Coetáneos de Miguel Hernández

Luis Cernuda Bidón



Luis Cernuda Bidón nació en la soleada y colorista Sevilla el 21 de septiembre de 1902. Luis era el tercer retoño del matrimonio formado por Bernardo Cernuda Bauzá, que era Comandante del arma de Ingenieros, y Amparo Bidón Cuéllar. Antes de Luis, habían nacido Amparo (1894) y Ana (1895). Esa diferencia de edad, aumentaría la sensación de soledad y aislamiento que el poeta siempre afirmó padecer durante su niñez.

La infancia de Luis transcurrió entre la lógica estricta disciplina que aplicaba su padre, poco comunicativo y menos afectuoso todavía, y los juegos con sus primos y algunas veces -pocas- con sus hermanas. Esta situación le inspira el poema "La familia" de Como quien espera el alba.

En 1915 su familia, por ascenso de su padre a Teniente Coronel, se traslada a un nuevo alojamiento frente al Parque de María Luisa. Es el momento en el que Luis empieza la educación secundaria con los Escolapios. Primero en el Colegio de San Ramón (1913) y luego en Calasancio Hispalense. Aquí, uno de los padres le inició en los rudimentos de la poesía, a la vez que hace sus primeras lecturas de Bécquer, uno de sus poetas preferidos desde entonces.

Llegamos al otoño de 1919, momento en el cual Luis Cernuda inicia su andadura universitaria, y la inicia en la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla, experiencia que le marcaría y condicionaría para siempre, como ahora veremos.

Resulta que durante el primer curso de la carrera, tuvo como profesor a Pedro Salinas, que desde hacía muy poco tiempo era catedrático de Historia de la Lengua y la Literatura Españolas. Salinas era uno de los más notables símbolos del grupo poético que estaba entonces constituyéndose en la lírica española y fue de gran importancia en la evolución poética de Cernuda. Primero, era uno de los ayudantes de Salinas en las importantes tertulias literarias que organizaba, y, segundo, gracias a su magisterio, conoció y luego leyó primero, la obra de los clásicos españoles: Góngora, Quevedo, Lope de Vega, Fray Luis de León..., y después la obra de autores fundamentales de la literatura francesa: Proust, Baudelaire, Rimbaud e incluso Gide.

Ya tenemos a un Cernuda gracias a esto plenamente interesado en la poesía, un interés que se acrecienta gracias a una experiencia que posteriormente relataría en "Historial de un libro".

Cernuda se encontraba cumpliendo el servicio militar y salía por las tardes por los alrededores de Sevilla con el resto de sus compañeros de servicio a caballo, cumpliendo así con el plan de instrucción. Contaría que una de aquellas tardes "las cosas se me aparecieron como si las viera por vez primera, como si por primera vez entrara yo en comunicación con ellas, y esa visión inusitada, al mismo tiempo, provocaba en mí la urgencia expresiva, la urgencia de decir dicha experiencia. Así nació entonces toda una serie de versos...".

La situación acomodada que hasta entonces había disfrutado Luis Cernuda se ve alterada desgraciadamente en el año 1920 por la muerte repentina de su padre. Su muerte lleva a la familia poco menos que al borde de la quiebra y hace que deban dejar sus alojamientos junto al alegre Parque de María Luisa por otros más modestos.

Tan desesperada llegaría a ser en algún momento la situación que su madre, cuando en 1925 finalice sus estudios, le pedirá que contribuya al sostenimiento de la familia.

Ya tenemos a Luis Cernuda con el título de licenciado en Derecho en el bolsillo. Sin embargo, la afición por la poesía había ido creciendo en su interior hasta hacerse algo irrefrenable.

Se produce entonces un encuentro que recordará siempre. Corre el mes de septiembre de 1925 y Juan Ramón Jiménez se encuentra en Sevilla.

