundo universitario (tesinas, tesis doctorales y artículos con innovadores enfoques metodológicos) en estos años setenta.

Los numerosos actos de homenaje y aniversarios han impulsado números monográficos de revistas, promovido conferencias y ediciones, etc. Con ello, revitalizaron el estado crítico de la obra hernandiana, aunque su eco en la prensa haya resultado irregular. En este sentido, tenemos que expresar nuestra grata sorpresa ante la información proporcionada por la prensa y revistas locales de Orihuela y Alicante, que no figuran en las bibliografías al uso.

Los amigos y colegas del poeta se convirtieron en una suerte de sustitutos de una inexistente crítica en los años inmediatamente posteriores a la muerte de Miguel Hernández. Las poesías y prosas dedicadas suplieron dicha carencia en España. 

 

1º - Existencia de dos momentos en la crítica hernandiana

Estos dos tiempos en el desarrollo de la crítica hernandiana son la etapa de difusión y la de análisis más profundo. Se dieron a la vez en las ediciones y en los estudios sobre el poeta (fuentes primarias y fuentes secundarias). En el primer caso, urgía la publicación de la obra de MH por encima de un esfuerzo de criba erudita. Este hecho ha provocado una gran dosis de incomprensión por parte de algunos críticos hacia el trabajo de Guerrero Zamora, Arturo del Hoyo, Vicente Ramos y otros estudiosos que supieron actuar con inteligencia ante unas situaciones adversas, y no de manera contemporizadora con el régimen de Franco, como algunos críticos insinuaron.

El límite entre la difusión y el inicio de una escrupulosa publicación y estudio de la obra hernandiana podemos situarlo en los primeros años de la década de los setenta, con excepciones, antes y después de esa fecha. Por esa década de los años setenta se produce la incorporación de MH al mundo universitario. Una muestra de esto es el progresivo número de tesinas y tesis doctorales que se realizan en España y fuera del país (Estados Unidos, principalmente), así como una moderada cantidad de revistas académicas que incorporan trabajos sobre el poeta oriolano.

Estos dos ritmos en la crítica hernandiana pueden ejemplificarse con las antologías, las historias de la literatura, los diccionarios y las enciclopedias. Como media, hasta finales de los años cuarenta no se incluye a MH en esos lugares, pero le sigue un vacío de veinte años, hasta los sesenta, en que se inicia un tímido progreso en el número de publicaciones generales. En el periodo comprendido entre 1943 y 1950 no hemos encontrado referencias de nuestro poeta en la prensa. La situación política, veremos luego, es determinante. También podemos recorrer brevemente el camino trazado por la crítica en los trabajos sueltos (los más numerosos en la presente tesis) desde los años treinta.

Durante la década de los treinta la crítica estudia poco, rápido y mal la obra editada de Miguel Hernández. Los tópicos de pastor-poeta y soldado copan el grueso de unos trabajos de extensión breve, publicados por amigos en medios alicantinos y del exilio. Hasta la guerra, Miguel Hernández es contemplado como una firme promesa. El poeta se transforma en símbolo del intelectual o creador comprometido con la República. El homenaje y el uso propagandístico de su figura caminan juntos aunque, en el transcurso del conflicto bélico, las críticas de cierta corriente estética diferente a la de Miguel Hernández se cebaran en sus versos. Los años más prolíficos en cuanto a materiales publicados en esta década son 1937 y 1939, claves en el desenlace de la guerra.

En los años cuarenta son los amigos de la guerra, exiliados, los que homenajean al poeta. No pretenden analizar su obra, sino rendirle un emocionado recuerdo, con visiones tópicas y también propagandísticas, especialmente en los años posteriores a su muerte. Esto dificultará la visión serena de su obra, condicionada por su trágica muerte. Los años más prolíficos en cuanto a materiales publicados en esta década son 1942 (año de su muerte), 1943 y 1940. En un primer momento se creyó que fue fusilado, en julio de 1939.

