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Coetáneos de Miguel Hernández

Octavio Paz

 

Octavio Paz Lozano nació el 31 de Marzo de 1914 en Mixcóac, una pequeña población de la ciudad de México, en medio de la Revolución Mexicana.

Fue criado por su madre, Josefina Lozano, una mujer muy religiosa, una tía y su abuelo paterno, Ireneo Paz, soldado retirado de las fuerzas de Porfirio Díaz, y que había sido intelectual liberal y novelista. Su padre, también llamado Octavio Paz, trabajó como escribano y abogado para Emiliano Zapata y estuvo involucrado en la reforma agraria que siguió a la revolución por lo que se ausentaba de casa durante largos periodos de tiempo.

Octavio Paz cultivó su afición literaria principalmente gracias a su abuelo paterno, cuya extensa biblioteca devoró durante sus primeros años de contacto con la literatura. Sus influencias en esta época fueron la literatura clásica y el modernismo mexicano.

Unos pocos años más tarde, a la edad de seis, su familia se traslado a Los Ángeles, Estados Unidos. Allí comenzó sus estudios de Derecho en La UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México). La sangre revolucionaria legada por su padre se manifestó en su participación en los levantamientos estudiantiles que lograron la autonomía de la Universidad de México en 1929.

Durante la década de 1920-1930 descubrió a los poetas europeos Gerardo Diego, Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado, que también influenciaron sus escritos más tempranos.

Publicó su primer poema “Cabellera” a la edad de 17 años y a partir de entonces comenzó la creación y colaboración en revistas literarias como “Barandal” o “Cuadernos del Valle de México”.

En 1933 publicó su primer libro de poemas llamado “Luna Silvestre”, posicionándose como el poeta más joven y prometedor de su México natal. Desde muy temprano dejó las formas poéticas tradicionales para lanzarse a la modernidad. Su obra pretendía “liberar a la palabra de reglas o propósitos utilitarios” para devolverle su esencia mágica.

En 1937 finalizó sus estudios universitarios y viajó a Yucatán en busca de trabajo en una escuela cercana a Mérida. Allí conoció a la que sería su primera esposa Elena Garro, con la que compartió su vida de 1938 a 1959.
En el libro “Hacia Miguel Hernández” de Ramón Pérez Álvarez, Elena (que también era escritora) describe así su boda:

”… Paz me exigía: “debes aprender a decir no”. Tenía mucha razón y si lo hubiese aprendido a tiempo no hubiese dicho sí aquella mañana de 1937 en la que yo debía examinarme de latín y en la que se atravesaron entre el examen y yo, Paz y sus amigos. Tiraron mis libros bajo la escalera de una oficina sucia y me ordenaron que cuando escuchara la fecha de mi nacimiento no hiciera objeción.”

Elena tenía tan solo 16 años y fruto de este matrimonio nació Helena Paz Garro, la hija de ambos.

Ese mismo año, Octavio Paz y Elena Garro visitaron España durante la Guerra Civil española y participaron en el Congreso de Escritores antifascistas para la Defensa de la Cultura, inaugurado por el Dr.Negrín en Valencia el 3 de julio, y clausurado por Antonio Machado en Madrid. El congreso tuvo como tema central el combate al fascismo a través de lo que en aquella época se llamaba “libertad por la cultura”. Fue allí donde Paz entró en contacto con personalidades como Pablo Neruda o Miguel Hernández. De este primer encuentro con el poeta oriolano nace su corta amistad.

Delegados al Congreso de Valencia. De izquierda a derecha: Octavio Paz, Carlos Pellicer, Luis Cardoza y Aragón y Fernando Gamboa, 1937.

