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Coetáneos de Miguel Hernández

Ricardo Fuente Alcocer

 

En el año 2003 volvieron a ver la luz dos dibujos originales de Miguel Hernández que le hizo el artista republicano madrileño Ricardo Fuente Alcocer en el Reformatorio de Adultos de Alicante, donde fueron compañeros en la posguerra. Junto a los dedicados al poeta de Orihuela, había otros muchos dibujos realizados en el mismo lugar. Todas estas obras estuvieron ocultas, en carpetas, desde el final de la guerra civil, en un piso de la calle madrileña Guzmán el Bueno, propiedad de Carmen Caamaño, la viuda de Ricardo Fuente. Pero este artista también está vinculado al poeta por haber sido una de las pocas personas que estuvieron presentes en el momento de su entierro.

Era un hombre inteligente, de espíritu joven y carácter jovial. Llegó a la ciudad de Alicante en 1935, donde fue catedrático de Dibujo en el Instituto de la ciudad en plena guerra, 'pero me echaron del cargo por 'rojillo' y yo no he tenido jamás paciencia en mi vida para hacer instancias y solicitudes de readmisión. Yo ya no quiero que me repongan. ¿Para qué? Con 70 años casi. Pero hablemos de Miguel, no de mí', decía en una entrevista concedida al diario alicantino La Verdad el 9 abril de 1976. Y es que la modestia era otra de sus virtudes.

En Alicante se amarró a los hombres y a las costumbres durante algunos años, conoció el presidio y trató con Miguel Hernández. En abril de 1976, Enrique Entrena, reportero del mencionado periódico, recogió los recuerdos de Fuente sobre su anterior estancia en la ciudad y sobre Miguel, aunque Fuente advertía de antemano que 'soy una nulidad en esto de recordar, pero voy a hacer un esfuerzo'.

Cuando el martes 28 de marzo de 1939 las tropas de Franco estaban a punto de tomar Madrid, varios miles de personas se congregaron en el puerto de Alicante para salir del país. En el puerto quedaron retenidas sin posibilidad de escapatoria, al estar el recinto protegido por rejas y con el acceso bajo control, alrededor de 15.000 personas, que comenzaron a ser desalojadas una vez entraron en Alicante, en la tarde del 30 de marzo, las fuerzas de la División 'Littorio' del 'Corpo di Truppe Volontarie' que comandaba el general italiano Gastón Gambara. 'Entre aquel terrible marasmo provocado por un gentío desesperado y confuso -como señala Joaquín Santo, director del Instituto Alicantino de Cultura 'Juan Gil-Albert' en el catálogo de la exposición 'Arte Preso', Alicante, julio 2004- se encontraba un matrimonio con un niño de apenas días, el catedrático de Dibujo del Instituto de Alicante Ricardo Fuente Alcocer, su esposa Carmen Caamaño Díaz y el hijo de ambos, Ricardillo, nacido el 18 de marzo en San Juan de Alicante'. Santo obtuvo estos datos y los siguientes que se transcriben del testimonio que el alicantino José Ramón Clemente Torregrosa, abogado, cineasta y amigo de Ricardo Fuente le hizo con motivo de la exposición 'Arte preso. Dibujos y acuarelas en el Reformatorio de Adultos de Alicante (1939-1941). La colección de Ricardo Fuente', que tuvo lugar en el Palacio de la Diputación de Alicante del 6 al 28 de julio de 2004.

No obstante, la familia Fuente consiguió burlar a los vigilantes, cuando era encaminada a un campo de concentración improvisado en la carretera de Valencia, entre La Goteta y Vistahermosa. Huyeron a refugiarse en San Juan, donde tenían estrechos vínculos con la familia de Roberto Torras: 'pero pronto son denunciados en el pueblo, detenidos y trasladados, Ricardo al Reformatorio de Adultos de Benalúa y Carmen con el niño a la cárcel de mujeres que se hallaba muy cerca', apunta Santo.

Ricardo Fuente nació en Madrid el 2 de noviembre de 1906. Su padre, de igual nombre, fue fundador de la Hemeroteca Municipal de Madrid y director del diario El País. Mientras estudiaba Medicina, cuya carrera no pudo concluir, trabajó como caricaturista en el periódico El Sol, junto al insigne Luis Bagaría, ejerciendo también como dibujante humorístico en las revistas Gutiérrez y Buen Humor. Su formación y cualidades artísticas le favorecieron a la hora de presentarse a la obtención de una cátedra de Dibujo, que consiguió ganar, siendo destinado al Instituto de Alcalá de Henares (Madrid). De allí marchó después al de Alicante. En el Ateneo de esta ciudad conoció en 1935 a José Ramón Clemente.

