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Coetáneos de Miguel Hernández

Arturo Serrano Plaja

“Sólo quiero quererte porque quiero
llevarte, desvalido de la mano
hacia el oscuro llanto que mereces”.



Arturo Serrano Plaja nació en San Lorenzo del Escorial en 1909. Estudió el bachillerato en el colegio de los Agustinos de El Escorial. Conoció en Madrid a César Vallejo, de quien recibió enseñanzas filosóficas-políticas. Realizó estudios en la Escuela Industrial de Madrid. Es mención obligada citar sus primerizas colaboraciones en el periódico “El Sol”, que inició en el año 1932. Por entonces fundó una revista juvenil que se llamó “Revista Nueva”, con Juan Antonio Maravall, Leopoldo Panero, Dionisio Ridruejo y Javier Echarri.

 En 1933 fundó otra revista, “Hoja Literaria”, con Enrique Azcoaga y Antonio Sánchez Barbudo. Por esas fechas colaboró en “Octubre”, “Frente Literario” y “Caballo Verde para la Poesía”. Con César M. Arconada y Emilio Delgado fundó, en 1935, la revista “El Tiempo Presente”, que supuso la continuación de “Octubre”. Tiene especial interés el debate que, en 1935, mantuvo con José Bergamín en “Cruz y Raya” y en “Leviatán” sobre el sentido del discurso de André Gide, “Defensa de la cultura”. Empezó a componer el 1 de mayo de 1935 los primeros poemas de “El hombre y el trabajo”, un canto al trabajo en libertad, lleno de fe y esperanza, que probablemente fue el mejor libro de poesía escrito en el trienio de la contienda provocada por la rebelión militar de 1936.

Participó en la defensa de Madrid y se alistó en el Quinto Regimiento. Fue uno de los redactores de “Hora de España”. Esta revista se fundó en Valencia a fines de 1936, por un grupo de jóvenes escritores y artistas que desde un principio hicieron de redactores: Juan Gil-Albert, Rafael Dieste, Antonio Sánchez Barbudo y Ramón Gaya. A mediados de 1937, se unieron a ellos en la redacción María Zambrano y Arturo Serrano Plaja, quienes estuvieron igualmente un papel de importancia en la marcha de la revista y el no haber formado parte en su fundación fue debido a estar ausentes de Valencia por aquellas fechas en que fue creada. Serrano Plaja siguió en el frente de Madrid, hasta el verano del 37. “Es Arturo Serrano Plaja, dilecto amigo nuestro –decía Antonio Machado-, un poeta-soldado o soldado-poeta, hombre tan a la altura de las circunstancias...”. Y Alberti nos dijo: “Me sobra con conocer a este joven Arturo de El Escorial.... Le tengo fe. Le veo trabajar con furia, con desesperación y constancia. Como verdadero escritor pretende obras grandes... “.

Serrano Plaja colaboró, de 1936 a 1939, también en revistas como “El Mono Azul” y “Nueva Cultura”. Fue nombrado secretario del II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas en Defensa de la Cultura y fue lector de la famosa “Ponencia Colectiva”, que firmó junto a Emilio Prados, Miguel Hernández, Ramón Gaya, Juan Gil-Albert, Antonio Sánchez Barbudo, Ángel Gaos, Antonio Aparicio, Lorenzo Varela, José Herrera Petere...

Se exilió en 1939. Después de haber permanecido algún tiempo en un campo de concentración en Francia, vivió allí mismo y luego se trasladó a América: Chile y Argentina. Cuando Serrano Plaja y Salas Viú llegaron a Chile, Pablo Neruda escribe: “Vosotros sois los únicos amigos de mi vida literaria en España que habéis llegado a mi patria. Hubiera querido traerlos a todos y no he desistido de ello. Trataré de traerlos, de México, de Buenos Aires, de Santo Domingo, de España”.

En 1942, exiliado en Argentina, fundó con Lorenzo Varela, la revista “De Mar a Mar”. En los años cincuenta se trasladó a París. Allí, en la revista “Cuadernos”, fue donde publicó, en 1960, el ensayo “El arte comprometido y el compromiso del arte”, que supuso su ruptura con el comunismo. Serrano Plaja, reconvertido al catolicismo y a la vez desengañado con la política, se alejó de sus compañeros.

En 1961 fue invitado por su amigo Antonio Sánchez Barbudo a ocupar un puesto de profesor visitante en la Universidad de Wisconsin, en Estados Unidos. De ahí pasó, primero a la Universidad de Minneapolis, en Minnesota, y, después, a la Universidad de Santa Bárbara, en California. Desarrolló en esta última universidad hasta su muerte, en 1979, la labor de catedrático de Literatura.

