Coetáneos de Miguel Hernández

Antonio Machado



Poeta y prosista español, perteneciente al movimiento literario conocido como generación del 98. Probablemente sea el poeta de su época que más se lee todavía. Nació en Sevilla y vivió luego en Madrid, donde estudió. En 1893 publicó sus primeros escritos en prosa, mientras que sus primeros poemas aparecieron en 1901. Viajó a París en 1899, ciudad que volvió a visitar en 1902, año en el que  conoció a Rubén Darío, del que será gran amigo durante toda su vida. En Madrid, por esas mismas  fechas conoció a Unamuno, Valle-Inclán, Juan Ramón Jiménez y otros destacados escritores con los que mantuvo una estrecha amistad. Fue catedrático de Francés, y se casó con Leonor Izquierdo, que morirá en 1912. En 1927 fue elegido miembro de la Real Academia Española de la lengua. Durante los años veinte y treinta escribió teatro en compañía de su hermano Manuel que también era poeta.  Cuando estalló la Guerra Civil española estaba en Madrid. Posteriormente se trasladó a Valencia, y Barcelona, y en enero de 1939 se exilió al pueblo francés de Colliure,  donde murió en febrero.

Su nombre completo es Antonio Cipriano José María y Francisco de Santa Ana Machado Ruiz y nació el 26 de julio de 1875 en Sevilla. Fue el segundo de seis hermanos de una familia intelectual liberal y progresista, de ideales próximos al krausismo por la rama paterna. Sus padres fueron Ana Ruíz Hernández y Antonio Machado Álvarez. Su hermano mayor, Manuel, que también fue poeta, había nacido un año antes que Antonio y trabajó junto a él en varias de sus obras. Luego vinieron José, que nació en 1879, y que hizo varios retratos a su hermano Antonio, Joaquín, nacido en 1881 y los más jóvenes, Francisco que nació en 1884 y Cipriana, la menor de todos que falleció a los 15 años.
Habitaban en la planta baja del célebre Palacio de las Dueñas, propiedad de la casa de Alba, que compartían con otros inquilinos. La familia de Antonio Machado estuvo muy vinculada a las letras, sobre todo su padre y su abuelo que influyeron profundamente en la sensibilidad Del futuro poeta. Su padre había nacido en Santiago de Compostela en 1846. Era licenciado en Derecho y Filosofía y Letras y su gran pasión fue el estudio del folklore. Entre otras cosas fue el que inició los estudios folklóricos en España, fundó la revista El Folk-Lore Andaluz (1882-83) y publicó Colección de cantes flamencos (1881), la Biblioteca de las tradiciones populares españolas (1884-86) y Cantes flamencos (Colección escogida) (1887). Fue masón, intelectual positivista y anticlerical, amigo de Joaquín Costa y Francisco Giner de los Ríos; escribió en varios periódicos, entre ellos “La Justicia” (periódico republicano de Nicolás Salmerón). Firmaba sus obras como Demófilo (amigo del pueblo), pseudónimo que utilizaba. Fue sin duda uno de los primeros alimentos intelectuales de Machado y fuente de gran parte de su inspiración.


Con ellos vivían también los abuelos paternos: Antonio Machado y Núñez y Cipriana Álvarez Durán (sobrina del insigne polígrafo Agustín Durán, compilador de un Romancero general, 1849, muy bien conocido de Antonio Machado). El abuelo, Antonio Machado y Núñez, era catedrático de ciencias naturales de la Universidad de Sevilla. Nació en Cádiz en 1812. De joven emigró a Guatemala, estudió medicina en París con el eminente sabio español Orfila, y fue catedrático de las Universidades de Cádiz, Santiago de Compostela y Sevilla, de la que sería rector. Fue gobernador de Sevilla (1869-70), introdujo las ideas de Darwin en España y fundó con Federico de Castro, rector de la Universidad de Madrid, la “Revista mensual de Filosofía, Literatura y Ciencias” (1869-74). En 1875 renunció a la cátedra a raíz de la expulsión de Giner de los Ríos y otros profesores krausistas por el gobierno Cánovas y no volvería a ella hasta 1881, con la restitución de los profesores durante el gobierno liberal de Sagasta.
 
