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Coetáneos de Miguel Hernández

Juan Gil-Albert

 

Juan Gil-Albert abrió los ojos como Juan de Mata Gil Simón al mundo el 1 de abril de 1904, día de Viernes Santo, fecha que quizá pesaría demasiado en su trayectoria vital debido a lo azaroso de la misma. Su madre tenía entonces 19 años y su padre, 29. De esta época, recordaría siempre la existencia de un profesor particular en su casa y haber asistido a un colegio de monjas.

Con ocho años de edad, experimenta el desarraigo por primera vez. Su padre, monta en ese 1912 en Valencia un almacén de ferretería y se ve obligado a trasladarse allí con su familia, aunque en verano volvían a la finca de El Salt en Alcoy. Poco después, ingresará como interno de los Escolapios para asistir al colegio.

Estos años son también muy importantes para su formación posterior, interviniendo en ella la prensa y la música. El mismo autor recordaría años después las sobremesas de las cenas, en las que su padre, suscriptor tradicional de Las Provincias y La Correspondencia, leía estos diarios y su madre interpretaba piezas musicales al piano.

Tres años después, en 1915, la familia consigue trasladarse a una vivienda recién terminada, por lo que Juan deja de estar como interno. Este año realiza y aprueba el examen de ingreso de bachiller.

En 1920, tras finalizar el bachiller, inicia en la universidad los estudios de Derecho y Filosofía y Letras. Son estudios que continuará tan sólo dos años, hasta 1922, ya que se dedica a escribir. En este último año participó en un curso de verano de la Universidad de Tours, que sería su primer contacto con Montaigne. También este año va a ser importante por las amistades que entabla, como por ejemplo con César González Ruano.

Juan Gil-Albert tuvo una única novia, Maruja Pastor, con la que romperá pronto, aunque de forma amigable, al descubrir sus tendencias homosexuales.

En 1927, con veintitrés años, publica su obra La fascinación de lo irreal, que pronto cosecharía el reconocimiento de gran parte de la crítica especializada. Esta obra presenta influencias reconocibles de Óscar Wilde y Gabriel Miró, a los que lee, pero además constituye, como adelantábamos más arriba, el nacimiento efectivo de Juan Gil-Albert, apellido obtenido de la unión de los apellidos paternos mediante un guión.

Durante este año, y hasta 1929, aparecerán los primeros artículos de prensa de Gil-Albert. Los primeros, lo harán en El Noticiero Regional de Alcoy, pero no despreciaría otras cabeceras como El Mercantil Valenciano, La Gaceta Literaria e incluso en Las Provincias, que le premiaría en un concurso. En éstas, aparecerán también reflexiones en prosa y poemas que más adelante recogerá en sus libros.

Se inicia también por estos años en la lectura de las obras de Gide y Nietzsche, pero también de Ortega, Unamuno, Pérez de Ayala o Valle Inclán, cuya influencia le lleva a publicar Vibración de estío.Imagen de la publicación Vibración  En este año, le es presentado su admirado Gabriel Miró, iniciando también un viaje a Castilla en cuyo transcurso descubre a Antonio Machado.

Gil-Albert publica en 1929 Cómo pudieron ser. Galerías del Museo del Prado, un libro muy vanguardista y atrevido, al que sigue en 1931, fruto de las conversaciones que mantiene con quien él considera maestro, Gabriel Miró. El escritor y el hombre.

Bastante curtido en la prosa, gracias a sus lecturas y a sus ya descritos escarceos en la prensa, prueba la crónica en Crónicas para servir al estudio de nuestro tiempo, libro reseñado por Cipriano Rivas Cherif en un artículo titulado "Un cronista extravagante", que apareció entre otros en El Sol.

En 1934 llegan las Misiones Pedagógicas a Valencia, momento que aprovechará para trabar amistad con Antonio Sánchez Barbudo, Ramón Gaya y Enrique Azcoaga, y ello sin contar a García Lorca, que también llega a la capital del Turia con La Barraca. También en estos momentos continúa con sus colaboraciones periodísticas.

Dos años después nos encontramos ya a Gil-Albert en el bullicioso Madrid de la época. Allí continúa aumentando la nómina de sus amistades con Bergamín, Cernuda, Altolaguirre, Neruda, Zambrano o Rosa Chacel entre otros. En ese año de 1936, publica Misteriosa Presencia, un precioso libro de sonetos que no llegaría a distribuirse, y el surrealista y anti-fascista Candente horror.

