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Coetáneos de Miguel Hernández

Juan Guerrero Ruíz

 

Juan Guerrero Ruiz nació en Murcia (1893-1954). Fue el segundo hijo del matrimonio compuesto por el comerciante Juan Guerrero López y por Adoración Ruiz Sánchez. Desafortunadamente, el padre falleció dos meses antes del nacimiento de Guerrero.

Pasó su infancia en diversos colegios y cursó el bachillerato en el colegio de los Hermanos Maristas de Murcia, a cuyo fin realizó estudios universitarios de Derecho como alumno libre, con lo que entre 1910 y 1913 viajaba a Madrid cada primavera para examinarse en la Universidad Central.

Primeras obras

Fiel devoto de la obra de Juan Ramón Jiménez, Guerrero viajó a Madrid en 1913 para visitar al poeta de Moguer. A partir de esta visita, y fascinado por Juan Ramón, Guerrero comenzó a escribir un diario en el que relataba las conversaciones acaecidas entre ambos, diario que fue publicado póstumamente bajo el título “Juan Ramón de viva voz” (1961 y 1998).

Hacia 1915 Guerrero se licenció en Derecho y se sumergió en una agitada vida intelectual, participando asiduamente en las revistas murcianas “Polytechnicum” y “Oróspeda”, y entró en contacto con un grupo de artistas murcianos, entre los que se encontraban pintores como Luis Garay.

Tras su participación en estas revistas, Guerrero se desvinculó de la literatura de creación, consciente de sus limitaciones en este campo, y se dedicó a escribir ensayos y artículos literarios encaminados a enaltecer la poesía de la Generación del 27.

Con el fin de trabajar en un despacho de abogados, Juan Guerrero se marchó a Madrid en 1918, donde su amistad con Juan Ramón Jiménez continúo forjándose hasta el punto de que en 1920. Juan Ramón le encargó la secretaría de su revista “Índice”. En ese mismo año (1920), Guerrero contrae matrimonio en Murcia con Ginesa García-Aroca.

Juan Ramón Jiménez y Juan Guerrero Ruiz, Madrid, hacia 1930, Guerrero en su casa alicantina.



Regreso a Murcia

Al concluir su trabajo en la revista “Índice”, Guerrero regresó a Murcia y en 1924 aprobó unas oposiciones a secretario de primera categoría del Ayuntamiento de Murcia, cargo que desempeñó hasta 1929 y que supuso el inicio de su fructífera carrera administrativa.

Durante esta época colaboró con una sección crítico-informativa en la Página Literaria de “La Verdad” de Murcia, página que comenzó a cobrar mayor autonomía convirtiéndose en el “Suplemento Literario”. La proyección nacional de este semanario corrió a cargo de Juan Guerrero, y se convirtió en su máximo responsable, atrajo hacia él a lo más granado de las letras españolas.

En 1927 Juan Guerrero ideó, junto al poeta vallisoletano Jorge Guillén, la creación de la revista “Verso y Prosa”, con el fin de independizarse del diario “La Verdad”.

La revista llegó a cobrar gran prestigio a nivel nacional gracias a colaboraciones de ilustres figuras como Federico García Lorca, quien publicó su Primer “Romancero Gitano”en esta revista, incluyendo al frente del “Romance a la Guardia Civil Española” una dedicatoria que rezaba: “A Juan Guerrero, cónsul general de la poesía”.

En 1929 volvió a Madrid para hacerse cargo de la Dirección General de la empresa CAMPSA, pero dos años más tarde se instaló en Alicante para ocupar el puesto de secretario del Ayuntamiento de esta ciudad.

De su estancia en Alicante nunca guardó buen recuerdo Guerrero, ya que sus labores administrativas le impedían viajar con frecuencia a Madrid y porque fue en esta época cuando perdió a uno de sus hijos, víctima de bombardeos de la Guerra Civil.

Última etapa

Al terminar la guerra se marchó de nuevo a Madrid donde, para evitar la edición de libros no autorizados por Juan Ramón Jiménez, fundó la Editorial Hispánica, y en 1943 crea la Colección Adonais, origen del prestigioso Premio Adonais.

En el verano de 1954 Juan Guerrero se marchó con su familia a una finca que había comprado en Benidorm, pero víctima de una grave enfermedad se vio obligado a viajar de urgencia a Madrid, donde fue atendido por el doctor Gregorio Marañón. El 20 de abril de 1954 falleció Juan Guerrero en su casa madrileña.

Juan Guerrero fue, como dijo García Lorca, el cónsul general de la poesía, pues, si bien su obra poética era escasa, dedicó toda su vida a ensalzar, admirar y proteger la poesía, publicando numerosos ensayos y artículos con este fin, y recogiendo documentalmente los rastros y vestigios de la llamada “generación de la amistad”.

Obras


Infancia y juventud

En su juventud Guerrero publicó ensayos en diversas revistas y también poesías, como “Poemas de adolescencia” (1916) o “Sutilezas de abril” (1917), que da a conocer en las revistas murcianas “Polytechnum” y “Oróspeda”.

Sin embargo, al finalizar su participación con estas revistas, allá por 1917, Guerrero deja de escribir en prosa lírica y se dedica a publicar estudios y ensayos, en un afán de enaltecer la poesía y a los poetas de su generación.

