VITRINA 1 - EDICIONES
INICIOS POÉTICOS (1931-1936)
Primeras colaboraciones en revistas oriolanas (Destellos, El Gallo Crisis, Silbo) y nacionales (Cruz y Raya, Rumbos, Revista de Occidente), así como participación en actos culturales (homenajes a Gabriel Miró y a Ramón Sijé) y publicación de sus primeros libros (Perito en lunas y Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras).
Las reseñas publicadas nos muestran las repercusiones que las distintas ediciones hernandianas tuvieron en la crítica. En rasgos generales, se advierten dos momentos en la edición de textos hernandianos: por una parte, la etapa de difusión, en la que primaba la urgencia de publicación por encima de la minuciosa exégesis; por otra, una vez conseguida cierta liberalización político-cultural en la década de los años 60, los escritos del poeta fueron publicados con mayor escrupulosidad (aunque no demasiada). El límite entre la difusión y el estudio más riguroso podemos ubicarlo en los primeros años 70, si bien antes existían honrosas excepciones, y después “investigadores” que se limitaron a repetir datos ya conocidos.
La crítica, a partir de esa década de los 70, se ajusta a enjuiciar las ediciones sin un mínimo de atención, sin calibrar las aportaciones y situarlas en el marco ambiental adecuado. La prensa se convierte en altavoz de esos críticos, en la mayoría de los casos con trabajos de corto vuelo. Con respecto a la prensa provincial alicantina, ésta cumplió su propósito de homenajear al poeta desde finales de la década de los 60.
Las ediciones que despertaron una atención más valiosa entre la crítica, a menudo no fueron, paradójicamente, las más sobresalientes. Llama la atención, en sentido contrario, las reservas o indiferencia ante dos ediciones: la de Espasa-Calpe (1949), y la de Aguilar (1952). Los investigadores de la literatura no ponderaron tales volúmenes y lo que representaban: podemos probarlo con la exigua cantidad de reseñas recogidas. Ocurrirá lo mismo en 1981 (edición facsímil de El hombre acecha), en 1985 (las cartas a José Mª Cossío), y en 1988 (los cuentos atribuidos a Miguel Hernández).
Existen, además, hitos que representaron la “consagración” de Miguel Hernández en el mercado, logrando un maridaje entre el público lector y los críticos. Así, lasObras Completas (1960), la Obra Poética Completa (1976), las Poesías Completas (1979), y el Epistolario (1986) fueron ampliamente dados a conocer en la prensa provincial, nacional y fuera del país, con un eco extraordinario. Las fechas de las publicaciones no pueden ser pasadas por alto, pues corren paralelas a la continua transformación de la realidad cultural y política de España. Los aniversarios y homenajes tributados al poeta fueron una suerte de “excusa” para publicar sus escritos.
Aparte de las ediciones mencionadas, otras despertaron la admiración general, como Perito en lunas (1933), El rayo que no cesa (1936), Viento del pueblo(1937), Seis poemas inéditos y nueve más (1951), Perito en lunas. El rayo que no cesa (1976), Poesía y prosa de guerra y otros textos olvidados (1977),Veinticuatro sonetos inéditos (1986), El torero más valiente... (1986), las Cartas a Josefina (1988) y, naturalmente, la Obra Completa (1992).
Desde el principio, se sucedieron los tópicos y malinterpretaciones, incluso en vida del oriolano. La calidad de los autores en sus notas de lectura, los prestigiosos medios puestos a su alcance (prensa provincial y nacional), y las opiniones vertidas en los mismos así lo proclaman. Ya en 1934 se alaba su soltura técnica y la renovación propuesta en Perito en lunas, bajo un aparente gongorismo. Los críticos del momento (salvo la honrosa excepción del murciano y amigo de Miguel Hernández, José Ballester) no supieron ver más allá de las apariencias formales, continuándose después los prejuicios iniciados en fecha tan temprana.
El éxito de El rayo que no cesa catapulta a su autor al prestigio intelectual. Según los críticos que se ocuparon del poemario, destacarían en esta obra la pasión, la angustia, la doma de estilos y la creación de una escuela poética en la que él es su único miembro (advertido por otra amistad, Carmen Conde, murciana como el anterior). Los tópicos irán sucediéndose en vida del poeta.
Tendremos que aguardar a la crítica de Gaya a Viento del pueblo, acusándole de versificador, para tener el repertorio completo de dichos reiterativos sobre la obra hernandiana. Vistas así las cosas, parece que la crítica no se ha molestado en reexaminar la producción del poeta. Al contrario, se ha dejado llevar por lo que otros escribieron en su día.
La edición deSeis poemas inéditos y nueve más (1951) significó la eclosión de la divulgación hernandiana, iniciada en revistas locales, cuanto menos desde su provincia natal. La espléndida labor auspiciada por los responsables de la carpeta (a la sazón, Vicente Ramos y Manuel Molina), y sus numerosos amigos poetas, sumados a la, en esas fechas, peligrosa iniciativa por medio de reseñas encomiásticas en medios heterogéneos. Todo ello abrió brecha en un yermo cultural en donde reinaba una gran ramplonería. Para conseguir burlar la censura se alabaron los valores humanos del poeta oriolano, sin entrar en su toma de partido político.
La siguiente edición que significó un cambio en el planteamiento crítico, una mayor seriedad y rigor en la interpretación de su poesía, es Perito en lunas. El rayo que no cesa (1976), con una interesante introducción de Agustín Sánchez Vidal y numerosas notas que enriquecen los textos.
La ediciónPoesía y prosa de guerra y otros textos olvidados (1977) fue utilizada, debido a la situación política, por cierto sector de la crítica. Las prosas de guerra coincidían con el justo deseo de homenajear a toda una generación que, con la derrota, perdió en vida todas sus ilusiones de juventud.
El año 1986 estuvo marcado por acontecimientos editoriales, todos ellos importantes. La grave enfermedad que sufría Josefina Manresa (fallecida el 19 de febrero de 1987), posiblemente aceleró tales publicaciones: Veinticuatro sonetos inéditos, Prosas líricas y aforismos, Epistolario y El torero más valiente... El anhelado rescate textual delEpistolario y deEl torero más valiente... fue alabado, aunque no así las Cartas a Josefina (1988), publicadas después del fallecimiento de la destinataria, sin estudio anotado como en el Epistolario, edición esta de lasCartas a Josefina huérfanade necesarias aclaraciones y puntualizaciones, por personal decisión de la mujer del poeta. LaObra Completa (1992), si bien representa la edición más redonda realizada hasta la fecha, contiene varias carencias (numerosos errores, omisiones de textos y de entradas bibliográficas secundarias, la celeridad con que se prepararon y, por qué no, también el condicionante mercantil del aniversario de 1992) que impiden calificarlas realmente de “completas”.
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