Al estallar la guerra civil, Ricardo Fuente se marchó al frente, mientras su madre y hermanas buscaron refugio en el pueblo alicantino de Aguas de Busot y su esposa Carmen fue enviada en 1937 a Cuenca, donde ejerció como Gobernadora civil. Concluida la guerra, Fuente fue enviado al Reformatorio de Adultos de la avenida de Aguilera. 'Para poder ver a su hijo, le obligará a que éste sea bautizado y a casarse por la iglesia el más influyente y polémico de los capellanes, el padre jesuita José María Vendrell', explica Joaquín Santo. Este reformatorio, que se había proyectado para un máximo de 700 reclusos, reunió en los primeros años de la posguerra a cerca de 4.000. Ricardo Fuente fue colocado en la celda número 22 de la 4ª galería. La compartió con Gastón Castelló, José Ramón Clemente, Luis Jiménez, Rigoberto Martín, Fabregat, Moll y a veces con Miguel Abad Miró y Melchor Aracil. A comienzos del verano de 1941 se incorporaría al centro el poeta Miguel Hernández.

En un artículo publicado en la revista Historia 16 (nº 331, año XXVII, pp. 104-111, noviembre 2003), el periodista e investigador valenciano Francisco Agramunt afirma que 'la vida cotidiana de los presos republicanos en las cárceles franquistas, al término de la guerra civil, fue un terreno especialmente fértil para el desarrollo del talento creador de los artistas considerados 'rojos' o de izquierdas, recluidos en ellas al haber salido tras el pronunciamiento militar del 18 de julio de 1936 en defensa de la causa popular'. El Reformatorio de Adultos de Alicante acogió en los primeros años de la década de los cuarenta a más de una veintena de artistas, desde pintores, dibujantes, cartelistas, escultores y grabadores hasta arquitectos y fotógrafos, pasando incluso por historiadores y críticos de arte de renombrado prestigio nacional. No sólo eran alicantinos, sino también del resto de la geografía española, la mayoría capturados por las tropas franquistas e italianas cuando trataron de huir desde el puerto de Alicante con destino a Argelia.

Fuente se definía en La Verdad: 'soy caso socio fundador del Reformatorio de Alicante'. La guerra civil terminó el 1 de abril de 1939 y 'el dos o el tres estaría entrando yo por la puerta (...) Cuando yo entraba, salían los otros. Sin duda alguna, entré el primero y no me puedo acordar exactamente el tiempo que estuve ... pues sería por los 2 o 3 años'. Pese a lo que podría suponerse, Fuente contaba que no conoció a Miguel Hernández en el Reformatorio: 'nosotros ya éramos amigos de antes. No puedo recordar ni cuándo ni cómo lo conocí, pero pienso que debió ser en Madrid y, por supuesto, antes de la guerra. Allí en la cárcel pronto se corrió la voz de que habían ingresado a Miguel Hernández y fue cuando nos encontramos'.

En la cárcel, emprendió la férrea labor de dar testimonio a través de dibujos, pinturas y aguadas de sus vivencias en prisión y de la vida de sus compañeros presos. 'Su experiencia carcelaria trascendió lo meramente ideológico para subrayar la importancia de la actividad artística en un contexto de represión, de humillante hostigamiento físico y psicológico y de dificultades de toda clase. Pero sobre todo es ejemplar porque su producción puso de manifiesto el espíritu de lucha, la dignidad y la fortaleza de un hombre fiel a unos principios morales y a una ideología asumida en su juventud', afirma Francisco Agramunt.

Por su parte, añade Joaquín Santo que 'la supervivencia en la cárcel se intentaba sobrellevar de la mejor manera posible, procurando los internos sacar a relucir su sentido del humor para compensar las calamidades y, como ejercicio de autoestima, dando los artistas rienda suelta a su creatividad. La presencia de muchos de ellos, propició el que hubiera un cuarto destinado a la pintura donde se guardaban útiles diversos, atriles que hacían la función de caballetes y alguno de estos (...) Acostumbraba a hacer sus dibujos en la celda, sentado con las piernas flexionadas sobre las que colocaba un cartón que le servía de base. La técnica empleada para realizar muchas de las caricaturas consistía en hacer primero el retrato del natural y luego, con un papel de calco encima, exagerar las facciones'.

