Coetáneos de Miguel Hernández

José Rodríguez Cánovas

 

Poeta de tono neo-popularista, perteneciente a la Generación del 27. Nació en Cartagena el 17 de junio de 1899 y falleció en 1975. Periodista y escritor profesional. Fue director del diario “República” y redactor de “El Noticiero”. Es considerado republicano progresista. Escritor inolvidable y, sin embargo, injustamente olvidado.

Cursó estudios de Magisterio en la Escuela Normal de Maestros de Murcia. Se casó con Rosa Martínez Alvadalejo, con la que tuvo su primer hijo, José Rodríguez Martínez, en mayo de 1921.

Sus primeros trabajos como colaborador fueron en el periódico local “La Tierra”, en 1915. Por esta época publicó una de sus primeras obras, “Faro de la Juventud”. Entre 1924 y 1925 hallamos la mayor parte de sus escritos realizados en los rotativos “La Voz de Cartagena” y “El Liberal”, de Murcia. En este periodo también aparece como colaborador fijo en la revista “Minerva”, de la mano de Fernando Jiménez de Cisneros, Francisco Pina, Eusebio Sánchez y Francisco Mediato. Por esta época nace su hija Rosa Rodríguez Martínez.

Aunque desempeñó empleos de otra índole, las letras siempre fueron el centro de sus aspiraciones. Y en este círculo encuentra a sus primeros amigos, entre los que destacan Antonio Oliver, Vicente Ros o Carlos Ruiz-Funes, a través de los cuales tuvo ocasión de entrar en contacto con eminentes figuras literarias del momento. Esto explicaría su relación con el fenómeno literario de la Generación del 27.

Su faceta literaria va adquiriendo mayor importancia gracias a sus colaboraciones en diferentes revistas de la época como “Ágora” (Albacete), “Alfar”, “La Gaceta Literaria” de Giménez Caballero, “Isla”, el suplemento literario de “La Verdad”, “Mediodía”, “Papel de Aleluyas” (Huelva-Sevilla), “Presencia” y las murcianas “Sudeste” y “Verso y Prosa”.

 

Suplemento Literario “La Verdad” (1923-1926), nº 55, Murcia, 4 de julio de 1926.

Durante la década de los 20, José Rodríguez Cánovas se inclinó, aunque de forma moderada, hacia las corrientes renovadoras de la época. Sin embargo, esta postura vanguardista duró poco tiempo, ya que suscitaban en él mayor interés el conocimiento de los autores y de las formas clásicas. Estos conocimientos, adquiridos en un ambiente aparentemente provinciano, le sirvieron para asentar las bases de sus futuros trabajos.

En cuanto a su poesía, encontramos en él influencias estilísticas de Gabriel Miró y Azorín. Reflejo de ello es la pluralidad de temas en sus obras, por lo que no admite un esquema cerrado en ellas.

Su trabajo como periodista en distintos rotativos es reconocido en una columna del periódico “La Razón”. A partir de junio de 1926 aparecen, de forma continuada, sus participaciones en la “Página Literaria de La Verdad”. Durante estos años entabla amistad con Alejandro Collantes de Terán, el historiador y erudito cubano José María Chacón y Calvo y Raimundo de los Reyes, redactor de “La Verdad”.

Destaca, también, en esos años su vinculación a la literatura rusa. Ejemplo de ello fueron sus conferencias “El pueblo ruso; novelistas y figuras literarias”, ofrecida el sábado 24 de agosto de 1929 en el Ateneo de Cartagena, y  la charla, ofrecida en el Casino de San Antón, “Rusia a través de la Revolución”. Con esto queda patente su honda preocupación y compromiso social.

En esta época su actividad literaria es incesante.

Quienes lo trataron dicen de él que era un hombre generoso, condescendiente y, aunque se comportaba de forma extrovertida en tertulias, en su vida personal era bastante introvertido. Sin embargo no se mostraba indiferente ante las injusticias sociales, alzando, si era necesario, un grito de protesta para guardar el equilibrio social por el que luchó.

Rodríguez Cánovas es un autor capaz de captar la belleza efímera de la realidad y dotado de un poder de persuasión, lo suficientemente grande, como para suscitar el interés de cualquier público.

En 1930 ingresa en la Masonería de la mano de Luis Ibáñez Parodi. Sin embargo esta experiencia duró poco, ya que un año después, a finales del 31, la abandona fruto del descontento y la desilusión. Por esta misma época, desempeña la función de bibliotecario de la Casa de los Republicanos, estando al frente de la misma su amigo Casimiro Bonmatí.