La década de los años cincuenta se inicia con la edición de varias obras hernandianas, que incidirán en el número de estudios. Ya no sólo son amigos del poeta los autores de los trabajos, sino colegas y exiliados espontáneos que se comunican rápidamente las noticias que les llegan de España. Las revistas alicantinas se responsabilizaron en los años 1951 y 1952 de la difusión de tales ediciones, con Vicente Ramos y Manuel Molina a la cabeza. Miguel Hernández se cuela en libros generales de literatura contemporánea, sobre todo en la segunda mitad de la década. La polémica extraliteraria provocada por el folleto de Guerrero Zamora (1951), ofrece un desilusionado panorama de la España de aquellos años, una engañosa percepción de la obra hernandiana por aquellas fechas, simple excusa de movimientos ideológicos en el régimen de Franco con un poeta en mitad de la bronca. Los estudios son generales, no muy profundos, muchos de ellos centrados en El rayo que no cesa, gracias al volumen de Espasa-Calpe, aunque se obvian en España los datos referidos a la guerra y a la actitud ideológica desarrollada por Miguel Hernández a lo largo de ésta. Los años 1952, 1954 y 1959 destacan por la cantidad de los artículos sobre el poeta, por la publicación de ediciones y el aniversario de su muerte en 1952 (20 referencias).

En los años sesenta se amplían los temas estudiados (por ejemplo, la influencia de la poesía hernandiana en la primera generación de posguerra) y la nómina de autores, con los homenajes tributados en revistas varias, tanto españolas como extranjeras (europeas, principalmente, que toman el relevo a las de América Latina). A finales de esta década empiezan los primeros intentos de organizar una bibliografía (Antonio Odriozola y Ángel Manuel Aguirre) más o menos seria, reflejo de una conciencia de relevancia crítica del poeta. Priman los recuerdos de amigos y conocidos (Molina, Buero), los resúmenes biográficos, los incipientes estudios sobrePerito en lunas (empobrecedores e injustos), y aumentan su calidad, en especial los publicados a finales de la década (un ejemplo puede ser el de Dario Puccini, que abre en 1966 el debate sobre el espinoso asunto de la gestación de El rayo que no cesa con sus diversas variantes). Apenas hemos encontrado trabajos que versen sobre el teatro o prosas hernandianas. Las fechas conmemorativas provocan un crecimiento de trabajos, de relativa importancia: 1968, 1960 y 1967, años con un fuerte contenido emotivo y reivindicativo.

Miguel Hernández se incorpora al mundo universitario como objeto de análisis en la década de los años setenta. De hecho, esta década es la que genera un mayor número de trabajos sobre Miguel Hernández, aunque sólo algunos de ellos alcanzan un nivel digno: los que analizan la producción hernandiana con planteamientos novedosos y no trillados (paralelismos, variantes, correlaciones, etc.). La provincia alicantina ofrece un continuo homenaje a su paisano en diversas publicaciones de poca relevancia. Los temas se centran en zonas marginales, poco estudiadas, con una extensión breve. Las síntesis biográficas, en general, son irregulares y, a veces, tendenciosas (las publicadas entre los años 1976-1978, y antes). Crece el interés por la actividad dramatúrgica de Miguel Hernández. También, a medida que éste se integra en la universidad, crecen las polémicas entre los críticos, pero también entre personas que compartieron cárcel con Miguel Hernández, como Signes y Fabregat. Los años significativos por número de artículos son: 1978, 1974 y 1971, con homenajes y libros monográficos.

En los años ochenta, la Universidad consigue estudiar la obra hernandiana per se, sin condicionantes oscuros. Hasta 1987 las revistas y prensa local oriolana (de buena calidad) o nacional son mayoritarias, pero a partir de ese año los medios universitarios publican trabajos de altura, con trabajos que no sobrepasan las doce páginas en la mayoría de los casos. Aportan datos poco conocidos, de ahí la relevancia de los mismos.