 

Paz publicó una semblanza en la revista “Letras de Méjico” el 15 de noviembre de 1942 al enterarse de la muerte de Miguel. El título original de este ensayo es “Recoged esa voz: Miguel Hernández” y en él Octavio Paz recoge la impresión que le causó el poeta - pastor:

“… Lo conocí cantando canciones populares españolas, en 1937. Tenía ojos oscuros de avellano, limpios. La boca, como las manos y el corazón, era grande. Se veía que era más prójimo de los potros serios y de los novillos melancólicos que de aquellos atormentados intelectuales compañeros suyos, llevaba la cabeza casi rapada y usaba pantalones de pana y alpargatas…”

“…Después lo oí recitar poemas de amor y guerra. Sé que fuimos amigos; que caminamos por Madrid en ruinas y por Valencia de noche junto al mar o por las callejuelas intrincadas; se que le gustaba trepar a los árboles y comer sandias…”

“…Después lo oí recitar poemas de amor y guerra. Sé que fuimos amigos; que caminamos por Madrid en ruinas y por Valencia de noche junto al mar o por las callejuelas intrincadas; se que le gustaba trepar a los árboles y comer sandias…”

Solidarizado con la causa republicana, e influenciado por su ideología política, Octavio publicó durante su estancia en España poemas como “Perfil del Hombre” y “No Pasaran”, dando a su obra una visión preocupada y angustiada respecto a las condiciones de vida que se daban en su país natal y en España.

El segundo encuentro entre Octavio Paz y Miguel Hernández se produce en invierno, cuando éste volvía de Rusia y de camino a España pasa por París, dónde Octavio Paz tenía temporalmente su residencia. Miguel se encontraba allí en compañía de León Felipe y su esposa Berta Gamboa. Solían ir a los cafés del barrio latino a jugar al “futbolito”. La esposa de Octavio Paz queda profundamente impresionada con el Miguel que se encuentra tras Rusia, más solemne y claramente marcado por la experiencia soviética. Volvía a España, donde le esperaba la guerra y el hambre y quisieron compensarle. Le llevaron a cenar al “Folies Bergère” y España se les vino encima al estar en su compañía. Así lo recuerda Octavio en su ensayo:

“… Después lo vi en París y su presencia fue como una ráfaga de sol, de pan en la ciudad negra…” “… fue un gran amigo de unos pocos días milagrosos y fuera del tiempo, días de pasión en los que al descubrirte, al descubrir a España, descubrí una parte de mí, una raíz áspera y tierna, que me hizo más grande y más antiguo.”
A través de Miguel Hernández Octavio se reconcilió con aquella parte española que había dejado siempre apartada desde niño.
Finalmente la noticia de su muerte le llegó por boca de Antonio Sánchez Barbudo y de Lorenzo Varela. Miguel Hernández había muerto de tuberculosis a pesar de los esfuerzos que hizo por salvarle un sacerdote amigo suyo.
“… Déjame que te olvide, para que en este olvido siga creciendo tu voz, hurtada ya a tu cuerpo y a la memoria de los que te conocimos…”

Octavio regresó a México y participó entonces en la fundación del diario “El Popular”, del cual llegó a ser redactor jefe en 1939. Y en ese mismo año funda también, junto a Efraín Huerta, la revista de poesía y crítica “Taller” en la que escribió. hasta 1951 y que representó el estandarte de la renovación literaria en México.
Sus escritos en las publicaciones de esta época suponen un papel muy importante en la renovación literaria mexicana junto a otros jóvenes escritores. De éste período son “A la Orilla del Mundo” y “Noche de Resurrecciones”.

En 1940 fundó otra revista, “El Hijo Pródigo”, junto Xavier Villaurrutia.

En 1943 recibió la beca Guggenheim y se trasladó a Estados Unidos donde comenzó sus estudios en la Universidad de California, en Berkeley. Dos años después sirvió como diplomático mexicano trabajando en Francia hasta 1962. Trasladó entonces su residencia a París y allí entró en contacto con André Bretón y Albert Camus y colaboró con las actividades del movimiento surrealista. Allí escribió y publicó su ensayo “El Laberinto de la Soledad”, un innovador estudio antropológico de los pensamientos y de la identidad mexicana con el cual consiguió el reconocimiento internacional.

En 1952 viajó a la India y Japón donde entró en contacto con la poesía y los pensamientos orientales, que tuvieron una gran influencia en su creación literaria posterior. Tres años después fundó, con la ayuda de Leonora Carrington, Juan Soriano y Juan José Arreola el grupo “Poesía en Voz Alta” al tiempo que colaboró con la “Revista Mexicana de Literatura” y “El Corno Emplumado”. En ellas practicó y defendió las posiciones experimentales del arte contemporáneo.