Por aquel entonces, Jiménez era entonces una de las lecturas preferidas y gracias a Pedro Salinas tuvo la oportunidad de conocerle una noche en los jardines del Alcázar de Sevilla. Su Historial de un libro recordaría para siempre esa experiencia tan trascendente, ocurrida además en ese lugar, en esos jardines que, al fin y a la postre, consideraría en su exilio su paraíso perdido, véanse si no Ocnos Imagen de Ocnos y Variaciones sobre tema mexicano. Imagen de Variaciones sobre tema mexicano

Los primeros versos de Luis Cernuda aparecieron publicados en Revista de Occidente en 1925. A esta revista le van a seguir La Verdad, Litoral, Mediodía y Papel de Aleluyas.

Su primer libro, Perfil del aire, Imagen de Perfil del airese publicará en 1927. Contiene lo escrito entre 1924 y principios de 1926. La publicación corrió a cargo de dos maestros de la imprenta: Manuel Altolaguirre y Emilio Prados y la imprenta Sur de Málaga. Por desgracia, este libro fue acogido de una manera muy fría por la crítica. Sólo unos pocos discreparon del calificativo de anacrónico y ajeno a la modernidad que la crítica había adjudicado a su poesía, una crítica que se cebó con él acusándole de copiar a Jorge Guillén.

Estas críticas tan negativas provocan un sentimiento que arrastrará toda su vida, la desconfianza hacia la crítica. A ello hay que sumar que los organizadores del homenaje a Góngora en el Ateneo de Sevilla en 1927 no lo invitasen. Sin embargo, estuvo presente, pudiendo así conocer a algunos poetas de su generación, como Federico García Lorca.

Ese sentimiento negativo fue creciendo en el fondo de su ser, haciendo que se alejase de la natural evolución de las letras españolas. A ese alejamiento contribuye el aumento de sus lecturas de autores franceses, algo que como recordaremos inició en los albores de su época universitaria. Aragon, Éluard, Lautréamont, Baudelaire, Rimbaud, Gide..., van poco a poco dejando su huella, aunque Cernuda no exteriorice todo lo que comparte con ellos, su común rebeldía.

Pero este bagaje sí que tuvo sus frutos: "Égloga", "Elegía, "Oda", que aparecieron entre 1927 y 1928. Tres bellos ejercicios de estilo, que muestran lo que Cernuda iba a poder dar de sí estéticamente, inspirándose en Mallarmé y sobre todo en el recientemente redescubierto Garcilaso, aunque sin transmitir la creciente rabia que le iba a acompañar interiormente prácticamente toda su vida.

En 1928 fallece la madre de Luis, suceso luctuoso que hace que sienta la necesidad de alejarse de Sevilla. Se dirigirá a Madrid, aunque antes, pasará por Málaga.

En Málaga va a pasar unos días con Manuel Altolaguirre y Emilio Prados, sus impresores en Perfil del aire. Durante el viaje, va a tener lugar además, un acontecimiento que le impresionaría durante el resto de su vida: es la primera vez que va a ver el mar, y tanto le marca que relatos como "El indolente" (1929) que reflejan ese encuentro, recogerán esa experiencia.

Tras llegar a Madrid, y reunirse con algunos amigos, visita a Vicente Aleixandre, pero en noviembre, y siempre gracias a la ayuda de Pedro Salinas, se va a incorporar a l'École Normale de Toulouse como lector de español.

La estancia de Salinas en el vecino país duró siete meses, tiempo que el poeta aprovechó para, por un lado, ponerse al día en las nuevas tendencias artísticas pero también para retomar viejas aficiones como el cine. Esta afición, que le acompañaría hasta el final de sus días, se inició en Sevilla. Con ella, se sentiría igual de a gusto viendo en la pantalla las aventuras de Douglas Fairbanks, las comedias de los geniales Buster Keaton o Chaplin, los amoríos de Valentino o sencillamente cualquier drama. Pero el cine no sería sólo entretenimiento, sino que también le servirá de inspiración para algunos de sus poemas.

Durante la estancia en Toulouse, Luis cambiará su imagen al estar alejado de los tabúes que suponen tener cerca de la familia y a los amigos: primero dejó de ocultar su homosexualidad y luego, para superar su timidez, se dedicó a escuchar discos de tangos, fox-trot, charlestón..., aprendió a hablar en público, a lo que se unirían sus cambios en el modo de vestir (se compró un sombrero americano gris) y en su apariencia externa (se dejó el bigote).