Acerca de los famosos dibujos del poeta de Orihuela realizados en el Reformatorio, explicaba el propio Fuente que Miguel Hernández no le pidió que se los hiciera. Sobre el retrato más conocido, decía que: 'yo se lo hice una tarde que estábamos solos, sentados en el patio. Se lo enseñé y se enfadó. No le gustó nada, me dijo que podría haberlo sacado por lo menos 'velazqueño' ... Luego el dibujo se lo di a Concha Zardoya y he perdido el original'. Fuente hablaba después del segundo dibujo: 'Hay otro que le hice que me gusta más. No se ha publicado aún (...) Estaba sentado en el suelo, apenas si se le veía la cara, tenía una toalla en la cabeza para que no le diera tanto el sol ... Solía utilizarla muchas veces'. El madrileño desconocía o no recordaba que este dibujo sí había sido publicado por Concha Zardoya en 1955.

Los principios que movieron la vida de Fuente y su trabajo artístico fueron los mismos que defendieron y siguieron algunos de sus compañeros de prisión, como los artistas Gastón Castelló, Miguel Abad Miró, Melchor Aracil, José María Torregrosa, Vicente Olcina y el poeta Miguel Hernández.

Recordaba Ricardo Fuente en la mencionada entrevista aparecida en La Verdad en 1976 que no compartió celda con el poeta oriolano, 'pero nos pasábamos el día juntos en el patio, dando paseos de un lado para otro. Recuerdo que gran parte del día se lo pasaba regañándome porque decía que, aunque estaba todo el día dibujando, no aprovechaba los tipos pintorescos que había en la cárcel. Y era verdad. Yo dibujaba y rompía'. No obstante, aclaraba que Miguel Hernández no estaba enfermo cuando se encontraron en el Reformatorio: 'ni mucho menos. Era un hombre saludable que se pasaba el día andando y tomando el sol. Debió caer enfermo después de salir yo', pero no podía decir cuando, porque 'no he tenido en mi vida noción de las fechas'.

Añadía que en la cárcel Miguel Hernández no escribió 'ni una sola línea: guardaba los versos en la cabeza. Yo le decía que se le iban a olvidar y él decía que eso era imposible (...) Luego, cuando murió, me sorprendió mucho saber que había unos versos suyos escritos en la cárcel; yo, desde luego, lo desconocía'. Ricardo Fuente suponía que no escribía 'por temor, por temor a que le rompieran los versos'.

Recordaba muchas anécdotas de Miguel: 'cuando fui soldado hubo que hacer un himno al batallón; yo, como tenía gran amistad con poetas, se lo encargué a Garfias y éste lo escribió ... ¡Cuando se enteró Miguel ...! Rápidamente se puso él a escribir uno, y lo escribió, pero no llegó a tiempo (...) Creo que eso es algo que no me perdonó nunca. Decía que sonaba a 'chin, chin' el que había hecho Garfias'.
Ricardo Fuente, al igual que otros artistas presos en Alicante, fueron testigos excepcionales del fallecimiento de Miguel Hernández. Algunos de estos artistas le ayudaron durante su estancia en la enfermería de la prisión, así como en sus últimos momentos de vida, captando incluso en sus bocetos la imagen del poeta recién muerto. Así evoca el pintor alcoyano Miguel Abad Miró, amigo de Miguel y del propio Ricardo Fuente, aquellos pavorosos momentos: 'salimos y, a la hora establecida, estábamos ante la puerta del reformatorio. Antes, propusimos la posibilidad de velar el cadáver, pero Sanidad dijo que no. Mientras esperábamos en la puerta, escuchamos una marcha fúnebre, interpretada por una banda de presos; a las seis de la tarde salió una tartana, con un caballo, que llevaba el cajón y detrás, una jardinera, subimos las cinco personas que estábamos allí; Josefina Manresa, su hermana Elvira, Consuelo -una vecina -, Ricardo Fuente y yo. Llegamos al cementerio, donde había seis personas más (había mucho miedo), y, con Ricardo, sacamos la caja y decidimos abrirla para ver cómo lo habían amortajado. ¡Igual está desnudo!, pensamos. Resultó que no, que estaba vestido y tenía los ojos azules abiertos, completamente. Recuerdo que dijo 'ni siquiera le han cerrado los ojos'. Conseguí cerrarlos y, poco después, tras llevarlo al nicho, fue encerrado'.

Después, Abad Miró, tras surgir divergencias en cuanto al pago de la lápida, decidió pagarla él mismo por un importe de 700 pesetas, cantidad equivalente al sueldo de dos meses que tenía el pintor: 'se propuso que la pagáramos entre todos los amigos, ya que costaba 700 pesetas (dos meses de sueldo), pero hubo quien dijo que aquello era muy peligroso por lo que, al final, la pagué yo. Para hacerse una idea de lo que era la época, sirve como muestra que al día siguiente del entierro el director del reformatorio mandó llamar a Ricardo Fuente, pues le había llegado el comentario que yo hice sobre los ojos abiertos de Miguel Hernández, aunque no sabía exactamente de quién había salido; una vez allí, le leyó un informe del forense en el que, textualmente, se decía que Miguel dormía siempre con los ojos abiertos porque estaba muy flaco'.

