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Coetáneos de Miguel Hernández

Miguel Ángel Gómez

 

Miguel Ángel Gómez es uno de los tantos poetas olvidados y éste es un intento de abrir su recuerdo de par en par, de traerlo desde su interminable pampa de ausencias. Nació a fines de diciembre de 1911 en la misma ciudad en la que murió asesinado, inexplicablemente, en 1959: Buenos Aires. En vida publicó 4 libros de poemas: “La rosa de los vientos” (1934), “Aurora” (1941), “Tierra melancólica” (1943, que recibiera el Premio Municipal) y “Cancionero” (1953). Pero fundamentalmente era un vital hacedor de actividades poéticas, por eso colaboró activamente en los principales periódicos de su país, Uruguay, México y en “Caballo Verde para la poesía”, la revista española dirigida por Pablo Neruda.

Gracias a la generosidad de su hijo Sergio, la Revista Ilustrada de Poesía “El Jabalí” publicó en su número 4 - Año III, 1995, algunos poemas suyos y una bella y conmovedora carta que le escribiera Miguel Hernández, el pastor-poeta de Orihuela, en Madrid en mayo de 1936 y que, como Homenaje-Antídoto Contra El Olvido, nos permitimos reproducir.

La carta, fechada en Madrid en 1936, nos ofrece datos sumamente reveladores de la posición política de Miguel Hernández y de sus relaciones literarias con destacados escritores. Sobresale especialmente la huella de Raúl González Tuñón, poeta argentino de profundas convicciones comunistas, que influirá, sin duda, en el poeta oriolano, vacilante, en aquel entonces, en el plano estético e ideológico.

CARTA DE MIGUEL HERNÁNDEZ A MIGUEL ÁNGEL GÓMEZ
 

A continuación la trascripción de la carta:

Querido Miguel Ángel: Anoche me ha dado Pablo tu carta y la alegría de ver que te acuerdas de mí en Argentina. Yo te había echado desde que te fuiste al lado del corazón en que guardo a mis mejores amigos, y allí te olvidé para acordarme de ti cuando hablaba de los poetas de América con los de aquí, y sobre todo con Pablo. Ya me dirás cuándo sale tu libro, del que quiero ser lo que tú del mío. En el momento en que te escribo no tengo ningún poema, absolutamente ninguno para mandarte. Estoy de lo más alejado de la poesía que puedes imaginarte desde hace meses.

He pasado cerca de un mes en mi pueblo –Orihuela- con mi novia y ahora me encuentro aquí un poco desesperanzado como tantas veces. Se me presentan los días que espero bastante oscuros y Madrid me tiene harto por ahora. Es posible que me veas aparecer de pronto por tu Buenos Aires y es posible que no me vaya nunca. Me daría una alegría inmensa saber que las gestiones de Tuñón, de los que espero directas desde una carta vieja mía, acaben favorablemente para mí y entonces creo que se despejarían algunos horizontes y pasaría a donde sé que me esperáis varios amigos de verdad.

Voy a ver si de aquí a dos o tres días hago alguna cosa para mandarte y recojo alguna fotografía. Pablo me tiene pedido algo también desde hace mucho tiempo para el número próximo de Caballo Verde y no he podido darle nada hasta hoy. Me alegra mucho esperar una revista de tus manos. Di a Tuñón que les mandé mi libro por Pablo y que supongo lo habrán recibido. He sabido de algún homenaje a Raúl, de lecturas suyas. Echo muy de menos su compañía y la de Amparitos, que siempre me guardaba una sonrisa, la mejor, para mí.

Quiero hacer muchas cosas y no hago ninguna. A Molinari también le mandé el libro. Quisiera saber de él. Creo que Rafael no piensa ir por ahora. Dejaré la carta a medio escribir para preguntarle y saber lo que piensa. Pediré poemas a todos para tu revista. Haré cuanto pueda por satisfacer tus preguntas y deseos. Espera a que termine la carta para ver lo que dejo por cumplir.