Machado pasó su infancia en Sevilla y a la edad de 5 años entró, junto con su hermano Manuel, en el Colegio de don Antonio Sánchez. Siempre recordó su infancia:

“[…] Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales. […]
Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano. […]”

En 1883, su abuelo es nombrado profesor de la Universidad Central de Madrid y toda la familia se traslada a dicha ciudad ya que dependía económicamente de él. Antonio Machado, que contaba entonces con ocho años de edad, comenzó sus primeros estudios en la Institución Libre de Enseñanza. La familia tenía amistad con algunas de las principales figuras de esta Institución como Bartolomé Cossío, Joaquín Costa o Francisco Giner de los Ríos, que fue su fundador y amigo personal del padre de Machado desde tiempo atrás.

La Institución Libre de Enseñanza desempeñó un papel fundamental en la vida del poeta. Podemos decir que su formación ética y hasta ciertas modalidades de su inteligencia y sensibilidad fueron típicamente institucionistas. Antonio Machado recordaría más tarde que su amor al paisaje y a la naturaleza lo había aprendido en la Institución. Además se practicaba una enseñanza mixta, contra la costumbre de esa época en España y esatba considerada como el mejor centro educativo de su tiempo.


En 1889 Antonio comienza sus estudios de bachillerato en el Instituto San Isidro donde cosecha algunos suspensos, entre ellos, curiosamente, en francés y lengua castellana. Más tarde se matriculará por libre en al Instituto Cardenal Cisneros, donde continuará su formación por libre. Es en esta época cuando comienza a sentir gran inclinación por el teatro, la pintura, el periodismo y las corridas de toros. Los hermanos Antonio y Manuel acuden juntos a las representaciones del Teatro Español, cuyo director y primer actor es Rafael Calvo, amigo del padre. Allí conocen a los hijos del actor, del mayor de los cuales, Ricardo, se hacen inseparables amigos. A este pequeño grupo se le une también Antonio Zayas. Antonio Machado llegará a intervenir, así como su hermano, en pequeños papeles teatrales. Frecuentan la vida bohemia, los salones, los museos, las tertulias, los cafés y muy pronto todos comenzarían a escribir versos. Solían reunirse en el Café Fornos a hablar de teatro, literatura, política o toros. Allí tenía también su tertulia el poeta Enrique Paradas, editor del semanario satírico, “La Caricatura”. Acuden también en esta época, a la tertulia que don Eduardo Benot, antiguo profesor de los hermanos en la Institución, tenía en su casa y frecuentan la Biblioteca Nacional donde realizan interminables sesiones de lectura. El padre de los dos hermanos, Antonio Machado Álvarez, había seguido publicando sus estudios de folclore y algunos artículos para el periódico “La Justicia”, que salía bajo la inspiración de don Nicolás Salmerón. Sin embargo esto no era suficiente para el sustento familiar. Buscando mejor fortuna, consigue el puesto de registrador de la propiedad, que ha de ejercer en Puerto Rico. Espera ganar el suficiente dinero como para poder regresar pronto a España. Sin embargo, al poco de llegar a la isla enferma gravemente de tuberculosis. Muere prematuramente en 1893 a los cuarenta y seis años. Los problemas económicos derivados de este hecho afectan a la familia y Machado debe abandonar sus estudios.


Ese mismo año, Machado y su hermano publicarán en “La Caricatura” sus primeros escritos, formados sobre todo por artículos costumbristas en prosa coloquial y ligera. Ambos firmaban con seudónimo, Antonio como “Cabellera” y Manuel como “Polilla”. Los escritos en colaboración los firmaban como “Tablante de Ricamonte”.


Dos años más tarde muere el abuelo de Machado, don Antonio Machado y Núñez. Su abuela, doña Cipriana, y su madre, deciden trasladarse del número 98 de la calle Fuencarral al número 148 de la misma calle que era más modesto. Llegados a este punto la situación económica de la familia se ha hecho muy delicada. Los estudios de Machado sufren muchas interrupciones, por ello no terminará el bachillerato hasta 1900. En el año 1895 Manuel, viaja a Sevilla a estudiar la carrera de Filosofía y Letras. Antonio se queda en Madrid y trabaja en tareas lexicográficas para don Eduardo Benot, ayudando así a la mala situación económica de la familia.


