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Premios Literarios Miguel Hernández 2024 Exposición Bibliográfica Miguel Hernández Genealogía de Ramón Sijé

Coetáneos de Miguel Hernández

Antonio Sequeros López



Antonio Sequeros López vino al mundo el 6 de junio de 1900 en la localidad de Benejúzar, en plena comarca de la Vega Baja, regada por el Segura, el antiguo Tháder, al que él tantas veces reflejaría en sus textos.

Sus primeros estudios los cursa bajo la tutela del recordado D. Angelino Fons, presentando pronto inclinaciones hacia la carrera de las armas, y más concretamente hacia la Armada, algo a lo que su madre se opuso y que se dificultó aún más cuando fallece su padre. Continuaría sus estudios en Alicante y Murcia, y cursa el Bachillerato. En esos momentos en los que también es casi un adolescente, se prepara sólidamente para ingresar en el Cuerpo Técnico de Correos, en el cual termina ingresando tras una muy reñida oposición. Ya consolidada su plaza en Madrid, decide iniciar la carrera de Filosofía y Letras,  doctorándose más tarde.

Gracias a este nuevo impulso, obtiene por concurso una plaza como Profesor Titular de Lengua y Literatura en el Colegio de Huérfanos de Correos, asimilado a un Instituto de Enseñanzas Medias, compartiendo estas labores con las obligaciones también como profesor en el Instituto Politécnico de Madrid. Concursa entonces a unas oposiciones a Cátedra, que aprueba pero sin plaza. Es el año 1932. Solicita que se le destine al Instituto Nacional de Segunda Enseñanza de Orihuela, situado primero en el Colegio de Santo Domingo, administrado por los Jesuitas y trasladado durante la Guerra Civil al también Colegio de Jesús María. Aquí, impartirá docencia en las materias de Geografía e Historia y tiene entre sus alumnos a Justino Marín Gutiérrez (luego Gabriel Sijé), que ya intervino en la conmemoración del Centenario de Gustavo Adolfo Bécquer, a Antonio García Molina o a Luis Bueno Ferrer.    

Sequeros fue muy recordado por muchos de sus alumnos por la amenidad de sus explicaciones, siempre fluidas pero también exactas y cálidas.

Tras finalizar la Guerra Civil, es separado del servicio y se dedica a realizar distintos cursos en Madrid. Vuelve entonces a la Vega Baja, fundando en la localidad de Almoradí el Instituto Politécnico. De fechas cercanas a la creación de dicho centro es también su matrimonio, del cual nacieron varios hijos: Ofelia, María, Antonio..., y su posterior instalación en Orihuela.

Es readmitido entonces al Cuerpo Oficial de Profesores Agregados de Enseñanza Media siendo destinado hasta su jubilación, que tuvo lugar en junio de 1970, al Instituto de Enseñanza Media Alfonso X el Sabio de Murcia, impartiendo Geografía, Historia General de España e Historia del Arte y de la Cultura.

Fruto de su preparación y de su amor a la tierra que le vio nacer, emprendió también una abundante actividad como conferenciante, actividad que le llevó a ser conocido en Torrevieja o Petrer  y a asombrar en Almoradí y Orihuela.

Pero Sequeros no fue sólo un magnífico docente y un magnífico conferenciante. Él fue objeto de una vocación literaria que es casi tan temprana como su dedicación a la enseñanza. Siendo aún muy joven, escribe algunas poesías que van a aparecer en diarios de Albacete, Alicante o Madrid. En Almoradí, vecina a su Benejúzar natal, crea Patria Chica, diario que en muchas ocasiones sólo contará con sus textos. En Albacete, colabora en el Diario de Albacete (1920-21), y en Alicante en El tiempo (1924). En Orihuela, escribirá en El Pueblo de Orihuela (1926) y en Renacer (1929-31) y tras un tiempo de respiro, colabora también con La Verdad de Murcia, Información de Alicante, Brisas Alfonsinas o Semana Santa.

En cuanto a libros, la publicación de estos empieza antes de la Guerra Civil con El poeta y su musa (1934), un libro de poemas. Finalizada la guerra, se siente inspirado otra vez y aparece en 1948 Necesidad de la cultura, que tuvo en su génesis un discurso el Día del Libro en el Teatro Cortés de Almoradí. En 1949 aparece Presencia y misión del arte, siendo en origen un homenaje a la Banda de Música de Almoradí. Tenemos que esperar a 1951 para que publique su verdadero primer libro, Prosas de ayer, y para el cual tuvo palabras muy elogiosas el prestigioso crítico Melchor Fernández Almagro en el diario madrileño ABC.