En marzo de 1929 emprende el viaje a París, algo que le deslumbrará por su luz, sus museos, los bares... Allí contacta con los surrealistas y su automatismo, su lírica se acomoda a la novedad y va escribiendo poemas que aparecerán en la revista Litoral.

Su estancia en la Ciudad de la luz durará hasta junio, fecha en la que vuelve a Madrid. Ese tiempo, lo aprovecha para terminar Un río, un amor. Pero también en esos primeros momentos de su vuelta a Madrid se encuentra sin empleo, algo que pronto se subsana, al ser contratado en la prestigiosa librería de León Sánchez Cuesta desde principios de 1930.

Un año después, hacia abril de 1931, inicia Cernuda el que sería su segundo poemario surrealista: Los placeres prohibidos. Este libro tiene su origen en la relación amorosa que durante los siguientes cuatro años mantendría con el joven gallego Serafín Fernández Ferro. Poco después se proclama la II República, exactamente el 14 del mismo mes, proclamación que tendrá mucha importancia para Luis Cernuda ya que supuso el lanzamiento de algunos proyectos educativos y culturales muy importantes, como el teatro ambulante del grupo La Barraca, dirigido por Federico García Lorca y finalmente las Misiones Pedagógicas, que pretendía que la cultura y la educación llegasen a cualquier lugar del país y a cualquier persona.

Luis Cernuda se sumará a este segundo proyecto, dentro del cual participará de dos formas. En un primer momento, se dedicó desde la sede central de Madrid a conseguir los libros necesarios para que cada escuela tuviese una biblioteca mínima donde leer algunos de los clásicos de la literatura tanto española como universal. En una segunda fase, que se puede situar en 1935, se decide a unirse al grupo que desde el Museo del Prado mostraba por toda España copias de los cuadros famosos de su colección. En este grupo, formado por entre otros, Ramón Gaya y Eduardo Vicente y recorrieron poblaciones de Ávila, Guadalajara, Segovia, Toledo, Teruel, Huelva y Málaga (1934).

La importancia de esta experiencia radica en que, con ella, Luis Cernuda se sensibilizó de manera extrema hacia el estado en que se encontraban grandes áreas del país, en un estado de miseria extrema, acentuado en lo cultural y educativo. Esa sensibilización dio paso a un cambio en su ideología política, que evolucionó hacia lo revolucionario, pero sin llegar al marxismo.

Al mismo tiempo, esa evolución ideológica llegó a sus escritos, entre los que podemos encontrar la declaración presente en "Los que se incorporan", que publicó la revista de Rafael Alberti Octubre. En ella, Luis rechazaba la sociedad capitalista moderna porque lo que más le interesaba era conseguir la mejora en lo espiritual del hombre.

Entre 1932 y 1933 Luis Cernuda publica en la revista Héroe los poemas que constituirían su siguiente libro, Donde habite el olvido, que se publicaría a finales de 1934. En 1933 publicaría también una breve antología, La invitación a la poesía, que también le editan Manuel Altolaguirre y su esposa Concha Méndez.

Hay que mencionar también que sus viajes con las Misiones Pedagógicas le facilitaron por un lado nuevas amistades, pero también continuar teniendo al mar como motivo de inspiración, fruto de la cual son poemas como: "El joven marino", Imagen de El joven marino"Soliloquio del farero" y otros.

Otra cosa que también conseguirían esos viajes fue que Cernuda se sintiese influido por el andalucismo romántico, como lo atestiguan los ensayos "Bécquer y el romanticismo español" o "Divagación sobre la Andalucía romántica", que publicaría la revista Cruz y Raya. Imagen de Cruz y rayaEse interés por lo romántico debemos recordar que se remonta a su época escolar, en la que empezó a leer a Bécquer, lecturas a las que se suman las de otros poetas románticos, esta vez ingleses -Byron, Shelley, Blake- y alemanes -Hölderlin, Novalis, Heine-.