El 2 de junio de 1931 hace su aparición el diario “República” de Cartagena, con José Rodríguez Cánovas como director. Tan buena fue su labor al frente de este diario que, el 20 de junio de ese mismo año, se le ofreció una cena homenaje en el “Restaurant Cartagena”, ofrecida por Casimiro Bonmatí y a la que tampoco faltaron sus paisanos Ángel Rizo y Miguel Pelayo, así como también José Moncada Moreno, Manuel Acosta, redactor jefe de la revista, y González Cervantes. Destacaron como colaboradores del diario Casimiro y Severino Bonmatí, Eduardo Bonet, Francisco Pérez Lurbe, Francisco Ávila, Domingo Ibáñez, Ángel Rizo, Nicolás Sanz, Salvador Ríos, Antonio Ferrera, Eusebio Sánchez y José Climent.

Recorte del Diario “República”, Cartagena, 24 de diciembre de 1931. José Rodríguez Cánovas firma con su seudónimo CINCINATO.

 

El poderoso afán de expansión de esta revista hizo que uno de sus mayores logros fuera la apertura cultural que consiguió, gracias, en parte, a la colaboración de los grandes literatos de la Generación del 27.

Con motivo de la celebración de la Fiesta de la Raza en 1932, Rodríguez Cánovas colaboró con la conferencia “Aspectos literarios de Gabriel Miró”, posteriormente editada por la Universidad Cultural de Cartagena. Esta conferencia formaba parte de los actos organizados por esta universidad para homenajear a Gabriel Miró, del 24 al 30 de septiembre, y al que Ramón Sijé fue invitado por Antonio Oliver Belmás para ofrecer una conferencia, el día 30, que llevó por título “Oleza, pasional natividad estética de Gabriel Miró”. Estas conferencias fueron la consecuencia de la carta “Romería lírica a Oleza con motivo de la inauguración del monumento del escritor levantino Gabriel Miró”, que Antonio Oliver recibió y que estaba firmada por José María Ballesteros, Ramón Sijé, José María Pina Brotóns y Miguel Hernández.

Rodríguez Cánovas participó el sábado 1 de octubre con la conferencia “Panorama de la novela española; luz mediterránea; paisajes, días y gentes”. Aprovechando esta ocasión fue publicada su conferencia, en número único, en la revista “El Clamor de la Verdad. Cuaderno de Oleza consagrado al poeta Gabriel Miró” (reeditada en edición facsímil en 1979). Colaboraron: Ramón Sijé, María Cegarra, Carmen Conde, Antonio Oliver Belmás, José María Ballesteros, José María Pina Brotóns, Miguel Hernández, Carlos Martínez-Barbeito, Julio Bernácer y Raimundo de los Reyes.

 

 

Con esto queda patente el interés de Rodríguez Cánovas por la poesía y se marca ya el eje de sus próximos trabajos, en los que aflora un sentimiento profundo y sensible hacia lo autóctono.

Antonio Oliver y su esposa Carmen Conde se encargaron de difundir y ampliar el prestigio de la Universidad Popular de Cartagena mediante la realización de actividades muy variadas, que contaron con la colaboración de Miguel Hernández en dos ocasiones. La primera fue en verano de 1933, cuando Miguel Hernández acudió a Cartagena para ofrecer un recital poético, según José Rodríguez Cánovas, en su libro “Antonio Oliver Belmás y la Universidad Popular de Cartagena” (Cartagena, Imprenta Molegar, 1979, p.58):”Recitó varias de sus composiciones aún inéditas como “Elegía media del toro” o “Romance de la novia lunada”, y otras de su reciente libro “Perito en lunas””. La segunda de sus colaboraciones se produjo el 27 de agosto de 1935, cuando Miguel Hernández se desplazó a Cartagena para participar en los actos que esta universidad celebraba en homenaje al tricentenario de la muerte de Lope de Vega, con la conferencia: “Lope de Vega y los poetas de hoy”.

En octubre de ese mismo año, cuando Miguel Hernández regresa a Madrid, éste pasa por momentos difíciles y se refugia en sus amigos de Cartagena. Muestra de ello es la carta que le envía a Carmen Conde y a su marido, Antonio Oliver, fechada el 18 de octubre de 1935, en la que dice que ha recibido las fotografías del acto celebrado en homenaje a Lope de Vega, y en la que hace referencia, también, a José Rodríguez Cánovas, donde cita: “Decid a Rodríguez Cánovas que me perdone, ya que no le escribo, que cuando pueda lo haré. Le he escrito a María y no me contesta hace mucho. Por lo visto, tampoco tiene interés conmigo.”