En 1897, Manuel Machado regresa a Madrid. Vuelve a unirse el grupo formado por los dos hermanos, Ricardo Calvo y Manuel Zayas. Se reanudan las tertulias, los paseos y las charlas sobre teatro. En una de las numerosas tertulias que frecuentan conocen a Valle-Inclán. Pero a la antigua bohemia sucede ahora una inquietud más seria por la literatura y la necesidad de trabajar para ayudar a la familia. Antonio comienza a preparar unas oposiciones para empleado del Banco de España pero lo deja pronto. Ni le gustaba la contabilidad ni su caligrafía era lo que se esperaba en la época de un empleado de banca.


En la primavera de 1898 los hermanos Antonio y Manuel Machado viajan a Sevilla. La vuelta a los escenarios de la niñez, inspirarán al poeta nuevos versos, como los que  componen el poema VII . Estamos en la época en que el Modernismo hace su deslumbrante aparición con “Azul” y “Prosas Profanas” de Rubén Darío. Se inaugura una nueva manera de plantear el problema candente de España de la mano de Unamuno o de Ángel Ganivet. En estos años Machado conoce a escritores como Salvador Rueda y Francisco Villaespesa.


Su hermano Manuel se traslada a París y en 1899 Machado viaja a la ciudad francesa para visitarlo. Durante este primer viaje, Machado trabajará como traductor en la en la editorial Garnier y entrará en contacto con autores como Oscar Wilde y Pío Baroja. También asiste a las clases del filósofo Henri Bergson que le impresionan profundamente. Regresa a España y entra a formar parte como actor de la compañía de Fernando Díaz Mendoza. El 25 de Septiembre de 1900 se gradúa y alcanza por fin el título de bachiller.
El 30 de enero de 1901 se estrena en Madrid “Electra”, de Benito Pérez Galdós. El drama galdosiano provoca un gran escándalo en las facciones de derechas y algunos jóvenes escritores como Ricardo Calvo, Antonio de Zayas, Valle-Inclán, Unamuno, Azorín y el mismo Machado reaccionan dando lugar a la aparición de la revista “Electra”, cuyo primer libro sale a la calle el 16 de marzo.
En 1902, Machado regresa a París. Durante esta segunda estancia conoce al poeta Rubén Darío y Antonio le muestra los poemas que escribía para su primer libro. Rubén Darío los definió como “admirables”. Desde entonces ambos autores estarían unidos por una sincera amistad y mutua admiración. Machado sigue impregnándose de la cultura parisina mientras escribe y a primeros de agosto regresa de nuevo a Madrid.  


Conoce entonces personalmente a  Juan Ramón Jiménez, de quien había leído y admirado su primer libro, “Ninfeas”. Ambos autores establecieron una relación de amistad que se consolidó en el tiempo. Estos contactos personales y la lectura de los  simbolistas, junto con Rubén Darío y los románticos Gustavo Adolfo Bécquer y  Rosalía de Castro, son las principales influencias que se aprecian en los poemas  que publicó en diversas revistas literarias durante estos años y que plasmó en su primer libro, “Soledades”,  una breve recopilación de sus poemas, escritos entre 1889 y 1902 y cuya primera edición vio la luz a finales de enero de ese mismo año. Con esta publicación Machado inaugura sin saberlo una gran carrera literaria.

En “Soledades” se aprecia una búsqueda centrada en el análisis del yo, es una poesía simbolista y cargada de sentimiento personal. La realidad en estos poemas interesa sólo en cuanto a que podía producir esos sentimientos. Todo en Soledades es una búsqueda de sí mismo en el tiempo, en el amor o en la muerte, en el sueño o en un Dios soñado. Se aleja así Machado de la realidad hacia mundos artificialmente embellecidos, característica propia del modernismo. El autor se distanció de la imaginería decorativa de la escuela rubeniana para profundizar en la expresión de emociones auténticas, a menudo plasmadas a través de un sobrio simbolismo. En esta época colabora con la revista que dirige Juan Ramón Jiménez, “Helios”, al tiempo que colabora con publicaciones como “Alma Española”, “La Revista Ibérica”, “El País” y “La República de las Letras”.

