Coetáneos de Miguel Hernández

Martínez Arenas, José

 



A pesar de nacer en Cartagena en 1880, podemos considerar a José Martínez Arenas, 'Don José', como se le conocía en algunos cenáculos literarios, como oriolano de pleno derecho. Pocos años después de venir al mundo se instalará con su familia en la capital del Bajo Segura, donde ya vivirá el resto de sus días. Estudiará en el colegio de los jesuitas de Santo Domingo, donde terminará, en 1904, el bachiller, e iniciará acto seguido estudios de Derecho en Valencia; estudios que, a consecuencia de la temprana muerte de su padre, en 1906, deberá finalizar como alumno libre.

De aquí en adelante, y a pesar de sus múltiples incursiones dentro del mundo literario, que más adelante comentaremos, el ejercicio de la profesión de abogado, en la que obtuvo además un notable prestigio, será una constante a la que se dedicará a lo largo de toda su vida.

Atraído por la política desempeñará diversos cargos en el Ayuntamiento de Orihuela, del que siempre afirmó sentirse hijo. A raíz de una serie de vicisitudes políticas que tendrán lugar en dicho ayuntamiento, y que cristalizarán en más de una dimisión por parte de integrantes del consistorio, Martínez Arenas accederá provisionalmente al cargo de alcalde. El mandato, que no será la única ocasión en que lo ostente, se prolongará durante al menos dos años más. En 1923 obtiene el acta de diputado en las Cortes, pero se verá inmerso en toda una suerte de problemas como consecuencia de los cambios políticos acaecidos por aquellas fechas en España.

En 1933 se integra en la coalición de derechas, volviendo nuevamente a las Cortes para desempeñar el cargo de diputado por la provincia de Alicante. En el año 1936 su afiliación a este partido, así como esa condición de católico de derechas que el cargo llevaba implícito, le valieron el encarcelamiento en la ciudad de Orihuela en 1936. Afirman José Guillén García y José Muñoz Garrigós, en su Antología de escritores oriolanos:  'estos son años en los que la inactividad del presidio le hace vivir sólo de la esperanza y entregado a una reflexión interior'. Todas estas impresiones quedarán recogidas, de todos modos en su poemario Cancionero de la esclavitud, publicado en Madrid en el año 1939.

En la etapa de 1940 a 1970 se afianza en su profesión de abogado de fama. Llegará a lograr además lo que, en palabras de Francisco Martínez Marín, fue 'una importante biblioteca, la más nutrida y selecta de la ciudad'. Será también nombrado Decano del Colegio de Abogados de Orihuela, llegando a publicar en esta época la mayor parte de su obra literaria.  Falleció en Orihuela en 1970.

A pesar de no ser Martínez Arenas un hombre que se entregara plenamente a la literatura, pues sus ocupaciones eran bien distintas, siempre sintió un interés importante por esta parcela cultural. Aún así, no debemos buscar en él otro de los escritores que, si se quiere, formaron parte de la generación literaria de Orihuela. Pero sí que es cierto que tuvo una estrecha relación con muchos de ellos, llegando a colaborar e incluso a financiar, algunos de sus proyectos editoriales.  

Francisco Martínez Marín llega a definir su estilo como 'preciosista, barroco, muy de principios de siglo. Descriptor del ambiente que le tocó vivir, refiriéndose siempre a Orihuela y sus hombres, su paisaje y costumbres. Un historicista de los acontecimientos, en los que participó'.
Por su parte, Guillén García y Muñoz Garrigós, en la ya citada antología, esbozan algunos de los aspectos más interesantes de Martínez Arenas: 'La personalidad literaria de don José Martínez Arenas hay que dilucidarla en torno a dos ejes fundamentales: de una parte, la profunda huella que en él dejaron hechos, circunstancias personales, hombres a los que conoció y trató y aquellas obras que, en su continuo ir y venir por las rutas de la cultura, estudió y analizó'.

Obras:

-Cancionero de la esclavitud, Madrid, 1939.
-De mi vida: Hombres y libros,  1963.
-La tertulia del bar Lauro, Valencia, 1963.
-Eva no tuvo madre, Murcia, 1965.