El año 1936 es un muy importante, porque reedita de manera refundida Perfil del aire, que pasa a llamarse Primeras poesías pero, sobre todo, porque aparece publicada toda su obra en un volumen titulado La realidad y el deseo, Imagen de el deseo muy elogiado por Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas, Manuel Altolaguirre o Arturo Serrano Plaja, aunque la más fervorosa será la de Federico García Lorca. Por otra parte, hay que mencionar también que la publicación de esta obra supone, por desgracia, el broche de oro de una época que finaliza abruptamente por la guerra civil.

Cuando estalla la guerra, Luis Cernuda y Concha de Albornoz se trasladan a París como secretarios de Álvaro de Albornoz, embajador español en Francia, estancia que dura sólo un par de meses, regresando otra vez a Madrid.

Ya en Madrid, Cernuda colaboraría con Serrano Plaja realizando programas de radio, hasta que en octubre se alista en el Batallón Alpino, destinado a la Sierra de Guadarrama, y donde ejerció de comisario cultural. En este destino se mantendría hasta enero de 1937, momento en el cual vuelve a Madrid, a la Alianza de Escritores Antifascistas, en cuyo órgano de expresión, El Mono Azul, publicaría un texto de adhesión a la República.

En abril, ya trasladado a Valencia, colabora en Hora de España, en la que publica poemas como "Elegía a un poeta muerto (F.G.L.)". También interviene en agosto en una representación de la obra de Lorca Mariana Pineda. Representa aquí el papel de Don Pedro, contando la representación con un vestuario diseñado por el pintor Víctor Cortezo y la dirección de Altolaguirre. Esta representación se preparó de manera tan especial por coincidir con la realización del II Congreso de Escritores Antifascistas.

En ese verano, arrestaron a Víctor Cortezo y a Concha de Albornoz acusados de espías, pero este hecho siguió de momento sin hacer que Luis abandonase el país. De hecho pasa el invierno de 1937-1938 en Madrid y renuncia a un puesto de lector en Oslo, pero finalmente acepta al ofrecimiento de dar una gira de conferencias que le hace el poeta inglés Stanley Richardson, gira que no era más que un pretexto para alejarle de la guerra. El día de San Valentín de 1938 Luis Cernuda saldrá de España camino de Londres y vía París, cruzando la frontera francesa por Port-Bou.

En Londres, imparte alguna charla para estudiantes de español en Oxford y Cambridge, que sin embargo no le proporcionan ingreso alguno. Su encuentro con los españoles Rafael Martínez Nadal o Gregorio Prieto, que le ofrecen ayuda económica y amistad, y las gestiones de Richardson, que le consigue un trabajo con un grupo de niños vascos refugiados, estabilizan su situación.

Llega septiembre, y con él un fallido intento de regreso a España, pero también su incorporación como profesor de español en un internado de Surrey, donde dedicaría la mayor parte de su tiempo a leer poesía inglesa y a escribir. En enero de 1939 pasa como teaching assistant en el departamento de español de la Universidad de Glasgow. En esta ciudad permanecería hasta 1943, escribiendo los últimos poemas de Las nubes, Imagen de Las nubes gran parte de Cómo quien espera al alba, Ocnos y varios ensayos de tema crítico. Su poesía de estos momentos, registrara sus nuevas circunstancias, pero también va a recordar la guerra y el horror de las destrucciones que supone ésta en su país.

Harto de Glasgow, acepta en 1943, como ha sido mencionado, una invitación para acudir de lector a la Universidad de Cambridge. Allí, su alojamiento, muy tranquilo, le inspiraría poemas como "El árbol" y le permitiría acabar en abril de 1944 Como quien espera el alba.Imagen de Como quien espera el alba También le permitiría encontrar otra vez al amor, algo que demuestra en poemas como "Cuatro poemas a una sombra", inicio de Vivir sin estar viviendo.

En Cambridge permanece hasta 1945, cuando en junio acepta el puesto que le ofrece el Instituto Español de Londres para mostrar a los ingleses una visión más libre de la cultura española que la ofrecida por las instituciones del General Franco. Durante los dos años que permanece en Londres se aloja en casa del amigo y pintor Gregorio Prieto y se dedica sobre todo a las traducciones, iniciando la de Troilo y Crésida de Shakespeare que es enviada al poeta T. S. Elliot, y que no prestaría atención a la misma, algo que Cernuda encontraría humillante. También hay que destacar que algunos de sus poemas se traducen al inglés.