Reanudo la carta hoy, día del Corpus, 11 de junio. Esperaba poder tener una fotografía para mandarte y un poema: sólo te mando este, el único que puedo mandarte, porque tengo otros, dos mayores y puramente lírico-personales, pero uno de ellos, una elegía a Garcilaso, saldrá en Cruz y Raya en el número-homenaje a nuestro siempre sonante cisne. El otro es para la Revista de Occidente, porque necesito dinero, Miguel Ángel, que tú sabes que no ando muy sobrado.
Quisiera mandarte otra cosa mejor, no tengo. Trabajo muy poco, y ahora he comenzado una obra teatral para presentarla al premio Lope de Vega, tengo muchas esperanzas. Perdóname que haya tardado tanto tiempo en contestarte. Seguramente recibirás ésta dentro de un mes y habrá salido ya tu revista.

Supe nuevamente de los Tuñón por Delia, y estoy siempre muy agradecido a sus diligencias para conseguir estrenar mi obra. Luis La Casa lo recuerda mucho también, y el gran Alberto, que ha hecho una exposición monstruo y sólo ha provocado indiferencias o leves comentarios, Pablo y yo hemos escrito sobre tan enorme escultor. Lo de Pablo ha salido en El Sol, y volverá a salir, y lo mío, una cosa de Alberti, y otra de Bergamín, en un número de Cruz y Raya con reproducciones de las esculturas de Alberto.

Que tenga noticias tuyas en poco tiempo más. Que me mandes algún poema para conocer. He dicho a todos nuestros poetas y amigos que me pides poemas, y algunos me han prometido mandarte. No confíes mucho, porque si no se los arrebato yo del bolsillo no moverán la mano para enviártelos seguramente. No digo más. Tengo muchas ganas de conocer tu tierra, que se te tiene tan enamorado como a mí la mía. Abrazos siempre.


Esta carta fue escrita por Miguel Hernández a Josefina Manresa, poco antes del estallido de la guerra civil, en ella Miguel hace alusión a un posible viaje a Buenos Aires, para promocionar una obra de teatro compuesta por él.

A Josefina Manresa:

(Madrid, 15 de febrero de 1936)

Mi querida Josefina: acabo de leer tu carta y me apresuro a escribirte para que puedas recibir mañana carta mía como tú deseas y yo también. No puedo decirte lo contento que me tienes tú a mí, idolatrada Josefina, con tus palabras que me llena de alegría cada vez que las leo, que son muchas veces. Quiero que estés cada día más segura de mi querer, que ahora no ha de quitarme nadie más nunca. Ya te decía en mi carta anterior que siento por ti cada día más cariño, y reconozco que he sido un loco que te he hecho sufrir sin consideración de ninguna clase. Pero mira, guapa mía, así hemos sabido los dos una cosa: y es que nos querremos siempre a pesar de todos los pesares y de todas las cosas que pasen. Yo he visto ahora que me quieres de verdad y me emociona mucho lo que me dices que has pensado tanto en mí en el tiempo este.

Tú habrás comprendido también que yo no te he olvidado nunca y siempre he pensado que habría obrado mal contigo. Te pediré perdón toda mi vida, Josefina mía, si es preciso y tú lo quieres. Quiero yo que todo lo que has sufrido por mí lo olvidemos pronto y te pongas contenta y pienses en mí a todas horas con alegría. Me figuro que de cuando en cuando te asaltarán las dudas de si algún día volveré a hacerte una cosa parecida a la otra. Yo procura(ré) siempre no darte ninguna pena, sino muchas alegrías.  Bien veo que te acuerdas de llamarme tiporrico. Me gusta mucho que me lo digas. Dime, Josefina querida una y mil y un millón de veces, si se ha caído la columna del cuartel donde hemos pasado tantas horas disputando y queriéndonos. Si se ha caído habrá sido de pena de no tenernos a su lado a nosotros.