Junto a Arturo Serrano Plaja y Emilio Prados, es nombrado secretario del II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, inaugurado en 1937 en Valencia.

En 1938, su casa se convierte en el escenario para la creación de una de las revistas míticas de la guerra civil, Hora de España, de la que será secretario desde su número XIII (enero de 1938). En Barcelona, publicará Son nombre ignorados. Incorporado finalmente al XI Cuerpo de Ejército, elabora con Manuel Altolaguirre y Ramón Gaya la hoja. Granada de las letras y las armas en homenaje a García Lorca.

Antes de acabar la guerra, hacia febrero de 1939, atraviesa la frontera, siendo conducido al campo de concentración de Saint Ciprien, en el que permanece tan sólo quince días, el tiempo que la Alianza de Intelectuales Antifascistas tarda en reclamarle junto al grupo de Hora de España. De allí se traslada a Perpignan y luego a Poitiers, embarcando finalmente en mayo para México. En el país azteca, será secretario de la prestigiosa revista Taller, que dirigía Octavio Paz, publicando además algún trabajo de crítica. Escribe también en otras revistas como Romance, donde se ocupaba de la crítica de cine firmando pocas veces las críticas, recogidas en 2003 en el volumen La mentira de las sombras, de Juan Cano Ballesta, y en Letras de México y El hijo pródigo.

En 1942, inicia un largo viaje que le lleva por toda América del Sur. Este viaje le proporcionó la oportunidad de colaborar y aparecer en las páginas de algunos de los periódicos más importantes del mundo, como recordaría más tarde. Esto le ocurriría en Argentina, a la que llega en 1944, participando en Correo Literario, Sur y sobre todo La Nación de Buenos Aires, famoso por su suplemento cultural, en el cual habían publicado originales Ortega y Gasset o Unamuno. Durante su estancia en este país, que alargará hasta 1945, se encuentra entre otros con Rafael Alberti y Arturo Serrano Plaza, regresando a México, aunque sólo por un corto periodo de tiempo, ya que regresa a España en 1947.

Una vez instalado otra vez en Valencia, fallece su cuñado, quedando inmortalizado en su Concierto en "mi" menor, recogiendo además a sus cinco sobrinos, que pasan a vivir con él en su casa. Este periodo daría inicio a lo que muchos denominarían su "exilio interior", en el que será leído en círculos muy reducidos y que no finalizaría sino en los años setenta, y que sin embargo no quiere decir que deje de publicar. De hecho, en 1949 aparece El existir medita su corriente.Imagen de El existir medita su corriente El año siguiente, 1950, es también de infausto recuerdo para Juan Gil-Albert: su padre fallece y debe ocupar su puesto como presidente del Consejo de Administración de la empresa familiar.

Esta nueva ocupación, sin embargo, no va a minar del todo su capacidad creativa. Así, publica un libro de sonetos, Concertar es amor (1951), y La gata Venecia (1954), tras un viaje a Italia en el que se reencuentra con Ramón Gaya y Concha Albornoz, y en un año en el cual se deteriora su situación económica. A estos títulos le siguen en 1955 Intento de una catalogación valenciana y Contra el cine.Imagen de Contra el cine.

Los años sesenta empiezan relativamente bien para él. Primero aparece Poesía (Carmina manu tementi ducere) en 1961, iniciándose su redescubrimiento por parte de la crítica especializada y los autores de cierta juventud. El crítico pionero será José Domingo, en Ínsula, en 1964, continuando en 1968 con la tesis doctoral de Juan Lechner El compromiso en la poesía española del siglo XX, y en 1972 con su inclusión en el libro de Jiménez Martos La generación poética de 1936. Obras suyas de estos años son también La trama inextricable (1968) y Fuentes de la constancia (1972).Imagen de Fuentes de la constancia (1972).

Tras un hecho luctuoso para él, como es la muerte de su hermana Tina en 1973, se reanuda otra vez la publicación de obras de Gil-Albert.