Los estudiosos oriundos de Orihuela (por ejemplo, Ramón Pérez Álvarez) destacan por su visión desmitificadora del poeta paisano.

Con la bibliografía de Petrella (1986), se pone de relieve el nivel alcanzado por Miguel Hernández. Las fechas de publicación, como en décadas anteriores, son relevantes por su significado conmemorativo (1982, 1985 y 1987, aniversarios de su muerte o edición de textos inéditos).

El año 1990 destaca porque plantea un problema sobre el que conviene reflexionar: a los abundantes homenajes de ayer, le siguen los escasos de hoy. Se revisan, por otra parte, las amistades literarias, pero sin la suficiente capacidad crítica de estudiar el tema con miras menos ortodoxas. Los medios son revistas periféricas de escasa repercusión o limitada a los ya iniciados en el poeta, con una extensión breve.

 

2º- Situación ambiental adversa

La recepción de la obra hernandiana viene condicionada por dos factores: uno externo y otro interno. El primero se refiere a la situación político- social de la España del régimen de Franco. El segundo, a la propia labor desempeñada por la crítica, esto es, el mito y los tópicos creados y alentados por ella misma. El estado textual de la producción del poeta también queda englobado, implícitamente, en este segundo punto.

En los casi cuarenta años que duró el régimen franquista se contemplan varias etapas en relación con la permisividad de publicar textos de Miguel Hernández. A finales de la década de los cuarenta, en 1949, se autoriza la publicación de El rayo que no cesa. En parte, por su contenido amoroso- desideologizado. Las autoridades gubernativas no hallaron problemas en esos poemas, nada susceptibles de resultar sospechosos y, por ello, salvados del lápiz rojo del censor de turno. Pero el apoyo decidido de Cossío, bien relacionado con falangistas influyentes, resultó fundamental en la empresa.

Los exiliados atacaron con fuerza esta edición (Neruda compuso un poema, de dudoso gusto, sobre Cossío y otros poetas) y la de Arturo del Hoyo, Obra escogida (1952), pues en esta última sólo se incluyeron dos poemas de Viento del pueblo, su más representativo título de la guerra. No corrían buenos tiempos para la mesura ni para la comprensión hacia los primeros editores de Miguel Hernández en la inmediata posguerra. Estos se enfrentaron a grandes riesgos por publicar a un poeta considerado proscrito y peligroso.

Desde esos finales de los años cuarenta y hasta mediados de los cincuenta, son los años más duros de la represión franquista, por lo menos en relación con Miguel Hernández.

Pero la censura podía ser burlada, y los poemas y prosas dedicadas realizadas en esos años cuarenta y primeros cincuenta son buena muestra de ello. La poesía se transformó en una forma válida de homenajear al poeta y al amigo, y se convirtió en un sucedáneo de la crítica hernandiana, porque ésta no existía. Precisamente, la censura parecía no vigilar demasiado bien las revistas de poesía, por su escasa difusión y alcance. Probablemente, las considerarían insignificantes e inofensivas. Esta manifestación de homenajea a Miguel Hernández por parte de sus amigos trajo consigo dos hechos, uno positivo y el otro negativo. El primero es la unión de todos los amigos en los años más duros del régimen (no olvidemos que especialmente Ramos y Aleixandre estaban muy bien comunicados con otros poetas y apoyaron publicaciones dedicadas al poeta de Orihuela). Por otra parte, esta misma unión provocó cierta endogamia, un círculo cerrado en el que resultaba complicado entrar a los no iniciados.