Machado obtiene mucho éxito tras la publicación de “Soledades” pero no es suficiente como para vivir de la literatura de manera que busca otro medio de sustento. Paulatinamente va abandonando la vida bohemia aunque conserva y consolida sus amistades con Juan Ramón Jiménez, Rubén Darío y Valle-Inclán. Inicia además durante estos años una relación epistolar con Unamuno que se hará cada vez más intensa con el paso de los años. Desde 1904 a 1906 Machado se sumerge en la reelaboración de “Soledades” y en una búsqueda de mejor calidad de vida a nivel económico. Aconsejado por su maestro, Giner de los Ríos, comienza en 1906 a preparar las oposiciones a cátedra de lengua Francesa de institutos de segunda enseñanza. En el verano de 1907, Machado obtiene una de las plazas y elige Soria como destino. Soria era una capital pequeña, de apenas siete mil habitantes a la que Machado llegó ya bien avanzado el curso. Se instaló en una pensión regentada por don Isidro Martínez y su esposa, doña Regina Cuevas, situada en la calle del Collado. Machado permaneció en Soria durante tres días, los necesarios para tomar posesión de la Cátedra, y comenzó a impregnarse del ambiente soriano, su paisaje, el Duero y sus casas de color rojizo. Esta primera visita motivó el primer poema de tema Soriano, uno de los más famosos de Machado “Orillas del Duero”.



 

Placa en recuerdo de la estancia de Antonio Machado en el Instituto de Soria, donde ejerció la docencia entre 1907 y 1912.

Regresa a Madrid para pasar el verano y se dedica de nuevo a la revisión de sus “Soledades”, que pretende incluir en un nuevo libro de poemas: “Soledades, Galerías y Otros Poemas”. De los cuarenta y dos poemas que componían “Soledades”, veintinueve pasarán al nuevo libro, y se añaden sesenta y seis nuevos, hasta un  total de noventa y cinco, divididos en tres secciones: Soledades, Galerías y Varia. El libro que se publicó en 1907 representó el perfeccionamiento de la estética cuidadosamente  forjada en el de 1903. Machado alcanza esta plenitud especialmente en la sección “Galerías”, mientras que en “Humorismos” y “Varia” los poemas, de inferior calidad, van abriendo el camino del realismo u objetivismo, de mirada a lo exterior, y que se desarrollaría tan magníficamente en libros posteriores. Los nuevos poemas insisten en temas como el dolor, la angustia,  la soledad o el recuerdo. Machado se interna por las galerías del alma en busca de su íntima realidad. En este libro se hizo más evidente el tono melancólico e intimista, el uso del humor como elemento distanciador y, sobre todo, la intención de captar la fluidez del tiempo.


Machado todavía haría algunas modificaciones de su obra en la edición de 1917, fundamentalmente de puntuación, sustitución de algunas palabras por otras y el rescate de un poema de la edición de 1903 que había desaparecido en 1907 hasta sumar un total de noventa y seis.


En octubre vuelve a Soria y se instala en la misma pensión de la vez anterior. De las amistades hechas en aquellos años, cabe destacar la de José María Palacio, redactor del  periódico local “Tierra Soriana”, en cuyas páginas colaboró el poeta, tanto con artículos como con poemas. A Palacio dedicaría, años más tarde, “Desde Baeza”, uno de sus más bellos poemas.


En diciembre, los dueños de la pensión donde se alojaba Machado deciden cerrar y el poeta se traslada a la que regentan don Ceferino Izquierdo y doña Isabel Cuevas, hermana de doña Regina. En este punto se produce uno de los hitos más importantes en la biografía personal del poeta: Con el matrimonio viven sus tres hijos. La hija mayor, Leonor, apenas tiene por entonces trece años. Machado se enamoró de ella en muy poco tiempo. Después de muchas dudas y vacilaciones y tras asegurarse que era correspondido, Machado comunicó a doña Isabel el amor que sentía por su hija Leonor y su deseo de casarse con ella. Con el visto bueno de los padres comenzaría el noviazgo a fines de 1908 o comienzos de 1909. El 30 de julio de 1909 se celebró la boda en la iglesia de Nuestra Señora la mayor, de Soria. Leonor contaba entonces con quince años de edad y Machado treinta y siete. Su felicidad durará muy poco.


En 1911 la pareja se traslada a París. Antonio había conseguido allí una beca para ampliar sus estudios, pero fue un viaje de fatal destino al enfermar Leonor de tuberculosis. Mientras tanto Antonio publica en prosa “La tierra de Alvargonzález”. Y muy poco después llegará el éxito del poeta con “Campos de Castilla”.