En 1974 publica La meta-física, Los días están contados, Crónica general y Valentín (Homenaje a William Shakespeare) y se reeditan Concierto en "mi" menor y Contra el cine y continúa el reconocimiento a su labor, como demuestra la tesis doctoral de su sobrino, César Simón, Lenguaje y estilo en la obra poética de Juan Gil-Albert.

En 1975, le será concedido el premio Juan Ramón Jiménez por parte de la revista Reseña, publicándose Memorabilia y Heraclés. Sobre de una manera de ser, Las ilusiones, con los poemas de El Convaleciente.

Un año después recibe el premio Pablo de Olavide en Barcelona, continuando la publicación de obras suyas: A los presocráticos,Imagen de A los presocráticos, Homenajes e Impromptus y Cantos rodados. En 1977 aparecerán Drama patrio. Testimonio 1964 y El retrato oval, reeditándose El existir medita su corriente. Igualmente, la revista sevillana Calle del Aire le dedica su primer número. No será sin embargo hasta 1978 cuando su ciudad natal, Alcoy, le otorgue la Peladilla de Oro, apareciendo también publicados ese año Un mundo. Prosa. Poesía. Crítica.

Los premios que va recibiendo se van extendiendo poco a poco por toda la geografía nacional, recibiendo en 1979 el Premio Aldebarán en Sevilla, año en el cual aparecen también publicados Razonamiento inagotable con una carta final, Breviarium Vitae, Imagen de Breviarium Vitaeextensa colección de notas breves y ensayos y El ocioso y las profesiones, obra acreedora al anteriormente citado premio. La prensa, poco a poco y ante la cantidad y calidad de sus obras y los reconocimientos que recibe, se hace eco de Gil-Albert. Es el caso del suplemento cultural del diario Información de Alicante, que en 1980 le dedica varias páginas, en un año en el cual aparecen Mi voz comprometida (1936-1939) y la reedición de su Gabriel Miró.

En 1981 parece que, por fin, es hora del reconocimiento por parte de las instituciones culturales oficiales, el cual llega primero de la mano del Institut Alfons el Magnànim, que inicia la publicación de su Obra Poética Completa y luego por parte del Centro Asociado de la UNED de Elche, que le dedica el segundo número de su revista L'Arrel. En ese año aparece también publicados Los Arcángeles y Variaciones sobre un tema inextinguible.

Los años 1982 a 1985 son, quizá, los años que le reporten los homenajes más estimados, los que le otorgan sus paisanos. El primero se produce en 1982, cuando la ciudad que le dio cobijo tantos años, Valencia, le declara Hijo Adoptivo y le concede el Premio de las Letras Valencianas. En cuanto a publicaciones, ese año aparecen los tres primeros volúmenes de su Obra Completa en Prosa y El ocio y sus mitos, junto con el libro de Pedro J. De la Peña Juan Gil-Albert. Este año es, sin embargo, un año que finaliza tristemente, ya que fallece su madre en diciembre.

Siguiendo con los reconocimientos y homenajes, en 1983, le llega el segundo, el del municipio que le vio nacer, Alcoy. Nombrado Hijo Predilecto, recibe la medalla de Oro de la ciudad, a la vez que le dedican un número del suplemento La Casa del Pavo. Es también este año la fecha de aparición de los volúmenes 4 y 5 de su Obra Completa en Prosa.

1984, es el tercer año consecutivo de homenajes a Juan Gil-Albert. Entre otros, es nombrado Doctor Honoris Causa de la Universidad de Alicante y la Diputación de Valencia publica Homenaje a Juan Gil-Albert. Literatura y compromiso político en los años treinta. En ese mismo año, se publican también los libros Juan Gil-Albert, de su vida y obra, de César Simón y El razonamiento inagotable de Juan Gil-Albert, de Luis A. De Villena. Se reedita ValentínImagen de Valentín y aparece la edición facsímil de Vibración de estío y la edición crítica de Fuentes de la constancia, junto con los volúmenes 6,7 y 8 de la Obra Completa en Prosa, y España: empeño de una ficción .

Finalmente, en 1985, es nombrado Presidente del Consejo de Cultura Valenciana de la Diputación de Valencia, un año en el cual aparecen también la edición facsímil de La fascinación de lo irreal y los volúmenes 9 y 10 de la Obra Completa en Prosa.