Madurez

Juan Guerrero dedicó gran parte de su vida a la creación de un completísimo archivo sobre literatura española de la primera mitad del siglo XX, en el que destaca la amplia compilación de todo tipo de artículos, obras, fotografías y apuntes referentes al poeta Juan Ramón Jiménez, de quien fue su más entusiasta admirador y uno de sus más leales camaradas.

En cuanto a sus estudios y ensayos, es innumerable la cantidad de artículos y colecciones publicadas por Guerrero en revistas literarias, como “La vergüenza póstuma de Rubén Darío”, que apareció en 1924 en el “Suplemento Literario”, “Adiós a Jorge Guillén”, publicado en la revista “Sudeste” en 1931 o “Gabriel Miró”, para la revista “La Estafeta Literaria”, en mayo de 1944.

Últimos libros

En 1961, como ha sido comentado, apareció publicado póstumamente su libro “Juan Ramón de viva voz”, obra escrita desde su primera visita a Juan Ramón Jiménez en 1913, y que se trata de un diario de sus encuentros y conversaciones con el poeta hasta 1936.

Juan Guerrero no se dedicó a escribir poesía pero la amaba profundamente, de ahí que algún amigo afirmase:
"No sé con qué títulos pueden llamarse poetas sólo los que escriben poesía y no los que a ella se dedican con la pureza y el fervor con que lo hizo Juan Guerrero"

Relación con Miguel Hernández y la Generación del 27

La vida de Juan Guerrero estuvo puesta al servicio de la poesía y de los poetas, de quienes fue amigo seguro y cordial. Enrique Canito denominó a Juan Guerrero Ruiz como “el Notario Mayor de la Poesía” y también afirmó que “fue amigo y confidente de toda una gran generación literaria, el conocedor delicado e inteligente de nuestra mejor poesía contemporánea”. Dámaso Alonso también tuvo palabras de elogió sobre la figura de Juan Guerrero, comentando que “llevaba un meticuloso y maravilloso archivo. No creo que exista en España, por lo que toca a la literatura de nuestro siglo, un tesoro semejante”.

Según el crítico Ricardo Gullón:

«la red de sus corresponsales y amigos llegó a ser grande [y] no había página literaria ni revistilla juvenil que de un modo u otro no llegara a sus manos... Y sabía muchas más cosas de las registradas en su archivo. Sucesos y acontecimientos tal vez olvidados o semidesvanecidos en la memoria de los protagonistas, estaban presentes en la suya... Averiguó secretos que su discreción guardó cuidadosamente, cuando hacía falta guardarlos. Supo, hace años, quién era la Guiomar del amor y los versos machadescos; quién la musa americana inspiradora de cierto libro poético triunfante en años inmediatamente anteriores a la guerra civil. De la llamada vida literaria procuró conservar lo significante; no lo estrictamente íntimo».

El valioso Archivo de Juan Guerrero Ruiz lo adquirió la Universidad de Puerto Rico con los fondos del Premio Nobel donados por Juan Ramón a la Sala Zenobia-Juan Ramón Jiménez de la Biblioteca General José M. Lázaro. En el archivo de Guerrero se conservan cuatro cartas y dos tarjetas postales de Miguel Hernández dirigidas a Juan Guerrero y una a su esposa Josefina. En 1968 Marta Aponte Alsina publicó en el número homenaje a Miguel Hernández de la revista “Puerto”, dirigida por Aurora de Albornoz y publicada por la Facultad de Estudios Generales de la Universidad de Puerto Rico, las cinco cartas y una de las tarjetas postales.

En 1933, Juan Guerrero y Miguel Hernández comenzaron a intercambiar correspondencia, como se puede apreciar en el siguiente texto:
“Leí su tarjeta, amigo Guerrero. ¿No ha leído en “La Verdad” mi otra elegía de nuestro Gabriel Miró que le dedico a su amigo Juan Ramón Jiménez? ¿No podría lograr para mí de ese Ayuntamiento, de esa Diputación una subvención, una colocación para mí descolocado y pobre? Creo merecer trabajar -aquí no hallo trabajo- al menos para dejar de vivir en este desconcierto y sorda vida humildes, y humillado. Perdóneme que de un día que le conozco, aunque para siempre, le haya pedido, le pida, el alcance de un favor poético y político.

Hasta pronto suyo yo, Miguel Hernández.

Orihuela 10 junio 1937”


Además de una bibliografía de diecinueve fichas sobre Miguel Hernández, Guerrero conservó en su Archivo veintidós poemas autógrafos del poeta amigo y nueve poemas -algunos escritos a máquina y otros manuscritos- dedicados a su memoria.

Los dos poemas mejores son una “Elegía a la muerte del poeta Miguel Hernández” escrita por Ildefonso-Manuel Gil el 20 de abril de 1942, y un soneto de José Luis Cano, también compuesto en abril de 1942 y titulado “a un poeta, en su muerte”, el cual transcribimos:


Cuando estaba en tu vida esperanzado, por verte
y ser tu amigo y conocerte, vino esa madrugada
y esa muerte y ese grito de amor desesperado.
Vino ese rayo oscuro y despiadado a herir tu
amor al fin, a herir tu suerte, cuando estaba
soñando con tenerte en mi playa andaluza
descuidado. De qué mundo implacable será el
viento que ha secado la luz de tu mirada y la
bronca hermosura de tu acento.
Y qué lenta y qué amarga madrugada debió
rozar tu pecho sin aliento y desangrar tu boca
desvelada.