En septiembre de 1947 parte de Southampton rumbo a Estados Unidos, tras aceptar la invitación que desde la Universidad de Mount Holyoke, en Massachussets le hacía Concha Albornoz.

La alegría por las circunstancias en que se producía su llegada -reencuentro con una buena amiga y buen sueldo-, se esfuma en cuanto llegan las nieves invernales. En cambio, hay algún destello de alegría y de alteración de lo que para él suponía una aburrida rutina: en 1947, viaja a Harvard, en Boston, para dictar la conferencia "Cervantes el poeta", y en 1948, viajando por Nueva Inglaterra y Nueva York, se reencuentra con Pedro Salinas y Jorge Guillén.

Es tanto el hastío que le depara este sitio, que decide cambiar de lugar de residencia. El lugar elegido es México, donde en 1940 se había publicado la segunda edición de La realidad y el deseo.

Es el verano de 1949 y Cernuda se alegra mucho por dejar atrás el frío, la oscuridad y sobre todo por volver a oír hablar en español a su alrededor. Además, en México se reencuentra con muchos y muy buenos amigos: Emilio Prados, Manuel Altolaguirre, Concha Méndez, los pintores Moreno Villa o Ramón Gaya, pero también hace amigos, primero pintores y músicos como Manuel Rodríguez Lozano, Salvador Moreno o Ignacio Guerrero. Son sólo unos meses pero para él suponen mucho.

En el transcurso del curso de 1949-1950 aparece el tercer poemario del exilio, Vivir sin estar viviendo, pero inicia también dos libros: Con las horas contadas y la colección de poemas en prosa Variaciones sobre un tema mexicano, en el que se evoca la luz y el aire de México junto con el espíritu de su pueblo, tan parecido a su Andalucía natal.

A finales del curso de 1951 vuelve a México con un permiso de ocho meses. En ese tiempo, vuelve a enamorarse. Sin embargo, vence su visado, cosa que hace que visite Cuba. En La Habana, impartió alguna conferencia, a la vez que trató a María Zambrano.

También este periodo, supone un cierto restablecimiento de relaciones con España, donde se había publicado la segunda edición aumentada (censurada) de Ocnos, a la vez que aparecieron algunos de sus poemas gracias al joven crítico y poeta José Luis Cano en Ínsula.
Llega noviembre de 1952, y con él, y tras volver a Mount Holyoke, su renuncia y su proyecto de instalarse en la capital azteca.

Durante el primer año de estancia de Luis en el Distrito Federal, tendrá un apartamento alquilado en el centro, para trasladarse a finales de 1953 a la casa de Concha Méndez en Coyoacán.

Tarda un año en conseguir un empleo, casi un año, y lo encuentra de la mano de Octavio Paz en forma de puesto de profesor a tiempo parcial en la Universidad Nacional Autónoma de México y de beca de investigación literaria en el Colegio de México. El primer fruto de esta fue su obra Estudios sobre la poesía española contemporánea, publicada en 1957 en Madrid, entre un gran revuelo por la crítica a Salinas y a Juan Ramón Jiménez, muy severa. Pero la beca, también permitiría que escribiese sobre poetas ingleses como Blake, Keats o Shelley, publicando, ante la indiferencia de la crítica azteca, en 1958 el volumen Pensamiento poético en la lírica inglesa (siglo XIX). Imagen de Lírica inglesa

Pero ese año es además importante porque se produce, a cargo del Fondo de Cultura Económica, la publicación de la tercera edición de La realidad y el deseo, una edición ampliada al que se añaden los poemas de Cómo quien espera el alba, Vivir sin estar viviendo y Con las horas contadas. Además fueron añadidos al final los primeros poemas de una colección, Desolación en la quimera. Lo más positivo fue que desde ese momento, la crítica y poetas como Octavio Paz vieron en él a un maestro de la poesía, algo que en España también se dio de la mano de los jóvenes poetas como José Ángel Valente o Jaime Gil de Biedma.