En 1953 publica Determinantes históricas de la generación del 98, obra muy destacada en el estudio de esta época en lo literario e histórico. Tres años después llega a los anaqueles de las librerías Teoría de la Huerta y otros ensayos, en la que quedó para siempre su amor por el paisaje, la gente y los pueblos. La huerta "posee una personalidad netamente acusada y singular entre los demás paisajes que integran las viejas tierras de España" y "no precisa de leyenda para tener poesía, poesía es toda ella desde que se inicia, tras el laberinto serrano de las tierras murcianas, hasta que muere, (el río) fundido entre el rumor de las olas del mar"... Hasta 1967, no volvemos a tener nada más publicado por él de cierta entidad si exceptuamos las colaboraciones en Semana Santa de Orihuela, desaparecida en 1963. Es el caso de España y Azorín. Cinco años después (1972) se atreve a realizar una biografía del pintor oriolano Joaquín Agrasot, dando a la imprenta ese mismo año Con el 98 y su proyección literaria, obra muy alabada en su momento por el profesor Mariano Baquero Goyanes por captar lo esencial y prescindir de todo lo accesorio.

La huerta, la cultura y el 98 son los tres ejes que vertebran la producción literaria de Sequeros. Sequeros es huertano de nacimiento, culto por su profesión como docente, además de por estudios, y sobre todo, noventaiochista por vocación, como atestiguan los ya citados Determinantes históricos de la Generación del 98 y Con el 98 y su proyección literaria. Este epígono del 98, en palabras de Dámaso Alonso, "nieto" del 98, como él mismo se bautiza, no puede prescindir por un lado de una preciosa prosa que hace que recordemos a Azorín, y, por otro, de una gran hondura sentimental al tocar temas de su entorno más cercano e íntimo.

Sequeros, como algunos han dicho, es azoriniano por su elaborada técnica, que está llena de descripciones, de color y de luz, de la luz del Levante, del Mediterráneo, aunque en otros momentos, sin embargo, su prosa pueda ser caracterizada de muy austera, casi quijotesca porque reduce la esencia de lo vivido a lo mínimo.

Podría hacerse, no obstante, otra clasificación de su producción, haciéndola en torno al paisaje y en torno al 98, un 98 que le lleva a desarrollar una faceta de su personalidad que es común a todos los hombres del 98, el pesimismo. Sequeros será el nuevo paladín de la Generación del 98, ese Segundo Siglo de Oro de las letras, en el cual el afán por redimir a la tierra que aman les lleva a fundirse con ella para hacerla resurgir, frente al Siglo de Oro, en el que como todos saben, la decadencia conducía al autor a lo irreal, a la quimera. Y como muestra, podemos citar el siguiente párrafo de "La habanera, canción de ausencia", que forma parte de Teoría de la huerta y otros ensayos: "Yo nací con la alborada de este siglo, en una alborada pálida de reflejos del 98. Como yo, los españoles de mi tiempo, amanecimos a la vida sobre un nimbo de nostalgias, impregnadas todavía de aquel aliento pesimista y melancólico de una España, de grandes y señoriales gestos, que moría para alumbrar otra España, doliente y redimida que empezaba".

Relación con Miguel Hernández

La relación entre Sequeros y Miguel Hernández es un tanto atípica, siendo el propio Sequeros quien la describa.

Ya en fecha tan temprana como el 1 de febrero de 1952 en el diario murciano La Verdad, en el artículo "Evocación de un poeta", pone por escrito sus recuerdos de Sijé, de Miguel Hernández y de la revista El Gallo Crisis. La imagen que ofrece aquí es tópica, con un idílico Hernández descrito así: "un mocetón fornido, atlético, rebosante de salud (...). Nada de palideces (...). Un exterior trazado en sencillez, en arcádica sencillez, para albergue de su alma infantil y apasionada, hecha de aromas silvestres y de clásicas lecturas, con músicas de frondas y frescuras de prados, bajo cielos de azules purezas, nimbados de infinito".  

Recuerda la conversación que en 1927 mantuvo en Murcia con Jorge Guillén,  la pregunta que éste le hizo: "¿Quién es Miguel Hernández?" y su respuesta sin conocerle: "un gran poeta oriolano".

Finaliza el artículo aseverando que Sijé y Hernández mantuvieron una "modestia ejemplar de sus conductas", cubriéndose a demás las espaldas al citar a Sijé, nada sospechoso de izquierdista.

