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Premios Literarios Miguel Hernández 2024 Exposición Bibliográfica Miguel Hernández Genealogía de Ramón Sijé

Coetáneos de Miguel Hernández

Urrutia de Luis, Leopoldo

 

Leopoldo Urrutia de Luis

Leopoldo Urrutia de Luis nació en Córdoba el 11 de mayo de 1918. Pasó su infancia y su adolescencia en Valladolid, donde cursó los estudios de Magisterio. Posteriormente se traslada a Madrid, donde reside desde los 17 años.

En 1944 se casó con María Gómez Sierra, la que fuera su compañera hasta su fallecimiento en el año 2002.

Poeta y crítico español, está considerado como un valioso representante de la poesía de posguerra. Su poesía es calificada de social y de testimonio; y como crítico, publica sus trabajos en las revistas Ínsula, Poesía Española, o Revista de Occidente,Imagen de la revista "Occidente",  entre otras.

En el campo de la biografía, destacan especialmente sus trabajos sobre Vicente Aleixandre y Antonio Machado.

A Leopoldo de Luis se le ubica en la primera generación de posguerra, y para él una generación no es sino el punto preciso de lo que abre o cierra, las historias que propicia o las que bloquea, los ríos que hace fluir o las aguas estancadas de su aletargamiento. Entre los valores que caracterizan a nuestro poeta, destacamos tres: su conciencia del tiempo, su poesía es actual; su hondura expresiva y, sobre todo, su preocupación social.

Su contacto con el pueblo abatido y cautivo marcó su vida y su poesía. Porque, por encima de todo, Leopoldo de Luis es poeta. Desde su primer libro en 1946 hasta hoy transcurren más de 45 años de creación constante y entrega total a la palabra.

En uno de los poetas más representativos de la poesía española actual, y su obra ha sido objeto de estudio de autores españoles y extranjeros.

Su primera obra poética, Alba del hijo, fue publicada en 1946, y realizada desde la sencillez del análisis intimista. A esta primera obra le siguen otras que reflejan cierta inquietud existencial como Huésped de un tiempo sombrío (1948), Los imposibles pájaros (1949), Los Horizontes (1951), Elegía en otoño (1952), y El extraño (1955).

Posteriormente se encarga de reflejar la realidad colectiva en obras como Teatro real (1957), Juego limpio (1961), La luz a nuestro lado (1964) o los incluidos más tarde en Reformatorio de adultos (1990).

Si toda esta obra vale ya por sí sola una vida de poeta, en los últimos treinta años se ha incrementado con libros de la fuerza expresiva de Con los cinco sentidos (1970), Igual que guantes grises (1979), Del temor y la miseria (1985) o El viejo llamador (1996). En Poesía de posguerra y Generación del 98 (1997), realiza un recuento personal de la experiencia literaria. Recientemente, ha sido publicada su obra poética completa  (2003).

Además de su producción poética, destaca su trabajo crítico; en el libro Poesía aprendida (1975) se recogen diversos artículos sobre poetas de las generaciones del 98, 27 y 36. De su labor como ensayista podemos destacar obras como Poesía social española contemporánea (1968), Poesía española religiosa contemporánea (1969), Vida y obra de Vicente Aleixandre (1978), Una muchacha mueve la cortina (1983), Aproximaciones a la vida y la obra de León Felipe (1984), Gonzalo Morenas de Tejada. Un modernista olvidado (1986), Antonio Machado, ejemplo y lección (1988), Los pájaros en Aleixandre (1993) o Aproximaciones a la obra de Miguel Hernández (1994).

También se ocupó de publicar en 1976 la obra poética completa de Miguel Hernández, del que fue amigo y a quien conoció en plena guerra en Alicante.

La extensa labor de Leopoldo Urrutia de Luis ha sido ampliamente reconocida con numerosos premios y distinciones. En 1968 fue galardonado con el premio Ausías March de poesía por De aquí no se va nadie. En 1976 consiguió el Álamo de poesía de la Delegación Nacional de Cultura por la obra Otra vez con el ala en los cristales.

Igual que guantes grises le hizo ganar el Nacional de Poesía en 1979, concedido por el Ministerio de Educación y Cultura. En la década de los 80 consiguió los premios Villa de Madrid: Francisco de Quevedo de poesía - Ayuntamiento de Madrid y Villa de Rota - Fundación Alcalde - Zoilo Ruiz Mateos, por Entre cañones me miro y Una muchacha mueve la cortina, respectivamente.

Entre 1992 y 1999 le fueron otorgados los premios Internacional de Periodismo Miguel Hernández, Pablo Menasa de Lucía, Atlántida de poesía, León Felipe de poesía y Miguel Hernández de poesía.