Apuntan además Guillén García y Muñoz Garrigós que, al margen de los mencionados trabajos publicados, Martínez Arenas dejó a su muerte otros tantos inéditos, en los que había multitud de información acerca de la vida y de la obra de distintos escritores oriolanos. Estos dos autores tuvieron acceso a dichos textos, pudiendo apreciar lo que para ellos era una muy significativa 'doble vertiente de escritor y hombre de intensas experiencias vitales', que se manifestaba en los textos de Martínez Arenas. Pues estamos ante un hombre que fue testigo directo y atento de todas las cosas que tuvieron lugar en su ciudad, en unos años muy convulsos, con sus pertinentes cambios.

Los distintos testimonios de José Martínez Arenas referidos al poeta oriolano y su relación con él parten, fundamentalmente, de dos fuentes principales. Una es el libro del francés Claude Couffon Orihuela y Miguel Hernández, en el que el hispanista francés lo entrevistó con motivo de la biografía que, en tierras oriolanas, había comenzado a escribir en 1962; el otro es del propio Martínez Arenas, quien en su obra De mi vida: hombres y libros, de 1963, dedicó un capítulo a la figura del poeta. Conocía a la familia de Hernández, los 'Visenterre', desde varios años atrás, y conocía de la existencia de un joven Miguel que se dedicaba a pastorear las cabras.

'No sé cómo llegó a mí Miguel Hernández. Creo que fue el propio Ramón Sijé, que era hijo de un antiguo amigo mío, quien me lo recomendó para que diera a conocer su obra poética en el Casino Orcelitano'.

Y señala a dos personas como las máximas culpables de su formación literaria. Éstos son el entonces canónigo Luis Almarcha, que años después sería nombrado Obispo de León, y el por aquel entonces joven pero ya muy inquieto José Marín Gutiérrez, Ramón Sijé.

'Por aquellos días entró en relación amistosa con Don Luis Almarcha (...) que por entonces era beneficiado de la Catedral y vivía muy cerca de la calle de Arriba, en donde Miguel tenía su casa' (...) 'Miguel estuvo, por lo menos, cinco años leyendo, pastando cabras y haciendo versos. Por estos años debió entrar en relación amistosa con Ramón Sijé cuando éste tenía 16 años y Miguel 19 (...) La tertulia de la tahona y los libros de don Luis debieron revolverle el alma'.

Cabe reseñar que las aportaciones más importantes que podemos entresacar de entre las muchas que hizo Martínez Arenas a la figura de Miguel Hernández se refieren, en líneas generales, a la llamada primera época del poeta; esto es, a su juventud y primer viaje a Madrid. Pues tras marchar a la capital de España por segunda vez, en 1934, donde ya se instalaría provisionalmente, regresando únicamente en momentos puntuales, y el posterior estallido de la guerra y encarcelamiento, las ocasiones en que Martínez Arenas pudo tener contacto con el poeta fueron muy pocas, como posteriormente veremos, y se remite siempre a lo que pudieron contarle las personas que sí vivieron aquellos momentos con él. Aún así, durante esa primera época, el abogado ejerció un claro papel de protectorado que Miguel, incluso muchos años después, agradecería siempre y no olvidaría, al margen de las diferencias ideológicas que evidentemente les separaban.

Así narra Martínez Arenas las vicisitudes de aquel frustrado primer viaje a Madrid, y todo aquello que tuvo que hacer por ayudar a que los sueños de gloria de Miguel llegasen a buen puerto, cosa que, desgraciadamente, no llegó a suceder.

'Pronto le entró la comezón de la fama; su empeño por lograrla le incitaba a ir a Madrid, en donde creía poder lograr un medio de vivir que le permitiera cultivar su espíritu y satisfacer sus justas ambiciones. Tenía una sólida confianza en su esfuerzo y una fe inquebrantable en su triunfo (...) A fines del año 1931 se fue a Madrid' (...) 'Yo le di una carta para Concha de Albornoz, recomendándoselo. Advertí a Miguel de los peligros del fracaso, y previniéndolo, le garanticé que cuando se encontrara en algún trance difícil, acudiendo a mí, en última instancia, siempre encontraría mi ayuda desinteresada'.