Cuatro años después, en el ensayo "Orihuela y su escuela literaria", incluido en Teoría de la huerta y otros ensayos (1956), vuelve a intentar hacer una evocación de Hernández. Recuerda otra vez el encuentro de 1927 con Jorge Guillén y la pregunta de ¿quién es Miguel Hernández?, y que tras ese encuentro, casi olvida todo, pues marcha a Madrid a ampliar sus estudios. Es entonces cuando vuelve a quedar sorprendido al aparecer casi de improviso la revista El Gallo Crisis en vísperas del Corpus de 1934. Esta revista deja de manifiesto cómo en su nómina figuraban dos genios: un poeta, el Miguel Hernández del que apenas sabía su nombre, y un prosista, Sijé. Alrededor de ellos, aparecían otros personajes, profesores de instituto, abogados, un Padre Capuchino..., que contaban con un director al que su genio desbordaba, el propio Sijé.

Sequeros, rememorando ese reencuentro, deja por escrito una descripción física de su antes desconocido Hernández, caracterizándolo así: "Un mocetón fornido, atlético, rebosante de salud; de semblante ingenuo y optimista... Su pisada firme, su andar enhiesto - a lo Arcipreste de Hita-; erguida su hermosa testa... Nada más distante del arquetipo de poeta (...) imaginado (...) Un exterior trazado en sencillez (...), para albergue de un alma infantil y apasionada, hecha de aromas silvestres y de clásicas lecturas...".

En 1974, Sequeros realiza una reseña de una obra aparecida poco antes, Miguel Hernández, de Vicente Ramos. En ella destaca tres aspectos: "Teoría de Orihuela", "La Generación olecense de 1930" y "Ramón Sijé", especialmente este último capítulo.

Explica cómo a su modo de ver Ramos se recrea en un conocimiento minucioso del hombre y su obra, de auténtico crítico, indagando sobre todos los aspectos de interés y desvelando datos aún desconocidos. De especial interés resulta su análisis sobre la "Teoría de la naturaleza", donde se describe el hilozoísmo hernandiano.

Hernández volvió a ser recordado más adelante, en 1975, en un artículo aparecido en la revista Oleza (1975-76) titulado "Algo sobre Miguel Hernández" y del que explica que en esos momentos de mentalidad cambiante se había resistido a hablar porque se empezaba a usar como bandera política.

Sequeros va más allá de lo que es recordar el alma hernandiana "bronca, dolorida, desgarrada" como su poesía. Explica que conoció a Hernández en persona en 1933, año de aparición de Perito en lunas. Según su testimonio, se encontraron en el Instituto, sito entonces en el Colegio de Santo Domingo. Miguel no iba solo, le acompañaban Ramón Sijé y el capuchino fray Buenaventura de Puzol. Mantuvieron entonces una conversación por la que se enteró de la aparición de una nueva revista,  El Gallo Crisis, publicada en el Corpus de 1934 y en la que le invitaron a colaborar. Recuerda otra vez su entrevista de Murcia con Jorge Guillén en 1927 y cómo unos años después, y ya ambos en Madrid, le había visto "querido y admirado" por Aleixandre, Salinas, Guillén, Cernuda o Altolaguirre, entre otros, y colaborando en Cruz y Raya o en la Revista de Occidente. Finaliza esa evocación con la rememoración del último encuentro, que tuvo lugar con ambos ya cautivos en las prisiones de Orihuela y Alicante. El artículo se cierra con un análisis somero de su poética, en la cual Sequeros descubre resonancias del Romancero y de composiciones populares de clásicos como Lope, Góngora o Calderón, con un mucho de Garcilaso y un mucho más de Quevedo. Además, si se ahonda más en su esencia, es posible encontrar restos de la luz y la huerta de Levante y de elementos austeros como el páramo de Castilla, una Castilla que le atrajo como si de un Azorín o un Greco se tratase.

El motivo de no haber tratado con más intensidad, y más continuidad, el hernandismo en general y la vida y obra de Miguel Hernández en particular, se debe a dos causas principales: al natural retraimiento de la personalidad de Sequeros y a que por esas fechas ya había conseguido su ilusión de ser catedrático, por lo cual no se percató en su momento del nacimiento de una escuela literaria que germinaría con un poeta, Miguel Hernández y un prosista, Ramón Sijé. Con posterioridad, en fechas más recientes, tampoco trató a Hernández y su obra con la frecuencia que a lo mejor hubiese querido o se hubiese necesitado por los intentos de hacerle bandera de distintas causas políticas, algo que él no merecía. Queda sin embargo, por su frescura, preciosismo y dominio del lenguaje las descripciones que de Hernández hizo y que permiten que le caractericemos sin la ayuda de más elementos gráficos.