También ha obtenido el premio Paul Beckett de poesía en el año 2002 por Cuaderno de San Bernardo. Finalmente cabe destacar la consecución de los premios Nacional de la Letras Teresa de Ávila, Nacional de las Letras y Nacional de Literatura en 2002, 2003 y 2004, respectivamente, como reconocimiento al conjunto de su obra.

RELACIÓN CON MIGUEL HERNÁNDEZ

Leopoldo de Luis y Miguel Hernández llegaron a conocerse durante la guerra civil en tierras levantinas. De Luis lo ha narrado en el artículo "Cómo conocí a Miguel Hernández (notas para el recuerdo)", publicado en la revista madrileña "Valor de Palabra" (1991) y en las Actas del I Congreso Internacional "Miguel Hernández" (1992).

Además coincidieron en una rara publicación de guerra junto con Gabriel Baldrich. Esta publicación fue "Versos en la guerra. Miguel Hernández, Gabriel Baldrich, Leopoldo Urrutia", editada en Alicante en 1938.

En el prólogo de dicha publicación, Schneider, presidente del Comité Provincial del Socorro Rojo Internacional de Alicante, apela al compromiso de los artistas para defender el país y su cultura. Presenta a los tres poetas y destaca que la mayoría de las composiciones reunidas en este librito son romances, pues esta forma estrofica recoge los ideales y aspiraciones de los pueblos. Los autores donan sus derechos al Comité Provincial. La edición la cuidó Alejandro Urrutia (padre de Leopoldo de Luis), tanto en la parte literaria como en las ilustraciones.

Desde muy temprano, Leopoldo de Luis utilizó los versos para homenajear de forma íntima al poeta oriolano, como lo hicieron otros muchos amigos de Miguel Hernández, burlando la censura imperante.

De él, dijo Leopoldo de Luis: "La poesía de Miguel Hernández procede como por deslumbramientos. Deslumbrado por la metáfora gongorina, creó la gracia barroca de "Perito en lunas". Deslumbrado por los conceptos de Calderón, crea el Auto sacramental. Deslumbrado por Garcilaso y Quevedo, nace "El rayo que no cesa". Deslumbrado por el surrealismo, escribe un importante grupo de poemas como "Vecino de la muerte", "Sino sangriento" o las Odas a Neruda y Aleixandre. Deslumbrado por el heroísmo popular, surge "Viento del pueblo". A todos estos deslumbramientos les insufla su acento personal, su manera de sentir la naturaleza, su apasionado entusiasmo, partiendo siempre de la realidad circundante. Ya cerca de los treinta años, el poeta se da de manos a boca con la decepción: El hombre acecha al hombre. Y aparece una poesía herida y heridora, llena de amargura y de desencanto, pero hermosa y humanisima, que, a pesar de todo, no pierde la fe en el hombre y en la libertad. El "Cancionero y romancero de ausencias" emerge como una joya de la poesía amorosa de todos los tiempos. La obra de Miguel Hernández es una de las más entrañables, humanas y sinceras de la poesía española".

Su primer poema dedicado coincide con su estreno como crítico hernandiano. Éste fue "Elegía Tercera a Miguel Hernández", incluida en su poemario Los Horizontes (1951)

ELEGIA TERCERA

A Miguel Hernández

Quiero aprender lecciones de la fuente;
la pena de vivir tornar en canto,
en manar suficiente.
fecundo ser sobre el inútil llanto.

El tiempo triste, en turbia lejanía
vuelve su oscura y rechinante noria.
No es un estéril cielo la elegía;
sí la patria mejor de la memoria.

Tu elegía, Miguel, son los sembrados,
el agrio yermo, el olivar hirsuto.
los llevaban tus ojos reflejados
en su cielo absoluto.

Esta tierra de España, dolorida
como un vientre parido de tristeza,
hermosamente canta por su herida
tu hombría de los pies a la cabeza.

Resoles, moreneces de aceituna,
riscos cabrales, encendido huerto,
en silencioso llanto, luna a luna,
madurando fecúndanse de muerto.

Fecúndanse de ti, que fuiste un día
queriendo levantar hombres y montes,
queriendo dar a luz la poesía,
la fe, los horizontes.

Levantabas los ojos con un peso
de heroico sol. Mirabas hondamente.
Llevabas el destino como un beso
fatal sobre la frente.

Se pudo presentir, porque tenías
el corazón como desnudas rosas
bajo escarcha de ajenas cobardías
volcado como amor sobre las cosas.

Naciste de la tierra y la cantabas
tal la canta el olivo, tal el sauce;
como la canta por las sierras bravas
el río en el sonar hondo del cauce.