Pero en Madrid, como ya se ha mencionado con anterioridad, los acontecimientos no se desarrollaron como Miguel tenía previsto, y las acuciantes necesidades económicas que comenzó a padecer le obligaron a regresar. Mas se encontraba totalmente privado de cualquier dinero, con lo cual no le quedaba más remedio que acudir, tal y como se lo prometió, a José Martínez Arenas, siendo Ramón Sijé el interlocutor. Así se lo hizo saber Miguel a Sijé, en carta fechada en mayo del año 32.

'Si no has podido recoger hasta hoy el dinero que necesito (...) ve enseguida a Martínez Arenas y pídeselo. Me dijo un día antes de mi "primera salida" que el que me hallara en la situación de éste, acudiera a él. No dejes de verlo hoy mismo'.

Cosa que, efectivamente, hizo Sijé, tal y como podemos comprobar en la carta que, apenas dos días después que la que Miguel le mandara, envió al abogado oriolano:

'Nuestro poeta, enfermo y pobre en Madrid, me pide para venirse a Orihuela. Le adjunto la carta (...) Lo espero todo de Vd., tan atento a estas cosas del espíritu'.

Y así sucedió, en efecto. Martínez Arenas envió la cantidad acordada, adjuntando además una tarjeta en la que le pedía que le informara en cuanto Miguel hubiese recibido el dinero. A continuación, se justifica por el hecho de adjuntar como prueba de todo lo dicho los originales de todas las cartas que han sido mencionadas. Pues si algo no buscaba José Martínez Arenas era ni fama ni notoriedad: su único fin era llegar a sacar a la luz algunas pruebas concluyentes sobre lo acontecido en aquellos tiempos, y que algunas biografías del poeta no recogían con exactitud. Depurando pruebas y eximiéndose de cualquier indicio de buscar la notoriedad, Martínez Arenas volvía a dar muestras, una más, no sólo de su tono siempre comedido, mesurado y correcto, sino también de su modestia. Cuando otros se manifestaron en algunos aspectos acerca de la vida de Hernández quizás sin la documentación requerida, Martínez Arenas lo hace, pero con la necesaria justificación que, debido a su carácter, manifiesta.

'He de advertir al lector que publico estas cartas con cierto sonrojo por lo que en ellas se hable de mí y porque la publicación de un hecho insignificante puede interpretarse como una afán exhibicionista que daña mi modestia; pero me impulsa mi afán de ofrecer datos auténticos sobre (...) Miguel Hernández. Se ha escrito mucho sobre él y la mayor parte de los testimonios que han recogido los biógrafos no estaban directamente informados'.

Y, además, también reivindica de algún modo la importancia de la gente que le rodeó en aquellos años anteriores a la marcha de Miguel Hernández a Madrid. Pues si alguien puede realmente conocer toda la suerte de sucesos que durante aquellos años acaecieron al oriolano,  son sus amigos, sus maestros y sus protectores.  

'Su esposa conoce la vida de Miguel desde el año 1934 en que comenzó sus relaciones amorosas con él; de la anterior sólo tuvo referencias personales del poeta. En la infancia y primera juventud de éste, los que le ayudaron, aconsejaron y recibieron sus confidencias no son, ciertamente, sus convecinos de la calle de Arriba (...) que no iban a su lado en sus luchas ni comezones espirituales. Ramón Sijé, desgraciadamente desaparecido, hubiera sido su mejor biógrafo; don Luis Almarcha fue su único maestro, y yo hice por él lo que pude hasta que tomó su vuelo y se lanzó a la lucha con toda la violencia de su temperamento y toda la ingenuidad de su puro corazón'.

Y cierto es que hizo todo aquello que estuvo en su mano por ayudar a aquel joven escritor con sueños de gloria, pues más allá de su carta de recomendación, e incluso de enviarle el dinero necesario para poder regresar de su frustrado asalto a la capital, Martínez Arenas fue, junto con Luis Almarcha, uno de los garantes en el pago de la edición de Perito en lunas, primer poemario de Hernández.