José Rodríguez Cánovas, ante toda esta manifestación artística a favor de la cultura, da un impulso a su carrera cuando, en 1933, comienza a colaborar en el diario católico de Murcia “La Verdad”.

Un año antes, en marzo de 1932, sale a la luz su primer libro “Jesús y Judas”, que le servirá como material para sus posteriores conferencias. Es por ello que el autor sintió por esta obra una especial predilección.


 

 

Por esta época mantiene contacto con Juan Ramón Jiménez, a través de Juan Guerrero Ruiz, quien le consigue autógrafos del autor andaluz.

Rodríguez Cánovas alterna su labor periodística y su compromiso social con una intensa actividad pública, que se plasma en un gran número de conferencias.

A lo dicho anteriormente, debemos añadir que Rodríguez Cánovas ocupó, en enero de 1935, el cargo de Director y Tesorero del equipo ambulante de lectores y de la Sociedad del Libro. A finales de enero, ofrece una conferencia sobre Rocinante, siendo presentado como director de la Universidad Popular, en ausencia de su fundador Antonio Oliver, que se encontraba en Madrid.

En octubre de 1935 paga las tasas por derechos de Prácticas de Maestro de segundo curso en la Escuela Superior del Trabajo de Cartagena, para el curso 1935-1936.

Muchos diarios regionales se hacen eco del triunfo conseguido por José Rodríguez Cánovas en el segundo concurso de cuentos organizado por “La Verdad”, con la narración “La abuela Flora”.

El 16 de marzo de 1936 expone, en el Ateneo de Cartagena, su trabajo “Evocación de Bécquer”. Rodríguez Canóvas aparece como Socio de Honor en el cuadro directivo del Ateneo de Cartagena. Junto a su nombre figuran otros tan relevantes como el de los poetas Miguel Pelayo, Esteban Satorres, Benítez de Borja, Antonio Oliver, Vicente Noguera; los escritores y publicistas Federico Casal, Miguel Rodríguez Valdés; el de los pintores Vicente Ros, Francisco Portela, Constantino F. Guijarro, Andrés Barcel, y el de los músicos y compositores Manuel Gómez de Arriba y Emilia Díaz.

Pero su carrera se ve truncada con el desastre de la guerra civil, cuando José Rodríguez Cánovas se encuentra en el punto álgido de su carrera. En 1938 presenta su nuevo trabajo, “La tristeza de las cosas”, que imitaba al “Tristitiae rerum” que, en 1906, publicara el poeta Francisco Villaespesa.

En su vida se suceden una serie de desgracias. En medio de la desestabilidad política y el encierro obligado, el autor tiene que ver cómo muere su hijo de 18 años al negársele la asistencia necesaria como represalia contra él. Esto hace que sufra una profunda crisis.

Terminada la guerra continúa ofreciendo conferencias; nada puede frenar su trayectoria literaria.

En 1941 publica su libro “Historia de la Cruz Roja en Cartagena”.

El 27 de marzo de 1942 es condenado a la pena de dos años y un día de reclusión menor e inhabilitación absoluta para el desempeño de cualquier  cargo del Estado, por pertenecer a la Masonería y haber ocultado las actividades de la secta. Su encarcelamiento en la Prisión Central de Burgos durará hasta el 24 de septiembre de 1943. Durante su encarcelamiento, aparecen algunos artículos firmados con el nombre de su primera esposa, Rosa Rodríguez Albadalejo. El 5 de abril se le comunica extinguida la condena que le fue impuesta, pasando a una situación de libertad definitiva.

El 22 de septiembre de 1945 contrae matrimonio en segundas nupcias con Pilar Sarget García y vuelve a su tierra natal, donde reanuda su actividad periodística, sobre todo en “El Noticiero”.

En junio de 1946 el juez dicta auto de sobreseimiento provisional al expediente de Responsabilidad Política abierto a José Rodríguez Cánovas.