En 1956 inició su aventura teatral con la obra “La Hija de Rapaccini”, pero no logra buenos resultados con la obra. Ese mismo año fue galardonado con el premio Xavier Villaurrutia e inició una relación amorosa con Bona Tibertelli de Pisis, esposa del gran narrador francés André Pierre de Mandiargues, a la que había conocido junto a su esposo durante una breve estancia en Ginebra en 1952.

Regresó a Francia en 1960 y en 1962 fue embajador de México en la India donde conoció a su segunda esposa Marie José Tramini, que sería su compañera hasta el final de su vida. En 1965 publicó un ensayo dedicado a cuatro poetas destacados: Luís Cernuda, Fernando Pessoa, Ramón López Velarde y Rubén Darío.

El 2 de octubre de 1968 se produce en México la "Matanza de Tlatelolco", una sangrienta jornada de represión contra una manifestación estudiantil, tras la cual Octavio renuncia a su cargo de embajador en la India como protesta por los sucesos ocurridos. De este periodo pueden destacarse sus obras “Salamandra” y “Ladera Este”.

En 1971 regresó a México donde dirigió la revista “Plural” que trataba de las críticas, de las letras, el arte, el pensamiento y la política. Pero en 1976 la revista cae y Octavio Paz se une a otros intelectuales para dirigir otra publicación, “Vuelta”, que se convierte en la revista de mayor prestigio en México.

A lo largo de su carrera literaria Octavio Paz recibió numerosos premios como el premio Jerusalén de la Paz en 1977, el  Premio Cervantes en 1981, el Príncipe de Asturias, y el de Tocqueville. En 1985 recibió el Premio Internacional Alfonso Reyes y en 1987 el I Premio Internacional Menéndez Pelayo y el premio de Poesía T. S. Eliot, en Chicago.

Pero el mayor de todos fue el Premio Nobel en 1990 otorgado como reconocimiento universal a toda su obra. Fue un premio importante, ya que, era el primer escritor mexicano en recibirlo.

Apostó siempre por la cultura y el arte. En palabras de Javier Aranda Luna “Le importaba tender puentes entre muchas tradiciones y culturas. Fue promotor de artistas mexicanos. Le gustaba mostrar a México en el mundo y enseñarles lo que se hacía en este país. Todo desde la mirada del poeta”

Entre 1991 y 1995 surgen obras como: “Convergencias”, “Al paso”, “La Llama Doble”, “Itinerario” y “Vislumbres de la India”.

Octavio Paz se destacó como excelente poeta y agudo ensayista. Sus poemarios más importantes son "Luna silvestre" (1933), "Entre la piedra y la flor" (1941), "A la orilla del mundo" (1942), "Libertad bajo palabra" (1949), "¿Aguila o sol?" (1951), "Semillas para un himno" (1954), "Piedra de sol" (1957), "La estación violenta" (1958), "Salamandra" (1962), "Viento entero" (1965), "Blanco" (1967) y "Ladera Este" (1969). En lo que respecta al ensayo, sus obras capitales fueron la mencionada "El laberinto de la soledad", "El arco y la lira" (1956), "Cuadrivio" (1965), "Los signos en rotación" (1965), "Corriente alterna" (1967), "Conjunciones y disyunciones" (1969), "Posdata" (1970), "Los hijos del limo" (1974), "Las trampas de la fe" (1983) y "Tiempo nublado" (1983).

A lo largo de toda su carrera literaria, en sus escritos abundan los temas del amor, del erotismo, de la poesía, de lo religioso y de la metafísica del ser. Su obra se define principalmente por el inconformismo y la experimentación, no puede encuadrarse dentro de ningún movimiento literario, ya que, en ninguno de ellos echó raíces, siempre estuvo alerta ante los cambios poéticos. Su poesía llegó a convertirse en una manifestación muy personal y original destacada por su lirismo y el sentido mágico que Octavio otorgaba a las palabras.

Cuando a finales de 1996 un incendió destruyó su apartamento —perdiendo la mayoría de sus libros y obras de arte—, Octavio Paz empezó a padecer gravemente de varias dolencias relacionadas con el corazón y el cáncer.

Murió en 1998 tras una larga enfermedad y se mantuvo siempre en el centro de la discusión artística, política y social del país.

(Bibliografía completa Octavio Paz)