En 1959 su gran amigo Manuel Altolaguirre fallece en España junto con su esposa en un accidente de tráfico, y para homenajearle, cuidó de la edición de sus Poesías completas, que aparecieron en 1960, el mismo año que apareció publicada una colección de ensayos escritos en Inglaterra, Poesía y Literatura.

Cernuda se fue acostumbrando poco a poco a la vida en familia con la anterior esposa de Manuel Altolaguirre, Concha Méndez, su hija Paloma, su yerno y los nietos que nacían, que encontraron en Luis un abuelo con el que jugar en el jardín y que les llevaba y les traía del colegio y que seguía yendo al cine.

La Universidad de California-Los Ángeles (UCLA) invitó en 1960 a Cernuda. La visita se había organizado tras defender uno de sus profesores (Carlos P. Otero) una tesis sobre su obra. El viaje hizo que Luis Cernuda volviese a escribir, pero también que determinase no volver a España, cuyos valores no compartía y que quedasen de manifiesto las malas relaciones con sus compañeros de generación.

Durante los tres años siguientes volvería a California en dos ocasiones para dar clase. La primera en el curso 1961-1962, en San Francisco, y la segunda, en el curso 1962-1963. En esta ocasión no disfrutó, debido a las malas relaciones con los demás compañeros del departamento de Español. La aparición a finales de 1962 de Desolación de la quimera Imagen de Desolación de la quimera y la publicación de un homenaje en la revista La Caña Gris mitigarían en parte ese malestar.

En junio de 1963 volvió a Coyoacán para pasar el verano antes de volver a la Universidad del Sur de California, adonde no volvería por no querer pasar el preceptivo examen médico para la renovación del visado, renunciando así al contrato de manera automática.

La mañana del 5 de noviembre de ese año, la hija de Altolaguirre, Paloma, subió a su habitación, encontrándoselo tirado en el suelo muerto. Cernuda había fallecido víctima de un paro cardíaco. Sería enterrado al día siguiente, el mismo día que llegaban los primero ejemplares de la tercera edición de Ocnos, Imagen de Ocnosquedando inédito su segundo volumen de Poesía y literatura, que aparecería en 1964. Además, se produjo un interés creciente por parte de la crítica, destacando los monográficos que Ínsula y la Revista Mexicana de Literatura le dedicaron en 1964, y que no hacía más que recuperar lo que los jóvenes poetas del grupo Cántico ya iniciaron en España en 1955, siguiendo en 1962 con la revista y los poetas ya mencionados de La Caña Gris, José Ángel Valente y Jaime Gil de Biedma.

Receloso de los críticos, y siempre alejado de las mayorías, seguramente se habría sorprendido de tanta alabanza póstuma. Sensible e inteligente, su alma, sus sentimientos y sus vivencias fueron sin embargo más de los poetas que vinieron cronológicamente tras de él que de sus coetáneos.


Relación con Miguel Hernández

La relación entre Miguel Hernández y Luis Cernuda nunca fue demasiado buena, demasiado fluida. El difícil carácter que exhibió durante toda su vida y la desconfianza hacia la crítica influyeron en esa relación.

En cuanto a relación física, aunque no hay mención expresa a ella, habría que mencionar que como todas las grandes firmas del bando republicano, participó en el II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas, celebrado entre Valencia y Madrid en 1937, congreso en el que también participó Miguel Hernández.

También hay que recordar que ambos coincidieron en publicaciones destinadas a animar a las tropas, como El Mono Azul, pero de manera puntual, pues mientras el poeta oriolano se medía en las trincheras madurando sus versos, Cernuda saldrá pronto de España gracias a sus amistades.

Después de la guerra civil, Luis Cernuda volvió otra vez aunque de una manera no demasiado agradecida a Miguel Hernández. El lugar escogido fueron las páginas de su obra Estudios sobre poesía española contemporánea. Editada por primera vez en Madrid por Guadarrama en el año 1957, a él le dedica las páginas 225-229. Esta obra, tuvo algunas reediciones más: 1970 (2ª ed. ), pp. 181- 184; y 1975 (4ª ed. ), pp. 175-179.