Machado publicó esta obra en dos etapas: la primera salió a la luz en 1912 y la segunda aparecerá con la primera edición de sus “Poesías Completas” en 1917. En la edición de 1912 el autor se separa de los rasgos modernistas que presentaba en “Soledades” y del intimismo hacia el que había evolucionado en “Soledades, galerías y otros poemas”, acercándose a las inquietudes patrióticas de los autores de la Generación del 98. El éxito de Campos de Castilla, sin embargo, no deslumbra al poeta, preocupado como estaba por la salud de su mujer. Leonor muere tres años después de su boda con Machado, el 1 de Agosto de 1912.


Los años que transcurren hasta la muerte de Leonor son sin duda los más dichosos de la vida del poeta. El mismo Machado lo confiesa muchos años después en una carta dirigida desde Segovia a Don Pedro Chico: «Si la felicidad es algo posible y real —lo que a veces pienso— yo la identificaría mentalmente con los años de mi vida en Soria y con el amor de mi mujer, cuyo recuerdo constituye el fondo más sólido de mi espíritu».


La edición de “Campos de Castilla” de 1917 contiene algunos poemas añadidos y entre estas dos ediciones se aprecia un claro elemento diferenciador, que es la muerte de Leonor. Estos poemas fueron escritos durante la estancia de Machado en Baeza, donde el recuerdo de su mujer fue constante y obsesivo. En muchos de estos poemas, al recuerdo de su esposa se une el recuerdo del paisaje Soriano.


La muerte de Leonor sume a Machado en una gran depresión, tras lo cual solicita su traslado a Baeza (Jaén). Se le concede y es nombrado profesor de Lengua Francesa en el Instituto General y Técnico de Baeza, donde toma posesión de la plaza el 1 de noviembre de ese mismo año. Un mes después de su llegada, su madre se traslada a vivir con él. En Baeza Machado comienza estudios de Filosofía y finalmente se licenciará en Filosofía y Letras tras siete años de estudio, soledad y duelo. Durante todo este tiempo vivirá dedicado a la enseñanza sin mayores cambios. Sin embargo, un hecho importante de su estancia en Baeza se produce un día con la llegada varios estudiantes granadinos a la ciudad. Corre el año 1917 cuando don Martín Domínguez Berruela, profesor de arte en Granada, visita Baeza acompañando a un grupo de estudiantes. Visitaron el Instituto donde Machado impartía clases y Berrueta presento a sus alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras. Entre ellos caminaba un joven moreno de mirada soñadora llamado Federico García Lorca que se atrevió a decir a Don Antonio que le gustaban la música y poesía. Durante el atardecer de aquella jornada se organizó una reunión en el casino para que Machado leyera poemas y Federico tocara el piano. Machado será en el futuro una figura muy relevante para el poeta de Fuentevaqueros, que dejó constancia de este viaje a Baeza y de su encuentro con Machado en un artículo publicado en la revista granadina "Letras", 30-XI-1917 y que luego fue recogido con otro más sobre el mismo viaje, en su libro "Impresiones y paisajes" de 1918.


En 1919 Machado se trasladó a Segovia, donde se respiraba un ambiente cultural más acorde con sus gustos. Allí fue destinado como catedrático y comenzó a participar en las actividades de la reciente Universidad Popular, que tenía como objetivo la extensión de la cultura a los sectores sociales tradicionalmente más apartados de ella. Fue profesor de francés en el Instituto, donde conoció a Mariano Quintanilla. A los pocos días de su llegada aparece en el periódico local “El Adelantado” un poema suyo e iniciará con la prensa segoviana y madrileña una fructífera colaboración. Además desde Segovia puede trasladarse fácilmente hasta la capital, cosa que solía hacer durante los fines de semana y los periodos de vacaciones para visitar a su madre, que vivía junto a su hermano José y su familia.


En 1924 aparece el libro de poemas “Nuevas Canciones”, que recoge poemas escritos entre 1917 y 1920 en Baeza y Segovia. Estas fechas se irían ampliando a medida que se sucedían las posteriores ediciones, cada una con varias modificaciones, añadidos o poemas suprimidos. La edición definitiva se publicó en 1936. La primera edición de 1924 desconcertó a los lectores de Machado y la crítica reaccionó de manera diversa. El aspecto heterogéneo del libro refleja la falta de unidad en la inspiración y la desigual calidad de los poemas, aunque algunos de ellos alcanzan una calidad poética difícil de superar. La Sociedad Internacional de Intelectuales le concedió en París un premio por su nuevo libro.