En los años sesenta, gracias a una ligera liberalización política, varias revistas españolas homenajean al poeta oriolano aprovechando fechas conmemorativas: 1960 (Ínsula, Cuadernos de Ágora, Idealidad, etc.) y 1967 (La Estafeta Literaria). A mediados de esta década de los sesenta, miembros aperturistas del régimen franquista pretenden sellar una simbólica reconciliación de las dos Españas, con fuerte polémica en la prensa. Luis Felipe Vivanco, uno de los que apoyaban (en principio) ese espíritu abierto, escribe por esas fechas que Miguel Hernández no fue antirreligioso sino anticlerical, lo cual significaba ofrecer a un Miguel Hernández más suave y menos radicalizado que la imagen dada por los exiliados. Sin embargo, las opiniones sobre la obra compuesta en la guerra presentan un tono negativo, al socaire de los tiempos. Muchos críticos tuvieron que pasar ante otros exiliados por colaboracionistas con el régimen franquista, incomprendidos por unos y otros, para hacer posible un estudio más abierto de la obra más polémica de Miguel Hernández, la que todavía conseguía reabrir viejas heridas. Aparentemente se rebajaba la carga ideológica de poemas escritos durante la guerra, pero el objeto era borrar ese calificativo de escritor “peligroso” e ir más allá de los tópicos propiciados, además de por la crítica, por elementos ortodoxos del régimen (el general Vigón, por ejemplo).        

Con el final de la dictadura, en los años 1976-1978, no aumenta el nivel de los trabajos, como cabía esperarse, al contrario, la carga ideológica ahoga la calidad crítica.

En la década de los años ochenta Miguel Hernández deja de ser un pretexto esgrimido para criticar la situación política y entra con todos los honores en los objetos de estudio de profesores universitarios.

El segundo de los puntos que determinan la acogida de la obra hernandiana se centra en el trabajo de la crítica, en la creación del mito y de los diversos tópicos que le acompañan.

Esto supone una mayor complejidad, ya que debemos estudiar aspectos intrínsecos a la propia crítica, no los ambientales, ya esbozados líneas más arriba.

La biografía se ha apoderado de la obra de Miguel Hernández. El mito ha sido alimentado, en gran medida, por la misma crítica en el plazo de tiempo que media entre la muerte del poeta y los primeros años setenta, cuando se empieza a estudiar en serio su obra. Pero el mito nació en vida del poeta, debido a su propia peripecia vital y a las circunstancias que le tocó vivir. La utilización partidista de Miguel Hernández como arma arrojadiza contra el régimen de Franco también tiene parte de la responsabiblidad en la creación de ese mismo mito. Neruda y otros comunistas exiliados se preocuparon más por servirse del poeta políticamente (como de García Lorca o Machado, “los poetas del sacrificio”), que acercarse a su obra y reflexionar sobre ella. El interés hacia su producción era nulo. Lo veremos sucintamente en algunos ejemplos.

Perito en lunases el primer poemario que despertó la incomprensión de los críticos. Estos fueron incapaces de no ver más allá de las apariencias formales. Cuando alguno de estos críticos ha intentado revalorizar ese volumen con el análisis de poemas concretos, se ha encontrado con la “leyenda” de neogongorismo, difundida ya en el año de publicación (1933). Los prejuicios llegan hasta la década de los años ochenta, y permanecen hasta el presente. Es urgente un estudio serio basado en la conexión de Miguel Hernández con las vanguardias.

El rayo que no cesa también ha sufrido el marchamo característico por parte de la crítica: la pasión, la angustia, la doma de estilos y la originalidad.

Viento del pueblo,como se sabe, sirvió a cierto crítico para acusar a su autor de “versificador” y facilón.