La originalidad de la expresión poética de Serrano Plaja se vislumbra ya en sus primeros libros: “Sombra indecisa” (1932), “Destierro infinito” (1936) y “El hombre y el trabajo” (1938). Pero donde estalla es en “Galope de la suerte” (1958). Otras obras poéticas son: “Versos de guerra y paz” (1945) y “La mano de Dios pasa por este perro” (1965). Su novela “Del cielo y del escombro” (1943) fue calificada como la obra más importante, la más ambiciosa de las publicadas hasta entonces por el grupo de jóvenes escritores de la generación del 36. Publicó una “Antología de los místicos españoles” (1946) y el ensayo “Realismo mágico en Cervantes” (1966). Finalmente en 1970, publicó “Los álamos oscuros”.

Desde los años de preguerra, apareció Serrano Plaja como poeta riguroso, exigente. No iba su poesía social a ceder el paso al exabrupto o a irse por el fácil camino de la consigna. Precisamente por sincera, un sentimiento auténtico sostiene su palabra. Escribir poesía social no es una degradación de la lírica, sino algo tan legítimo como escribir poesía movida por cualquier otro sentimiento. Asombra y emociona ver cómo Arturo Serrano Plaja supo percibir, en la soledad del cuarto donde, en intimo desahogo, el hombre puede llorar a solas, el esfuerzo común de todos los hombres trabajando unidos.

Una gran preocupación por el destino del hombre fue típica en toda la poesía de Serrano Plaja. Ahora bien, a este poeta le interesó destacar no el destino último del ser humano, que vive y muere absurdamente, sino contemplar al hombre, productor de fuerza de trabajo; y cantar al trabajo “libre”. En su “Canto a la libertad”, el poeta escurialense nos dijo que la libertad es el bien más alto que posee el hombre. Por eso no la alcanza la torpe mano de la soberbia ciega que atenta contra ella. Para Serrano Plaja, la libertad era:

“el pabellón del tiempo colocado en lo más admirable del esfuerzo del hombre,
en la parte más alta que al hombre pertenece”.

Bibliografía

Arturo Serrano Plaja fue un destacado componente de la “Generación de 1936”. En España, primero con su poesía lírica, amorosa, pero también social –de la cual fue él uno de los principales iniciadores- y de la guerra; y luego en Francia y en América durante cuarenta largos años de exilio, con su poesía de soledad, derrota y nostalgia, y más tarde religiosa; con sus varios ensayos y novelas, Serrano Plaja es sin duda un muy representativo miembro de esa generación escindida, dispersa, truncada, en gran parte malograda, que fue la generación literaria de la guerra civil española.

Tal vez, Arturo Serrano Plaja ha sido el poeta de su generación que menos audiencia ha merecido en nuestro país, y sin embargo, quizá no haya ningún otro con su capacidad de conmoción en los temas del sufrimiento colectivo, o que se le parezca en lo singular de su queja religiosa, rebelde, sangrante, con su ternura secreta y su desamparo.

 

    *  “Eso se llama la aurora”, Buenos Aires, 1956.
    * “Escultura española: desde los orígenes hasta el siglo XVIII”, Rosario, 1946.
    * “El Greco: 56 reproducciones en negro y 4 en color”, Buenos Aires, 1945.
    * “La sinfonía pastoral”, Buenos Aires, 1947. - “Guía espiritual: antología”, Buenos Aires, 1944.
    * “Hijo del alba: villancicos, canciones, ensaladillas y coloquios pastoriles de nochebuena”, Buenos Aires, 1943.

Relación con Miguel Hernández

Arturo Serrano Plaja comparte con Miguel Hernández muchas características a lo largo de su vida (lo que no es de extrañar porque tienen semejante edad, semejante actitud y les rodearon similares circunstancias). Entre las coincidencias literarias destacan: la valoración lírica del sudor corporal nacido del trabajo, su categorización poética así como la simbología del toro como fuerza viril atribuida al pueblo, tanto para Miguel como para Arturo, la síntesis heroica del esfuerzo guerrero es España. “¡Oh dulce, acongojada España inolvidable!”, dice en su poema “Pueblo traicionado”, con una ternura emocionada que dista poco de la sensibilidad hernandiana.

  La justicia social, la dignidad alcanzable por el trabajo y los cambios de viejas estructuras van a estar recubiertos y amparados en la poesía de estos dos poetas-soldados, por un temblor amoroso hacia España y, por descontado, por un abierto amor a la libertad. Para Serrano Plaja, la libertad es un largo camino de conquista “ha sido necesario que los hombres conquisten la muerte preferible para que tu despiertes purísimo”.

Ambos se conocieron aproximadamente en 1934, acudían a las mismas tertulias literarias. El año siguiente coincidirían en el banquete en homenaje a Vicente Aleixandre, y en julio de 1937  apoyaron la “Ponencia colectiva”, resultado del II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas en Defensa de la Cultura, que defendía una literatura alejada de la propaganda partidaria.