Sin embargo, tras todos los homenajes que le habían sido dedicados, en 1987 se produce en Valencia una circunstancia muy grata y que le traerá muchos recuerdos. Se cumple el 50 aniversario del II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura y participa en el Congreso Internacional de Intelectuales y Artistas que se celebra en junio para recordarlo. En ese año, desciende la cantidad de obras publicadas, apareciendo Cartas a un amigo, el volumen 11 de su Obra Completa en Prosa, y la reedición de Heraclés. Sobre una manera de ser.

Los últimos seis años de la vida de Juan Gil-Albert continúan con esa tónica de relajación en cuanto al número de publicaciones. Entre estas, destacan Tobeyo o del amor, en 1990 y Homenaje a México el mismo año y la aparición del volumen 12 de su Obra Completa en Prosa en 1989. También hay que recordar algunos de los estudios que se siguen publicando sobre la vida y obra de Juan Gil-Albert. Es el caso del publicado por Joaquín Calomarde titulado Juan Gil-Albert, imagen de un gesto, publicado en 1988.

Juan Gil-Albert fallecería en la capital del Turia, el domingo 3 de julio de 1994.

Recordando a Juan Gil Albert podemos destacar como más sólido y corpóreo al que se nos manifiesta desde el año 1947, siendo el de años anteriores para muchos un personaje un tanto desubicado. El Gil-Albert que nace en el 47, con su admiración puesta en lo cinematográfico, empieza a escribir de lo que sabe, de sí mismo, realizando como decía Gil de Biedma una "meditación autobiográfica" en sus obras, obras plenas de lo mediterráneo y de vitalismo. Eso por lo que hace a su prosa.

En cuanto a su poesía, podríamos decir que en ella se dan cita por un lado multitud de elementos relacionados con el mundo clásico, como los mitos y por otro el tema del amor, al que a veces se une el homoerotismo, un tema que aparece reflejado en obras como Heraclés, Valentín o Tobeyo y que reflejan su inclinación en los momentos en los que la misma era más que nunca algo prohibido.

Sin embargo, queda una faceta para terminar de perfilar este retrato, la vertiente política de Gil-Albert, una vertiente completa, iniciada con el acercamiento al movimiento obrero y al comunismo en sus inicios y que más adelante se transforma, manteniendo en sus ensayos de tipo político una defensa de valores liberales como la tolerancia o la libertad. El resultado, una manera diferente de mirar y ver el mundo, una mirada muy particular que cumple este año el centenario de su nacimiento.
 

Relación con Miguel Hernández

A pesar de haber nacido ambos en la misma provincia, aunque en poblaciones distantes, la relación entre ambos fue muy escasa, casi podríamos decir que puntual. Algunos autores, han trazado en algunos de sus artículos lo que les une y les separa. Es el caso de Manuel Molina y su artículo "Convergencias y divergencias entre dos escritores alicantinos", publicado el 7 de agosto de 1984 en La Verdad de Alicante y publicado también en La sombra vencida. Miguel Hernández. Encuentro con el poeta. (Orihuela, Empireuma-Círculo Uno, marzo, 1987, pp. 30-31).

Molina inicia su disertación describiendo de forma muy somera el lugar en el que nacen cada uno y la diferencia de temperamento de ambos, derivada de ese entorno. Esa diferencia, sin embargo no es tal a la hora de buscar un autor al cual emular, ya que ambos se sentirán atraídos desde muy jóvenes por la obra del alicantino Gabriel Miró.

En cuanto al campo, la actitud de ambos va a ser diferente, pues mientras Gil-Albert, que pertenece a la burguesía acomodada, va al campo poco menos que de vacaciones, Miguel Hernández lo vive como parte de su trabajo.

Los primeros libros de ambos, pasarán desapercibidos también en su momento, no llegando a ser apenas conocidos.

Durante la contienda, ambos colaboran con la República y llegan a coincidirr a veces en las mismas publicaciones, caso de Hora de España, aunque con las consabidas diferencias, ya que Gil-Albert escribía sus colaboraciones desde un despacho y Miguel Hernández lo hacía desde el frente.

Los dos van a acudir al Congreso Internacional de Escritores Antifascistas de Valencia y los dos publican sendos libros sobre la tragedia bélica. Estos eran Cadente horror y Son nombres ignorados, en el caso de los escritos por Gil-Albert, y Viento del pueblo y El hombre acecha los de Miguel Hernández.