Los tópicos y malinterpretaciones se deben a una postura indolente, cómoda, poco rigurosa de la crítica. Esta utiliza datos manoseados en los que se desconocen sus fuentes originarias, de dónde partieron. Tampoco se comprende la existencia de zonas de producción poco revisadas, y la exagerada presencia de la “Elegía a Sijé” en los comentarios de poemas concretos. La trayectoria de Miguel Hernández no puede despacharse con los tópicos de pastor-poeta, soldado y preso, es mucho más rica y compleja. Por ello, la preparación de una biografía veraz, desnuda de leyendas y falsedades (sin que ello haga desmerecer las de Agustín Sánchez Vidal, José Luis Ferris y Eutimio Martín), resulta urgente, siempre y cuando antes de redactarla se tengan a mano todas las publicaciones sobre el poeta y se acudan a otras vías menos explotadas y todavía vírgenes. Como ejemplos que ofrecemos: las relaciones de Miguel Hernández con Juan Sansano, Antonio Oliver Belmás y Carmen Conde (Universidad Popular de Cartagena), la poesía publicada en la prensa regional antes de la guerra, las greguerías emparentadas con las octavas reales de Perito en lunas (en este sentido, tambiénuntrabajo monográfico que emparejealgunos de sus dibujos con el movimiento vanguardista y profundice en esta faceta pictórica suya), la vida intelectual del Madrid anterior a la guerra (Residencia de Estudiantes, Escuela de Vallecas...), un amplio análisis de El rayo que no cesa en el que las diferentes voces salgan a la luz, estudiar las prosas de guerra en serio (nos consta la tesis doctoral de María Gómez y Patiño en este sentido) y revisar las publicaciones sueltas de guerra (quedan muchas por catalogar) y las de los exiliados (en Cuba o México). El epistolario dirigido a Josefina Manresa, su esposa, merece una organización y notas semejantes al publicado en 1986. La Obra Completa, publicada en 1992, necesita una reedición libre de erratas, omisiones y con una bibliografía completa.

Pero el trabajo más interesante no es otro que reflexionar sobre qué dirección toman los estudios hernandianos, y para ello conviene tener muy presente la historia de los mismos, revisarla y abrir un debate en la crítica.

 


3º- Empobrecedora labor de la crítica

Quizás el encabezamiento de esta tercera y última conclusión parezca duro pero, como hemos apuntado líneas más arriba, el tópico ha dañado la imagen del poeta. Aparte de este hecho, los críticos no siempre han enjuiciado con ponderación los ensayos dedicados a Miguel Hernández. El principal escollo resultó la superficialidad. Ningún ensayo ha satisfecho las exigencias de la crítica, aunque ésta actuó, a nuestro parecer, de forma contradictoria. Valoró como positivos todos los libros sobre el poeta, pero a costa del rigor. La inercia que comentábamos antes es la culpable, en parte, de este fenómeno.

Las ediciones de Espasa-Calpe (1949) y la de Aguilar (1952), así como las monografías de Martínez Marín y Sánchez Vidal sufrieron los vaivenes de la crítica y su indiferencia. Sin embargo, no debemos ser demasiado duros con la actividad de la crítica, aunque los ensayos incurren en errores metodológicos de bulto como, por ejemplo, la confusión de biografía y crítica literaria y el abuso de bibliografía reiterativa.

Es posible revisar los estudios según los siguientes parámetros:

1º) conocimiento directo del ambiente, familiares y amigos del poeta;

2º) lugar de publicación, calidad, autores y medios de las reseñas; y

3º) fechas de edición de las monografías.

Casi todos los autores de los estudios conocieron Orihuela y a familiares o amigos de Miguel Hernández.  Por otro lado, es mayoritaria la crítica que proviene de la zona: Orihuela, Alicante y Murcia. La fecha más destacada en cantidad de publicaciones es la década de los años setenta, aunque no en calidad. En estos años setenta (y luego en los ochenta) algunos estudiosos reconocen que la obra hernandiana es todavía desconocida y mal examinada.

La crítica carece de conciencia de su trabajo, de su trayectoria, en gran medida debido a las confusas bibliografías realizadas. Estas no son otra cosa que mezcolanza de artículos valiosos, noticias de prensa, reseñas y poemas dedicados, lo cual ha impedido tener una ordenada panorámica del esfuerzo invertido. Las bibliografías reiteran errores y muchos trabajos son de difícil acceso, en especial los más interesantes. En otras ocasiones, la crítica no ha valorado los datos ofrecidos por estos artículos o, por el contrario, ha asumido como originales, como propios, los resultados de dichos estudios, sin reconocer la verdadera autoría de los mismos.