'El libro "Perito en lunas" lo editó por cuenta del autor la empresa editorial "La Verdad", de Murcia, a virtud de un contrato de edición cuyo pago garantizamos Don Luis Almarcha y yo. El importe de la edición que ascendía a cuatrocientas veinticinco pesetas lo pagó Don Luis de su bolsillo'.

Llegados a este punto, y tras la marcha de Miguel a Madrid, Martínez Arenas ya no se siente con la suficiente libertad para hablar de los hechos que se sucedieron en la vida de Miguel. Pues el conocimiento de causa que le otorgaba haber sido testigo directo de aquella primera etapa de Miguel, no los poseía tras su marcha. Él, ante la imposibilidad de hablar con certeza de sucesos que le había sido transmitidos a través de otras personas, prefirió no emitir demasiados juicios al respecto.  Aún así, sí que hemos podido encontrar una necesaria reivindicación, así como claro ataque al chileno Pablo Neruda. Pues Almarcha no aceptó la devolución del préstamo que había hecho a Hernández, a lo que Martínez Arenas añade:

'Así se portaba con Miguel esta "sotánica y satánica Orihuela" según la indecente y procaz calificación de Neruda'.

Los únicos datos que podrá volver a aportar de Miguel Hernández se remontan a aquellas dos visitas que hizo a Orihuela una vez finalizada la guerra. La primera, antes de que lo prendieran en Rosal de la Frontera, cuando acudió a pedir ayuda y consejo a Luis Almarcha en su planeada escapada a Portugal.

'Cuando terminó la guerra, vino a Orihuela y a los dos o tres días se presentó en mi casa. Me asusté al verle y temí por su libertad y por su vida. Me pidió consejo y le hice saber que Don Luis Almarcha había llegado aquellos días desde la zona nacional. Le aconsejé que fuera a verlo y le pidiera amparo. Así lo hizo'.

Y, efectivamente, dicho encuentro tuvo lugar. A finales de 1939, y al regreso de Almarcha, Hernández va a su encuentro manifestándole su firme intención de marchar hacia Sevilla, para así poder emprender el exilio hacia la vecina Portugal. Además, tal y como apuntó posteriormente el propio Almarcha, Hernández le expresó su convicción de que, a pesar de que las diferencias políticas los hubiesen separado, la religión no debía estar nunca presente en este conflicto de intereses.

'Sus amigos consiguieron su libertad y vino nuevamente a Orihuela, en donde no quiso estar retraído esquivando su presencia, según le aconsejaron aquellos, hasta que la actuación oficiosa de dos agentes municipales dio con él en la cárcel'.

En su exordio final del capítulo que dedica a la memoria del oriolano,  Martínez Arenas deja a un lado cualquier posible relación con la política y pide para Hernández el reconocimiento de su pueblo que, bajo su punto de vista, realmente merece: el de poeta.

'Miguel Hernández está incorporado a la historia de la literatura con destacada jerarquía. No hay antología poética, ni ensayo o tratado sobre poesía española moderna que no estudie su obra y sitúe su cualidad de poeta entre los mejores de su época. Orihuela tiene la honra de contarlo como uno de sus hijos más ilustres, y algún día su patria chica honrará su memoria, haciendo constar siempre que las manos de Miguel no esgrimieron más armas que la pluma, y se fueron al sepulcro limpias de sangre y de lodo, cruzadas sobre el pecho que alojó un corazón generoso, puro...y oriolano'.

José Martínez Arenas fue una figura preponderante en Orihuela durante muchos años, como abogado, pero también como persona culta y entregada a cualquier iniciativa desde el mundo literario. Pues se entregó a la literatura como lo que, en esencia, debe ser: una bella disciplina totalmente al margen de cualquier disputa política. Es por ello que protegió a Miguel Hernández, y lo ayudó en la medida de sus posibilidades como lo que fue, un poeta. Y una vez que España se dividió, en tan difíciles circunstancias, y a pesar de que Hernández estuviese en el bando contrario, siempre alabaría su pureza no sólo como persona, sino también como poeta.