Fuente no recordaba bien cuándo y cómo se enteró de la muerte del poeta: 'imagino que me lo diría Miguel Abad Miró, el arquitecto que compartía con nosotros todos los ratos y que ahora vive en Sevilla. Desde luego, yo estaba ya en la calle, eso lo recuerdo, y desde la calle estaba plenamente informado de cómo iban las cosas: si le hacía una radiografía, de los resultados de los análisis (...) Sí, creo que me lo dijo Miguel Abad'. Sin embargo sí se acordaba del día del entierro: 'salimos de la cárcel en una tartana 4 o 5 personas: Miguel Abad, su mujer, una cuñada, yo (...) No recuerdo a nadie más'. Después, volvió al cementerio 'el día que pusimos la lápida que nosotros mismos  y el tipo de letra que debería llevar'. Sin embargo, no recordaba si colaboró en el pago de la misma.  

Durante su estancia en el Reformatorio de Alicante, Fuente hizo otra serie de obras mucho menos conocidas. Cuenta Santo que 'para congraciarse con el nuevo régimen político y poder distraerse en funciones prácticas que les reportaran beneficios dispares, ante la destrucción de buena parte del patrimonio artístico de la Iglesia, muchos de aquellos pintores y escultores, agnósticos en su mayoría, realizaron obras de temática religiosa, bien decorando la capilla del Reformatorio, bien para otros lugares, como el propio Ricardo Fuente, que hizo la 'La Divina Pastora' existente en la primera capilla de la derecha de la iglesia del monasterio de la Santa Faz'.

El dibujante, pintor y caricaturista Ricardo Fuente, salió de la cárcel hacia el año 1942, a tenor de las fotos en las que aparece en el puente del ferrocarril de La Marina, frente al paseo de Gómiz, con su hijo y su mujer. Tras sobrevivir a la cárcel, trabajó como maquetador y diseñador en la editorial Aguilar hasta mediados de los años cincuenta, realizando espléndidas ilustraciones. Precisamente, en 1952, hizo para esta editorial la cubierta de la antología 'Obra escogida' de Miguel Hernández en edición de Arturo del Hoyo, amigo de Ricardo Fuente. De allí pasó al laboratorio farmacéutico IBYS, donde ocupó el cargo de director comercial hasta su jubilación. También colaboró en el Banco Urquijo y la editorial Tecnos.

Al referirse a Miguel Hernández, recordaba Ricardo Fuente Alcocer en 1976 que 'hacia su persona no se hizo justicia, porque nada más caer enfermo se lo tenían que haber llevado a Valencia, a un sanatorio que se llamaba Porta Coeli y no se consiguió. Yo creo que no se le atendió debidamente, no ya en la cárcel, en donde apenas había medios, sino por aquellos que estaban fuera y se podían haber preocupado por su vida (...) Por eso me indignó tanto el libro de Guerrero Zamora, en el que dice muchas cosas que no son ni mucho menos verdad'.

Sin embargo, opinaba Fuente que 'se ha dicho toda la verdad sobre Miguel Hernández (...) Era ese ser excepcional del que tanto se ha hablado. Todo aquel que tenía hablar de él lo hacía así. Aún en vida (...) Era muy humano, muy simpático, que no gracioso, pero sí irónico hablando, con esa ironía que corresponde a una cabeza excepcional (...) Culto ... sí, mucho, se había preocupado de cultivarse leyendo constantemente. Sólo por encima de él estaba la poesía (...) Hablábamos de literatura, de dibujo ...'.

Como dibujante, el artista madrileño afirmaba que Miguel Hernández 'tenía una cara de porcelana, con un color rojizo oscuro por el sol y con brillo de porcelana. Recuerdo perfectamente su color y sus ojos clarísimos de los que tanto se ha hablado'.

Fuente falleció en Madrid el 28 de septiembre de 1986. 'Simpático, ocurrente, también buen escritor, con un humor a menudo hiriente y sarcástico, temperamental, fiel a sus ideas e impulsivo'. Así lo definió a Fuente en mayo de 2004 su amigo José Ramón Clemente, mientras que Marina Olcina González, que fuera concejal del Ayuntamiento de Alicante en la recta final de la guerra, destacaba de Fuente 'su solidaridad, su saber estar, su exquisita sensibilidad, su finísimo sentido del humor eran un regalo para sus compañeros'.