Me acuerdo mucho de los jueves de carnaval que pasamos este año pasado en San Miguel y otras muchas cosas que no se pueden borrar nunca de la memoria. No quiero que me veas otra vez como este verano. Cuando vaya, quiero que sea para estas pascuas, tenemos que disfrutar mucho juntos. ¿Te acuerdas de la merienda de despedida que tuvimos en la sierra? Quisiera darte la alegría, porque creo que lo será para ti, de ir para pascua. Todo depende de cómo esté el dinero. Creo que mi hermana, que está otra vez embarazada irá para entonces.

Mi madre y mi hermana Encarnación están deseando verme también. A mi madre creo que le dio un ataque cuando supo lo de la guardia civil. Descuida, no tengo voto aquí pero si lo tuviera no se lo daría a Gil Robles. Ya te he dicho que al único guardia civil que no odio es a tu padre, porque sé que es una de las pocas personas dignas que hay en ese cuerpo. Si a ti te hubieran pegado la paliza, veríamos cómo hablabas.

Supongo que tu hermana Carmen estará hecha una mujer ya. Da muchos besos míos a las tres, a Conchita, Gertrudis y Carmen de mi parte. No me gusta lo que dices que llevas luto otra vez; el luto es muy triste y no creo que se deba poner por la muerte de un abuelo. Siento mucho la muerte del tuyo y te doy mi pésame para tu padre. Cuando yo vaya, ¿irás ya de color, verdad, Josefina? Haces muy bien en ir al cine y subir a San Miguel: no quiero que estés como una monja, siempre en tu casa. Da muchos recuerdos de mi parte a María, Santos y familia. Mañana pienso estar muy lejos de las elecciones ya que no tengo voto.

Yo continúo trabajando en el mismo lugar como habrás notado por el timbre de los sobres. Me han invitado a ir a América, donde me estrenarán este año una obra en Buenos Aires*. No iré por ti, pero creo que me mandarán algún dinero. Ya te contaré más cosas en las cartas próximas, no quiero quedarme sin nada en la pluma, aunque siempre me quedará que decirte que te quiero. Te mando esa pobre fotografía que me hicieron este verano cuando fui a Cartagena. Tengo otras en que estoy solo, pero estoy muy mal. Te equivocas, no estoy pelado como tu me dices en tu carta, no he vuelto a cortarme el pelo desde aquella vez que te lo dije ni pienso cortármelo más. Yo empiezo, sigo y termino la carta queriéndote y queriéndote, que seas muy feliz con lo que te digo como yo lo soy con lo que tu me dices a mi, morena mía.

* La obra que no se llegó a estrenar era “Los hijos de la piedra”, y los escritores que invitaron a Miguel Hernández a ir a Buenos Aires no eran sino Raúl González Tuñón y Miguel Ángel Gómez.

Miguel Hernández, el poeta-pastor, murió en las cárceles franquistas en 1942 sin conocer jamás Argentina y muy pocos conocen -ni aun en las más sesudas antologías- los bellos poemas de Miguel Ángel Gómez.

Escucha sus aullidos entre la blanda niebla.
Sufre. Somos nosotros.
¿Oyes tu corazón que la jauría acosa?
Nosotros vamos solos, pronto a exterminarnos,
envueltos por la niebla...

Muy pocos también recuerdan que Miguel Ángel Gómez fundó el grupo Canto, integrado entre otros por los poetas Enrique Molina, Olga Orozco, Daniel Devoto, Castiñeira de Dios, Fernández Unsaín, J. R. Wilcock, Carlos Alberto Álvarez, Eduardo Jorge Bosco, Basilio Uribe y Eduardo Jonquiéres.

Pero así es la Poesía: señora de olvidos y dadora de ausencias.

¡Adiós, pueblo! ¡Adiós, olvido!
¡Adiós, estrella! ¡Adiós, ángeles!
¡Adiós, que me voy conmigo!
¡Adiós, no me busque nadie!