En estos años, el autor escribe sobre todo crítica literaria y ensayo, abandonando poco a poco la poesía. En colaboración con su hermano Manuel escribe varias obras dramáticas de las cuales Manuel sería el responsable de la estructura y Antonio el que elaboraba los hilos argumentales así como el tono expresivo. Es difícil diferenciar el trabajo de ambos hermanos, que estuvieron unidos hasta que la guerra civil los separó definitivamente. Vieron la luz en esta época, obras como “Desdichas de la Fortuna o Julianillo de Varcárcel” (1926), “Juan de Mañara” (1927), “Las adelfas” (1928), “La Lola se va a los puertos” (1929), o “La prima Fernanda”. En 1927 Machado es elegido miembro de la Real Academia. Su candidatura fue presentada por Azorín, Ricardo León y Armando Palacio Valdés. Nunca creyó ser merecedor de esta distinción Llegó a redactar un extenso borrador de su discurso de ingreso en 1931 y a leerlo pero jamás ocupó el sillón que le correspondía.
Machado escribe en esta época otros textos en prosa que luego serán recogidos en los dos apócrifos “Juan de Mairena” y “Abel Martín”. Estos textos estaban compuestos por lecturas, esbozos y reflexiones cotidianas que Machado puso en boca de dos personajes, el poeta Abel Martín y su discípulo, el pensador escéptico Juan de Mairena. Ambos son personajes imaginarios que permitieron expresar al creador sus ideas sobre cultura, arte, sociedad, política, literatura y filosofía, especialmente en el libro “Juan de Mairena. Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo” (1936).


También en 1927 Machado conoce a Pilar Valderrama, mujer que se convertirá en la Guiomar de sus últimos poemas, y con la que mantendrá una relación amorosa que se truncará con el estallido de la Guerra Civil.


Machado y Pilar Valderrama se conocieron en Segovia y su relación fue llevada con la máxima discreción. Los poemas a Guiomar, publicados en 1929 y en 1936, bastan para darse cuenta de la intensidad de la pasión que sintió el poeta y de cuan profunda fue la renovación de su personalidad.
Pilar Valderrama o Guiomar, en los poemas de Machado, fue una poetisa que había publicado dos libros cuando Antonio Machado la conoció en Segovia, donde ella, que tenía su residencia en Madrid, pasaba largas temporadas por consejo médico. Era una mujer casada y madre de tres hijos, además de pertenecer a una familia de hondas convicciones tradicionales, que ella compartía. Todo esto explica la extrema reserva del poeta. Los encuentros entre ambos se hacían secretamente, la mayor parte de ellos en un café de Madrid al que Machado llamaba “nuestro rincón”. Otras veces ella pasaba alguna temporada en Segovia, donde también se veían. Machado además la tenía totalmente idealizada y siempre la llamó su “diosa”. De hecho la identificación de Guiomar con Pilar Valderrama no llegó a establecerse hasta 1950, con la publicación por Concha Espina de algunas cartas de amor de Antonio a Pilar en las que la nombra con su apelativo poético. La relación de Machado con Guiomar llegó a su fin con el comienzo de la Guerra Civil. Pilar partió con su familia a Estoril en 1935 y el estallido de la guerra en julio de 1936 le impidió volver a Madrid. Antonio entonces le escribirá poemas desde la capital de España y más tarde, desde Valencia, al ser evacuado.
Al igual que su joven esposa Leonor, el recuerdo de Guiomar le acompañó hasta la muerte.
Bajo el título “Canciones a Guiomar”  se recogen tres poemas que, aunque figuran fuera del libro “Nuevas Canciones”, no cabe duda de que pertenecen al mismo ciclo poético. Se publicaron por primera vez, aunque parcialmente en “Revista de Occidente” y se incorporaron íntegras a la edición de Poesías Completas de 1933. Ya antes Machado había publicado algunos sonetos, atribuyéndolos a su apócrifo Abel Martín, en “De un cancionero apócrifo”, editado en 1926. Los versos están inspirados sin duda alguna por Guiomar, pero la manifestación del amor está muy velada: la mujer amada aparece de forma fugaz, sus rasgos físicos apenas si se esbozan. Las “Canciones a Guiomar” ocupan un lugar aparte por la emoción de alegría plena e inquietante, por la novedad de sus imágenes, por el insólito brillo de un poeta normalmente más contenido ante las efusiones del sentimiento.


