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Premios Literarios Miguel Hernández 2024 Exposición Bibliográfica Miguel Hernández Genealogía de Ramón Sijé

Coetáneos de Miguel Hernández

Víctor González Gil

 



Nació en Talavera de la Reina (Toledo) el 30 de marzo de 1912. Sus estudios los realiza en la Escuela de Artes y Oficios de Toledo, pensionado por el Ayuntamiento y la Diputación. Continúa su formación en la Escuela Superior de Bellas Artes de Madrid, obteniendo el título de profesor de Dibujo. Todos estos estudios los concluye con numerosos galardones. En 1936 se le concede el Premio de Modelado del Estado, especializándose en numerosas facetas del arte, compaginándolas con su tarea didáctica de catedrático y profesor de Dibujo en varios institutos de Enseñanzas Medias. Él mismo se definía como un escultor “con pasión”, fuerza que arranca de sus primeros años, con claras influencias del vasco Aurelio Arteta o de Solana.

Este escultor, que perteneció a la generación del 27, mantenía excelentes relaciones y contactos con Gómez de la Serna, Solana, Neruda, Vicente Aleixandre y Miguel Hernández.

Es considerado como el jefe supremo del arte vivencialista en España o Vivencialismo, verdadera primera vanguardia de la posguerra si nos atenemos a cualquiera de sus disciplinas, y primera en un ámbito histórico superior si tenemos en cuenta que se estableció una “conexión” entre saberes y oficios muy diversos, como podían ser las Matemáticas, el Dibujo, la Poesía, la Medicina o la Economía. Este movimiento fue fundado en 1950 por un grupo de intelectuales y artistas, entre los que se encontraba Víctor González Gil, reunidos en la Tercera Tertulia del café Gambrinus en Madrid, nombrando como Presidente a Francisco Trujillo Marín. Más tarde, Víctor entraría a formar parte en el año 1983 del grupo Pórtico 3, que posteriormente se trasladaría al Ateneo de Madrid, asistiendo a las tertulias que se reunía los miércoles, en el café León, en el Círculo de Bellas Artes y en el Café Gijón.

Víctor González Gil era un artista liberal, que por imperativo de la época tuvo que acogerse a la imaginería religiosa para poder sobrevivir. En 1939 tenía o trabajaba en una imprenta en Madrid, en la calle Garcilaso, ciudad en la que acabó viviendo y trabajando en su taller de escultor.

Entre sus muchas obras, que se encuentran repartidas por toda España y fuera de ella, destacamos su Cristo de la Fe en Madrid, el Cristo de la Serradilla en un museo de Moscú, la Flagelación y la Oración del Huerto en Madrid, el Monumento a la Constitución Española en Talavera de la Reina…

Desde el año 1931 ha expuesto en infinidad de ciudades españolas, italianas e inglesas, colaborando en diversas publicaciones, obteniendo premios en dibujo, escultura y grabado, así como en medallas conmemorativas, que era una de sus especialidades, teniendo en su haber más de 30 galardones.

Víctor González Gil está presente a través de sus obras en muchos rincones de Talavera, en numerosas iglesias y hasta frente al Prado, en el monumento a la Constitución, una de sus últimas obras, no son muchos los que saben que su talento se extiende por toda España, desde Santander a Jaén pasando por Madrid, y por todo el mundo, de Moscú al Amazonas, en forma de Virgen, de tallas, de retablos, de bustos...Desde 1983 fue Académico de Bellas Artes en Toledo.

Realizó gran cantidad de obras para la Semana santa de Jódar (Jaén), así como otras obras en domicilios particulares.

El escultor manchego falleció en 1992, dejando su última obra sin terminar, esta obra es la imagen del Señor de las Penas (Ciudad Real), talla completa de madera que representa a un Nazareno en postura de "Humillación" con la Cruz a cuestas, por lo que fue terminada y policromada por el escultor Faustino Sanz Herranz.

En 2006 el Ayuntamiento de Talavera dedicó una exposición a la obra y vida del artista talaverano, reflejando la voluntad de sus paisanos de dejar escrito su nombre en la memoria para siempre.

Relación con Miguel Hernández

Miguel Hernández y Víctor González Gil se conocían desde los tiempos en que este último publicaba en Talavera de la Reina una revista mensual llamada “Rumbos” en la que Miguel colaboró al menos en una ocasión, publicando su poema “Pastora de mis besos” el 15 de junio de 1935.

El escultor quería dar a conocer a su gran amigo Miguel, y acudían juntos a las tertulias del café Pombo en Madrid. Gracias a él nació de manera indirecta la relación entre Arturo del Hoyo y Miguel Hernández, siendo Víctor González Gil escultor e íntimo amigo tanto de Miguel como de Arturo.