Tras estas coincidencias, vuelven las diferencias, pues mientras que Gil-Albert tiene la suerte de poder salir al exilio, del que vuelve en 1947, quedando recluido en su mundo estético y con poco eco en sus escritos. Por el contrario, Miguel Hernández deja su vida en la cárcel, es el año 1942, siendo poco a poco su obra cada vez más y más buscada.

Pero volviendo al tema que nos ocupa, la relación entre ambos poetas, se ha creído ver que Miguel Hernández alude a Juan Gil-Albert en su poema "Llamo a los poetas" de El hombre acecha, a pesar de la opinión de Puccini, que insiste en decir que ese Juan es Juan Larrea, aunque según las últimas investigaciones es más que probable que se tratase de Juan Rejano, también amigo y compañero de partido.

Juan Gil-Albert describe perfectamente la primera y casi única vez como él dice, que se encontró con el de Orihuela. Se trata de "Notas para un carnet: Miguel Hernández", prólogo a De oscura presencia, de Juan Miguel Romá. (Valencia, La Rueda, 1965), texto publicado también en el número 139 de Revista de Occidente (octubre de 1974 pp. 72-76), en Documenta Miguel Hernández, (Valencia, 1985 pp. 61-62) y finalmente en el libro Miguel Hernández, del que es editora Carmen Alemany, (Alicante, CAM, 1992, pp. 377-381).

Tras comentar su último encuentro con Federico García-Lorca, explica que pocos días después de encontrarse con el de Granada, coincidió en la casa-imprenta de Manuel Altolaguirre con Miguel. Explica cómo ese día, además de Altolaguirre y su esposa, la también poetisa Concha Méndez y su vecino Luis Cernuda, asiduo a sus ágapes literarios estaban presentes el elegante Moreno Villa y ellos dos, Miguel y Juan. Continúa explicando el contraste que ejercía Miguel con los presentes, tanto por su juventud como por la libertad de su atuendo. Gil-Albert, describe incluso cuál era su indumentaria: la chaqueta de pana de color herrumbroso sobre una camisa blanca de cuello desabrochado, mostrando su ancho cuello y exhibiendo su rostro curtido, un rostro que no hacía presagiar su triste final.

El encuentro, finalizaría intercambiándose ambos ejemplares firmados y dedicados de sus obras, puesto que ellos no se conocían y podrían así aproximarse más en su conocimiento. Los libros eran El rayo que no cesa y Misteriosa presencia, libros de sonetos en los dos casos, publicados por la mano preciosista de Altolaguirre en su editorial, Ediciones Héroe.

Continúa Gil Albert disertando en este texto sobre la impresión que le produjo la lectura del mismo. Para él, fue toda una sorpresa encontrar algo tan elaborado y con resabios tan clásicos que hacían recordar a Góngora, Quevedo, Calderón o Lope de Vega, pero sin despojar a su poesía de su origen popular y de la sensualidad.

En agosto de 1937 se volverían a encontrar durante el Congreso de Intelectuales Antifascistas, en el que el alcoyano fue secretario de organización con Emilio Prados y Arturo Serrano Plaja. A éste último, se le encargó redactar la ponencia colectiva del grupo y que les incluía a ambos, a Miguel y a Juan Gil-Albert. En ella, se aludía a la diferente procedencia del grupo y se resumía con la frase: "Distancias como las que hay entre el origen enteramente campesino de Miguel Hernández, por ejemplo, y el de una burguesía refinada que puede significar Gil-Albert". Como se ve fue un encuentro un poco extraño, más de palabra que físico.

Finaliza hablando de su muerte, que según Gil-Albert haría de él poco menos que un ídolo de la juventud. Hablar de él sin pensar en la muerte, en su muerte, será un privilegio según Gil-Albert y termina publicando íntegro el poema "El sudor", elemento que les haría también tan diferentes, pues como queda claro desde el principio y vistos los dispares orígenes sociales de Miguel Hernández y Juan Gil-Albert, Hernández se refiere al sudor por el trabajo, pero al trabajo campesino, muy distinto al sudor del ocio que experimenta Gil-Albert en sus viajes al campo tal y como Manuel Molina apuntaba al inicio de estas líneas.