Tu verso está en la encina y en el agua,
en el crujir del pegujal reseco.
Arde en la sangre como oculta fragua.
le responde la vida como un eco.

Le responde la vida y la muerte lo embebe
hasta la sed más honda de los huesos.
Sobre la patria que pisaste llueve
tu voz como agua en hontanares presos.

Y cae con un destino de paloma
herida, sobre el campo, y lo enaltece.
Lo dora como el sol de loma en loma.
tu voz que crece y crece.

Tu voz de par en par, igual que el alba
inaugurando soles y verdades;
encendido el temblor, la palabra que salva;
levantando ciudades.

Desde la ósea raíz de tus talones
al imborrable cielo de tu frente
de hombría y dignidad dando lecciones
era tu vida como heroico puente.

Tu corazón al verso le ponía
una sangre tan clara y luminosa
que quema en ascua y sol tu poesía
y alumbra generosa.

Ya no quiero llorar frente a las olas
que mojaron tu infancia de cabrero
que arrullan, cerca de tus huesos, solas,
tu muerte de poeta verdadero.

Vamos a ser, Miguel, igual que el trigo
que el llanto y el sudor sazona y grana,
y aquel que de tu gloria fue testigo
multiplique su fe cada mañana.

Él mismo ha comentado en varias ocasiones alguna anécdota sobre su relación con Miguel Hernández, como la que se publicó en el suplemento "Miguel Hernández en el 35 aniversario de su muerte en ABC (1977)": "Conservo un recuerdo personal que revela el hondo sentido de la amistad que tenía Miguel. En el verano de 1937 acudió a mí para que, entre ambos, gestionásemos el expediente de inutilidad para Justino Marín Gutiérrez, el hermano de "Ramón Sijé" - el amigo muerto, el de la famosa elegía -, muchacho enfermizo. Miguel lo protegía como a un hermano menor, y procuraba librarlo de los sufrimientos del frente. Hablaba de él con un afecto entrañable. El chico de salud precaria, no tardó muchos años en morir, aunque sobrevivió a Miguel. Todavía llegó a publicar, firmando con el nombre de Gabriel Sijé".

Leopoldo de Luis es uno de los hernandianos más conocidos y respetados, no sólo por el amplio eco de las ediciones en la que ha tomado parte sino también por los numerosos rotativos en los que ha publicado artículos en la prensa diaria.

 

Tu verso está en la encina y en el agua,
en el crujir del pegujal reseco.
Arde en la sangre como oculta fragua.
le responde la vida como un eco.

Le responde la vida y la muerte lo embebe
hasta la sed más honda de los huesos.
Sobre la patria que pisaste llueve
tu voz como agua en hontanares presos.

Y cae con un destino de paloma
herida, sobre el campo, y lo enaltece.
Lo dora como el sol de loma en loma.
tu voz que crece y crece.

Tu voz de par en par, igual que el alba
inaugurando soles y verdades;
encendido el temblor, la palabra que salva;
levantando ciudades.

Desde la ósea raíz de tus talones
al imborrable cielo de tu frente
de hombría y dignidad dando lecciones
era tu vida como heroico puente.

Tu corazón al verso le ponía
una sangre tan clara y luminosa
que quema en ascua y sol tu poesía
y alumbra generosa.

Ya no quiero llorar frente a las olas
que mojaron tu infancia de cabrero
que arrullan, cerca de tus huesos, solas,
tu muerte de poeta verdadero.

Vamos a ser, Miguel, igual que el trigo
que el llanto y el sudor sazona y grana,
y aquel que de tu gloria fue testigo
multiplique su fe cada mañana.

Él mismo ha comentado en varias ocasiones alguna anécdota sobre su relación con Miguel Hernández, como la que se publicó en el suplemento "Miguel Hernández en el 35 aniversario de su muerte en ABC (1977)": "Conservo un recuerdo personal que revela el hondo sentido de la amistad que tenía Miguel. En el verano de 1937 acudió a mí para que, entre ambos, gestionásemos el expediente de inutilidad para Justino Marín Gutiérrez, el hermano de "Ramón Sijé" - el amigo muerto, el de la famosa elegía -, muchacho enfermizo. Miguel lo protegía como a un hermano menor, y procuraba librarlo de los sufrimientos del frente. Hablaba de él con un afecto entrañable. El chico de salud precaria, no tardó muchos años en morir, aunque sobrevivió a Miguel. Todavía llegó a publicar, firmando con el nombre de Gabriel Sijé".

Leopoldo de Luis es uno de los hernandianos más conocidos y respetados, no sólo por el amplio eco de las ediciones en la que ha tomado parte sino también por los numerosos rotativos en los que ha publicado artículos en la prensa diaria.