El libro estructura la poesía española del momento en cinco apartados. El primero, dedicado a los orígenes, incluye capítulos dedicados a observaciones preliminares, lenguaje, precedentes, etc. A él le siguen los apartados dedicados a Ramón de Campoamor, Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro. En el segundo gran apartado, que titula "Generación de 1898", dedica cuatro epígrafes a hablar respectivamente del Modernismo y la Generación de 1898, a Miguel de Unamuno, a Antonio Machado, y finalmente a Juan Ramón Jiménez. El capítulo tercero, llamado "Transición", recoge los epígrafes dedicados a León Felipe, José Moreno Villa y finalmente a Gómez de la Serna y la Generación poética de 1925. El capítulo cuarto lo dedica a lo que el denomina "generación de 1925, con tres epígrafes, dedicado uno a sus comienzos y de los dos restantes, uno a Pedro Salinas y otro a Federico García Lorca. Finalmente, el quinto y último capítulo, con un solo epígrafe, "Consideraciones generales", es el que menciona en uno de sus subapartados a Miguel Hernández.

Explica Cernuda cómo al comenzar la guerra civil coexistían tres generaciones poéticas, la del 98, la que él denomina del 25 y finalmente la que llamarían "generación del 36", que incluía a Miguel Hernández, Luis Rosales, Leopoldo Panero, José A. Muñoz Rojas, Germán Bleiberg, Luis Felipe Vivanco, y como él dice, "algún otro". Explica Cernuda que esta generación era de tendencia más bien conservadora, aunque hay alguna excepción, como Miguel Hernández. Explica también cómo en su opinión, este grupo es también muy limitado en lo técnico, dedicándose en su mayor parte tan sólo a explorar y utilizar las novedades introducidas con anterioridad. De estos poetas dice también que son muy religiosos, algo que hace que aprecien la poesía de Machado y Unamuno.

Sí acierta cuando dice que el poeta más importante del grupo es Miguel Hernández, aunque lo menciona de manera despectiva: "El poeta más importante del grupo se dice que es Miguel Hernández...", del que luego continúa afirmando que es la excepción a esa tendencia conservadora antes mencionada. Sigue explicando que algún detalle de su vida sigue generando confusión, como la profesión de pastor: "era un pastor (creo que le declaraban analfabeto, para aumentar así su valor exótico), quien al comienzo de la guerra civil abandonó su ganado y tomó un fusil, comenzando al mismo tiempo a componer baladas populares".
La que luego llamarían "generación del 36", de tendencia conservadora, tendría en Miguel Hernández su excepción. Las circunstancias vitales (muerte prematura) y su importante obra, "han ayudado quizá al entusiasmo en la estimación" de ésta, según el poeta sevillano. Continúa hablando de su familia, a la que denomina "Familia humilde campesina", que posee un "folklorismo latente" y un bagaje de poesía del siglo XVII, que según Cernuda tuvo que rehacer para ayudar a José María de Cossío en su enciclopedia de Los Toros.

Cernuda, indica que Hernández debe también una parte de lo que es a García Lorca y a Salvador Rueda, con unos versos llenos de pasión contagiosa y en los que la pasión de su poesía le traspasa al lector, "haciéndole olvidar o disculpar los defectos", comentario nada benévolo como vemos. En sus poemas últimos sólo aparecen "sentimientos", nada más, no arte, sobre todo si lo relacionamos con su peripecia vital.

Pero de todo lo ya recogido en estas líneas, no hay nada más lesivo e insultante hacia la figura de Hernández que la siguiente opinión, repetida hasta la saciedad por los críticos hernandianos por ser a todas luces injusta: "De todos modos había en Hernández, y hasta en exceso, todos los dones primarios que indican el poeta; le faltaban los que constituyen el artista y no creemos que, de haber vivido, los hubiese adquirido". La "fogosidad" y la "retórica", cualidades también de Zorrilla, Rueda, Villaespesa, etc., son productos "castizos", contrarios al arte de Garcilaso. Resumiendo, que Miguel Hernández para Luis Cernuda no era un poeta de primera fila, de los que componen piezas artísticas, era tan sólo un poeta inspirado, nada más.