En una entrevista aparecida en “El Diario Montañes” el 23 de julio de 1977 aparece una entrevista realizada a Víctor González Gil mientras asistía como oyente a unos cursillos de arte en la cual relata los penúltimos días de Miguel Hernández. Al preguntarle sobre cuando entraron las tropas de Franco en Madrid, responde: “Unos días antes de entrar los nacionales en Madrid y como sabía la sana actuación de Miguel como poeta soldado de la cultura, me fui a buscarle al local donde tenían sus oficinas los intelectuales antifascistas. Yo tenía mucho miedo que a Miguel, como era un niño grande, le pasara algo, pues en estas guerras civiles, no reparten precisamente caramelos; disimulando el mío propio me decidí por echar una mano”.

Miguel se marcharía al extranjero, por recomendación de Luis Almarcha, pasando por Sevilla camino a la frontera portuguesa. Víctor González Gil fue a despedirle hasta la calle de la Alameda la mañana del 26 de marzo de 1939. El poeta le dijo que se iba a Sevilla a ser pastor. “Estaba con V.Valle. De ahí le llevé a casa de María Fernanda, la que después se casó con el pintor Eduardo Vicente y que vivía en la calle de la Alameda. Le dije que se quedara en mi casa, pero no aceptó. Sin documentación se marchó a Sevilla, para que le avalasen los poetas Luis Llorente y Murube, que no le ayudaron. Marchó a Portugal, donde me dijo más tarde le habían apalizado. Le vuelve la Guardia Civil a España, que se portaron correctamente con él”.

Miguel recurriría de nuevo a su amigo Víctor González Gil para ocultarse en casa de éste en Madrid, tras haber sido detenido en Portugal y hecho prisionero en Torrijos. “Ingresa en la cárcel de Torrijos de Madrid. Me envía una nota para que le haga llegar a un poeta de Sevilla, que no recuerdo el nombre. Yo le llevé un colchón a la cárcel. Vuelve a salir de la cárcel, como siempre, sin ninguna documentación. Le pusieron en la calle por exceso de “clientela”.

Al ser puesto en libertad en Madrid por no ser identificado, acude nuevamente a Víctor González Gil: ”Se me volvió a presentar a mí porque sus amigos Vicente Aleixandre (por terror) y José María Cossio, no le pudieron ayudar en aquellos trágicos momentos. Recibe un aval del cura de Orihuela. Neruda, parece ser que hizo una gestión con el obispo de París, sin resultado”.

Víctor González Gil ofreció asilo durante un tiempo a Miguel en su casa (calle de Garcilaso, 10), con la condición de que se mantuviera oculto y si escribía a Josefina no pusiera remite alguno porque se delataría.

Víctor González Gil afirma en “La voz del Tajo”, durante una conferencia dada en las Primeras Jornadas de la Juventud el 11 de noviembre de 1981(1978?): “Miguel Hernández escribió “Las Nanas” y algunas cancioncillas en la parte de arriba de su casa de Talavera” y “abajo en el patio, se pasaba el día subido a la higuera, como si estuviera en Orihuela”.

Así lo relataba González Gil en el suplemento del “ABC” el 26 de marzo de 1978: “Por las tardes, se escapaba para ir a ver al poeta Eduardo Llosent Marañón que vivía en un hotel de la plaza Santa Bárbara, a pesar de que yo le decía que no debía salir de casa, fue a verlo muchas veces en breve tiempo. A lo que Miguel iba era a pedirle un salvoconducto para marchar a Orihuela. Yo no compartía la idea, pero creo que fue Marañón quien al fin le consiguió el salvoconducto y ya no hubo forma humana de retenerle en casa. Así que una tarde fui a despedirle a la calle Padilla. Recuerdo que antes de salir estaba preocupado porque no sabía qué regalo llevarle a Josefina. Entonces, para que no se gastase el poco dinero que llevaba, le di un globo de cristal, una lámpara que yo tenía en casa, y se lo llevó. Aquel sería, posiblemente, el último regalo que Miguel le hizo a Josefina.” En “El Diario Montañes” afirma: “Pasó un mes en mi estudio, y un día decidió marchar a Orihuela. Yo le aconsejé que no lo hiciera, pero se empeñó y fue su puntilla. Antes fue conmigo a la Embajada de Chile, pero otros refugiados le aconsejaron no se quedara, entre otros, estaban Arturo Soria y Marañón, desde hacía tres días. Yo insistí en que no hiciera caso y se quedara, y volví con él a la Embajada, pero no se atrevió a entrar y volvió a mi casa. Cansado, nervioso y pensando que no había matado ni denunciado a nadie, partió, en contra mía, a su pueblo, donde le detuvieron el día de su cumpleaños, cuando su padre lo celebraba comiendo una paella”.

Casi se podría decir que Víctor González Gil actuó como un padre para Miguel fuera de su hogar, ofreciéndole cobijo, compañía y todo cuanto pudiera necesitar. Así queda como prueba la correspondencia entre ambos, expuesta en Talavera de la Reina, con motivo del homenaje que rindió el pueblo a su paisano. Queda reflejado en los diferentes testimonios recogidos del escultor talaverano, la confianza que Miguel depositaba en éste, al acudir a él en los momentos de dificultades, y el cariño con que los relata, refleja la amistad que los unió.