Mientras tanto, Rodríguez Cánovas continúa ofreciendo conferencias, como la que ofreció el 12 de junio de 1947 en el local de la Cofradía Marraja con el tema “Días y gentes. El primer periódico cartagenero”, o la ofrecida en 1948 titulada “Prosa y verso: El Campo de Cartagena”. En octubre de 1947 le es concedido el Premio de Periodismo “Jara Carrillo” por su artículo “Las flores del poeta”. Dos años después, en mayo de 1949, presenta su nuevo trabajo, “Cartagena en el último tercio del siglo XVIII, según el primer periódico cartagenero”, editado por “El Noticiero” y con el que obtuvo el primer premio de los temas en prosa en los Juegos Florales celebrados en agosto de 1948.

En esta etapa colabora en revistas nacionales como “Nautilus”, de Madrid, y las alicantinas “Idealidad” y “Primer Plano”, y como orador ofreciendo conferencias sobre Francisco Villaespesa o sobre “El mar de Cartagena”.

El 4 de octubre de 1957 fallece su esposa, Pilar Sarget García.

El 22 de septiembre de 1961 se organizaron una serie de actos para honrar la memoria de Monroy en el primer centenario de su muerte, en el que intervinieron José Rodríguez Cánovas y Casimiro Bonmatí.

 

Conferencia de José Rodríguez Cánovas, “Madre del poeta”, en el centenario del fallecimiento del poeta Monroy. Cartagena, 22 de septiembre de 1961.

Además de su faceta periodística, no podemos olvidarnos de su vena poética y el género dramático que también cultivó, componiendo obras de corte clásico como el sainete “Golondrina la bolera”, con el que obtuvo el primer accésit en el Premio “Lope de Vega” convocado por el Ayuntamiento de Madrid.

En 1961 aparece su trabajo “Recuerdos del Teatro Circo”.

También destacó como cronista de Cartagena, aunque no de forma oficial. Prueba de ello es la serie “Cartagena en 1891” donde, desde el  4 de enero hasta el 31 de diciembre, recoge las noticias más novedosas que en aquel año se fueron sucediendo.

En 1966 consigue la baja por jubilación.

Su ágil pluma nunca se sintió cohibida por su ciudad natal, sino todo lo contrario, ya que llegó a rechazar incluso la propuesta que Antonio Ramos Carratalá (Director de la Caja de Ahorros del Sureste de España) le hizo de pasar un tiempo en Madrid estudiando el funcionamiento de las bibliotecas de la capital.

Su estudio sobre Isidoro Máiquez, ilustrado con fotografías del archivo del pintor cartagenero Vicente Ros, refleja la amenidad de la lectura de sus obras pero, sin embargo, todo su trabajo se organiza bajo una rígida base documental. Su amigo, el escritor Lorenzo Guardiola Tomás, dijo de esta obra que era la más lograda de José Rodríguez Cánovas y cita: “En una prosa que se saborea sin cansancio y que cuando se acaba aún sabe a poco. Nada falta y nada sobra. El relato es de una concisa belleza...”.

Esa atracción por lo autóctono le lleva a escribir, en 1970, su estudio “El Molinete de Cartagena: apuntes para su historia”, número 27 de su Colección Almarjal.

A mediados de ese mismo año se anuncia su proyecto de escribir un libro sobre la Universidad Popular de Cartagena. Esta obra fue un encargo de Carmen Conde en homenaje a su marido Antonio Oliver, fallecido en 1968.

Presentación del libro de José Rodríguez Cánovas “Antonio Oliver Belmás y la Universidad Popular de Cartagena”. Cartagena, 9 de febrero de 1971.

A principios de 1972 aparece “Ussel de Guimbarda: el hombre y el pintor”, número 33 de la Colección Almarjal, de ediciones Athenas.

En febrero de 1975 y, ya acusado de una delicada salud, por iniciativa de su amigo José Ballester, fue propuesto para ser nombrado Académico Correspondiente de la Academia Alfonso X el Sabio de Murcia. Sus “Estampas de Cartagena en la Bella Época” iba a ser su último trabajo, ya que falleció el 21 de mayo de 1975.

Rodríguez Cánovas fue un escritor sensato, generoso y elegante que, lejos de caer en el dogmatismo profesional, llevó a cabo una labor de defensa de los valores autóctonos y espirituales de Cartagena. Y es que no encontramos ningún estudio sobra la cultura de Cartagena en el siglo XX sin que aparezca el nombre de José Rodríguez Cánovas. En definitiva, recopilar la obra de este autor supone abrir una puerta hacia la historia, a personajes ilustres que visitaron la ciudad y a libros raros y curiosos ya que, por encima de todo, siempre prevaleció su amor por esta ciudad.
 

 

María Rodríguez Martínez
Mónica Guirao Beltrán