Otro grupo de poemas titulados “Otras canciones a Guiomar” aparecieron publicados por primera vez en la edición de “Poesías Completas” de 1936. En ellos el tono es mucho más angustiado y sombrío. Cantan la ausencia de la amada ya que están escritos después de la partida de Guiomar con su familia a finales de 1935 y antes del alejamiento causado por el inicio de la guerra civil. El poeta presentía esta separación como definitiva, así pues, se trata de un conjunto de variaciones sobre el tema del olvido. Toda la teoría machadiana del olvido, tan profunda desde un punto de vista psicológico, parece alzarse aquí desde la angustia de lo efímero, de lo transitorio y perecedero de la experiencia amorosa.


En 1932 a Machado se le concede un puesto de profesor en el Instituto Calderón de la Barca, de Madrid, ciudad a la que se traslada junto a su madre y su hermano José. También en ese año, la ciudad de Soria le otorga el título de hijo adoptivo. Su vida en Madrid era sosegada. Compaginaba sus clases en el Instituto con la vida familiar junto a sus hermanos Manuel y José. También frecuentaba a unos pocos amigos como Ricardo Baroja, Manuel Calvo, Miguel de Unamuno y José María de Cossío. Los poetas de la Generación del 27 lo consideran un maestro indiscutible. Pedro Salinas y Jorge Guillén le visitan también con frecuencia, y ocasionalmente Rafael Alberti. Gracias a un numeroso público anónimo, Machado publica una nueva edición de sus poesías completas en 1933.
A finales de 1934, Antonio Machado adopta la prensa como vehículo de su creación. Se funda el “Diario de Madrid”, inspirado por Ortega y Gasset y el poeta emprende, con su Juan de Mairena, una colaboración semanal. Un año después pasa al diario “El Sol”. Durante 1937 y 1938, ya durante la guerra, seguirá publicando nuevos artículos de su apócrifo en la revista “Hora de España”. Además, dejó un cuaderno manuscrito titulado “Apuntes Inéditos”, que no llegó a editarse en vida del poeta.
Con el estallido de la guerra Machado habrá de marchar a Valencia y vivió en la localidad de Rocafort desde noviembre de 1936 hasta marzo de 1938. Allí se unió al movimiento Alianza de Escritores Antifascistas participando activamente en el II Congreso Internacional celebrado en la ciudad de Valencia. Machado escribió unos pocos textos en verso y muchos en prosa que se recogen en su último libro “La guerra”, de 1937, con ilustraciones de José Machado. Destacan algunos textos de grandísima calidad literaria, entre ellos “El crimen fue en Granada”, dedicado a la muerte de Federico García Lorca. Su salud empieza a pasar por momentos delicados. En este tiempo la obra poética de Machado alcanza sólo la escasa cantidad de veinte poemas. Sin embargo son suficientes para comprobar en la mayoría de ellos un resurgimiento de la inspiración. Algunos poemas vuelven al tema del recuerdo de Soria o a la Sevilla de la infancia. Otros se refieren directamente a la guerra. De todos ellos el más impresionante y de mayor calidad poética es el titulado “La muerte del niño herido”, publicado en 1938, en el que las imágenes alucinadas que grita el niño en su delirio febril, las interrogaciones intensamente doloridas de la madre, el “moscardón” de un invisible avión entre la luz blanca de la luna y la oscuridad de la ciudad apagada en la noche se funden en un cuadro trágico que termina en la reiteración de la frialdad de la mano del hijo muerto. Entre 1937 y 1939, publica un total de 26 artículos en La Vanguardia.


