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Coetáneos de Miguel Hernández

Luis Enrique Délano


Nació en Chile en 1907 y murió en 1985. Fue un escritor fecundo que exploró distintos géneros como novela, poesía, cuento, ensayo y crónicas periodísticas.

Su primer libro de poemas fue “El Pescador de Estrellas”, publicado junto al poeta Alejandro Gutiérrez en 1926. En esa misma época, comenzó su labor como periodista en el diario “El Mercurio”, que continuó posteriormente como corresponsal, en el extranjero, entre 1934 y 1937.

En un principio, sus obras tendían a ir de lo real a lo fantástico, superando el costumbrismo e inspirándose en mitos y realidades lejanas. Esta tendencia compartida por autores como Salvador Reyes y Augusto D´Halmar fue llamada por Hernán Díaz Arrieta como “imaginismo”.

Su primera obra fue “Rumbo hacia ninguna parte”, que no pasó desapercibida para la crítica nacional, pero sin lugar a dudas la obra más relevante de este periodo fue “La Niña de La Prisión y otros cuentos”, publicada en 1928, con prólogo de Salvador Reyes. Este volumen de cuentos generó una importante respuesta de los críticos, que vieron en ella nuevas formulaciones estéticas para la literatura nacional. Este relato refleja en toda su dimensión el espíritu del autor y evidencia su distanciamiento de la estética criollista.

Es autor de una vasta obra literaria entre la que destacamos “Luces en la isla” (1930), la antología “Catorce cuentos chilenos” (1932), el libro de cuentos “Viaje de sueño” (1935), y la novela “En la ciudad de los césares” (1939). También publicará posteriormente en Santiago su libro “Viejos relatos” (1940) y “El laurel sobre la lira”, en 1946. En ese mismo año, en Buenos Aires, con el seudónimo de Mortimer Gray publica “El caso de la mujer azul”. Y en 1952 publicará en México “El caso del cuadro surrealista”.

Sin embargo, el contexto social que observó el autor marcó profundamente su creación literaria.

Paralelamente a la publicación de sus obras, Luis Enrique Délano cultivó la pintura y desarrolló una intensa labor periodística en varias revistas y periódicos. La pintura y el periodismo fueron caminos que recorrió con tanta solidez y honestidad como la literatura. Escribió en “El Mercurio”, “Zigzag” y “Revista en viaje”, y fue editor de las revistas “Ecran”, “Qué hubo” y “Vistazo”, además de miembro del comité editorial de la revista “Letras”, publicación del grupo imaginista. Una trayectoria que en 1970 le hace merecedor del Premio Nacional de Periodismo.

Pronto, la conciencia de la realidad dejará atrás la actitud imaginista, para dar paso a una literatura comprometida con las problemáticas sociales, como se observa en su novela “Puerto de Fuego”, publicada en 1956, que narra la lucha por la organización sindical de los trabajadores en defensa de sus derechos y contra el abuso de la clase empresarial. Los temas centrales de esta novela son la injusticia, el amor y la lucha por la organización de sindicatos como la única forma de enfrentar la clase empresarial.


Integrado activamente en las filas del Partido Comunista, su producción literaria se orienta cada vez más definitivamente hacia el ensayo político.

En 1958 publica “La Base”, donde describe la llamada batalla de Santiago del 2 de abril de 1957, cuando los militares, obedeciendo órdenes del general Ibáñez del Campo, reprimieron violentamente a los estudiantes, trabajadores y partidos de izquierda que protestaban contra las subidas de los precios.

Délano también contribuyó a la preservación del patrimonio literario con la compilación de diversas antologías de escritores nacionales y un número importante de traducciones de autores extranjeros. Destacado personaje público, desempeñó cargos diplomáticos como cónsul de Chile en México entre 1940 y 1946 y en Nueva York entre 1946 y 1949 y como embajador en Suecia y otros países escandinavos entre 1970 y 1973.

Tras una vida intensa y aventurera, exiliado en dos oportunidades, Luis Enrique Délano falleció en 1985, un año después de ser autorizado para regresar a Chile.

Su obra “Aprendiz de Escritor” (1994), que a través de recuerdos cuenta el mundo que conoció el autor entre los 17 y 27 años, fue editada póstumamente.

Es la pintura, a todas luces, su más íntima búsqueda y la faceta que menos lo define públicamente y aunque reducía a “hobby” su talento, definiéndose como “Pintor de día de Domingo”, sus óleos, acuarelas, tintas y otras pinturas, conforman una colección de más cien obras. Un talento desbordante y multifacético, que marcó la cuna de nuestro escritor Poli Délano, cuya madre Lola Falcón, fue una fotógrafa de notable sensibilidad con estudio propio en Santiago.

Entre sus amigos y maestros se contaron figuras tan destacadas como Carreño y Tótila Albert, quien moldeó y enyesó las cabezas del matrimonio, que hoy descansan en una casa junto al mar.

Con motivo del vigésimo aniversario de la muerte del escritor se ha realizado un homenaje en la Biblioteca Nacional de Chile con la participación de José Miguel Varas, Ramón Díaz Eterovic, Fernando Quilodrán, Julio Gálvez y su propio hijo.

La RIL Editores publica sus libros “Aprendiz de escritor” y “Sobre todo Madrid” en un solo volumen llamado “Memorias”. Estas memorias recorren más de cuarenta años de vida cultural chilena y española, a través de sus personajes más representativos. Además, planea lanzar su texto inédito “Diario de Estocolmo”.

RELACIÓN CON MIGUEL HERNÁNDEZ

Con respecto a sus relaciones con Miguel Hernández, Délano nos cuenta en su libro “Sobre todo Madrid” (1969), que éste había ido unos días a su tierra, Orihuela, y que llegó a la casa de Pablo Neruda con un saco lleno de ajíes verdes, “y sonreía con todos sus dientes brillantes, consciente de que estaba haciendo la felicidad no sólo de Pablo sino de todos sus amigos chilenos que íbamos a disfrutar del precioso regalo. Miguel era un mocetón, alto, delgado y musculoso, con una cara colorada y brillante de campesino, expuesto frecuentemente al sol, nariz breve, ojos grandes, verdes y redondos y el pelo siempre como si empezara a crecerle después de cortado el pelo al rape. Vestía traje de pana y no usaba corbata. No recuerdo haberlo visto con abrigo y menos con sombrero. Yo sólo conocía uno que otro poema de Miguel hasta que Manolo Altolaguirre publicó su libro “ El rayo que no cesa”, en el que primaba la idea de la muerte, no la muerte terrorífica de la pintura española, sino una muerte más clara, más juvenil que era una muerte casi luminosa. Cuando me regaló “El rayo” me quedé deslumbrado como en general se quedó todo el mundo en España ante la aparición de un poeta tan grande, un clásico tan perfecto que saltándose tres siglos aterrizaba gallardamente en la poesía española”.

Según Délano, Miguel tenía el empuje de los clásicos en la forma, porque el fondo era personal: combinaciones, giros, metáforas, etc. Hernández entró en la poesía con mucha fuerza.

Los puntos considerados por Délano más importantes eran la facilidad verbal, aparente, y la labor lenta y espinosa, la “seriedad” de su poesía, su “espontánea perfección”, y su no adscripción a ningún poeta anterior.

En 1937 el escritor publicó un artículo titulado “Juventud asombrosa y juventud herida. En torno de la poesía de Miguel Hernández” en la revista de la Sociedad de Escritores de Chile en el que destacó el perfil del poeta oriolano.