En abril de 1938 se trasladan Machado, junto a su madre, su hermano José y su familia a Barcelona. Allí en la “Torre Castañar”, muy enfermo ya pero rodeado de la cariñosa atención de amigos como Tomás Navarro, siguió trabajando para “Hora de España” y “La Vanguardia”. El invierno es especialmente crudo, apenas hay alimentos y Barcelona está a punto de caer. El 22 de enero de 1939 Machado y su familia son evacuados de la ciudad. Viajan a Gerona en un coche que ha puesto a su disposición el doctor Puche, médico que había estado tratando al poeta. El 26 de enero cae Barcelona y el 27 llegan a una casa cerca de Figueras, donde se les une un grupo en el que figuran diversas personalidades del mundo universitario y escritores como Corpus Barga. Al día siguiente por fin son trasladados a Francia en unas ambulancias pero no pueden llevarles hasta la frontera. Les dejan en el tramo final, que deben de realizar a pie, bajo la lluvia. En este trayecto Antonio perdió la maleta en la que iban sus únicas pertenencias y seguramente también sus últimos escritos. La madre del poeta hubo de ser llevada en brazos durante gran parte del trayecto. Finalmente atravesaron la frontera y pasaron la noche del 28 de enero en un vagón vacío de ferrocarril. El día 29 de enero el “Comité de recepción a los intelectuales españoles”, algunas autoridades francesas y miembros del gobierno republicano que se hallaban en Perpiñán se ocupan de ellos. Les ofrecieron ir a París pero Machado declinó la oferta debido al penoso estado en que se encontraban tanto él como su madre. Finalmente se alojaron en un hotel de Collioure, un pequeño pueblo pesquero.
Aquellos serían los últimos días del poeta. El éxodo llevado a cabo hasta Francia había herido de muerte su salud. Murió el 22 de febrero en el hotel Bougnol -Quintana, donde se alojaba y fue enterrado al día siguiente en el cementerio de Collioure. Su féretro fue cubierto por la bandera republicana y llevado a hombros por seis soldados de la República.
Algunos días después de su muerte, su hermano José encontró en un bolsillo del gabán de Antonio un trozo de papel arrugado en el que el poeta había escrito unas últimas anotaciones:

La primera, del monólogo de Hamlet: “ser o no ser”.

La segunda un solo verso: “Estos días azules y este sol de la infancia”

La tercera era una de las canciones a Guiomar:
Y te daré mi canción:
“Se canta lo que se pierde”,
Con un papagayo verde
que la diga en tu balcón.
                                                                 
Machado murió, como había hecho la mayor parte de su vida, evocando el paso del tiempo y la muerte, recordando la infancia y, por supuesto, el amor que vivió y que por dos veces había perdido. Soñó a pesar de las adversidades del momento,soñó a pesar de la fraticida guerra.

Nos dejó una poesía de “honda palpitación de espíritu”, alejada de la concepción modernista y en la que existe el diálogo del hombre con su tiempo.

RELACIÓN DE ANTONIO MACHADO CON MIGUEL HERNÁNDEZ

Miguel Hernández y Antonio Machado no tuvieron ninguna relación directa ni personal. Sin embargo ambos se vieron envueltos dentro de un mismo contexto social que marcó parte de su producción literaria y su pensamiento. Este contexto fue la guerra civil española. Existen varios factores unificadores entre estos dos poetas a los que Alberti en alguna ocasión califico como “los poetas del sacrificio español”. Generacionalmente ambos poetas se mantienen alejados ya que Machado pertenece a la generación del 98 y Miguel Hernández a la del 36 sin embargo en la última etapa de sus vidas, debido al impacto vital que supuso el estallido de la guerra los dos cantaron bajo una misma voz. Es lícito decir que ambos pusieron su producción literaria al servicio de la justicia, la paz y la libertad. Tanto en la poesía de Machado como en la de Hernández resuena el dolor y el anhelo de la colectividad, del eco de la voz dormida de un pueblo.


Antonio Machado y Miguel Hernández se cruzaron, en respuesta a sus ideales, en el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura celebrado en Valencia en 1937, donde participaron activamente como delegados. Ambos participaron, junto con otros escritores, en la ponencia colectiva que fue leída por Arturo Serrano Plaja en dicho congreso, y ambos firmaron el “Manifiesto de los intelectuales por una gran editorial para la educación de la juventud”, publicado en el diario “La hora” de las JSU, en Valencia, el 29 de agosto de 1937. Los dos firmaron también el manifiesto “A los intelectuales antifascistas del mundo entero” que apareció en el número 13 de la revista “El Mono Azul”. Igualmente participaron en el número IX de la revista “Hora de España”. Sus vidas y sus trayectorias literarias estuvieron estrechamente ligadas durante los años de la guerra pero nunca llegó a establecerse una relación de amistad entre ellos ni fueron siquiera presentados.