Coetáneos de Miguel Hernández

José Bergamín Gutiérrez

 

 

José Bergamín Gutierrez nació en Madrid el 30 de diciembre de 1895, último de los 13 hijos de una acomodada familia de origen malageño. Su padre, Francisco Bergamín García, fue un conocido ministro de la Restauración dentro del Partido Liberal Conservador y José Bergamín trabajó como secretario particular de su padre en los despachos ministeriales. De su padre heredará el interés por la política, mientras que de su madre, Rosario Gutiérrez López, recibirá una influencia católica decisiva.

Esta doble influencia es básica para la comprensión de la obra de Bergamín, ya que si ideológicamente fue radicalizándose progresivamente hacia el comunismo, nunca abandonó la raíz católica que le inculcó su madre. De hecho intentó compaginar durante toda su vida catolicismo y comunismo.

Esta paradoja o contradicción definirá su obra, tanto en aforismos, que él definía como “corto-circuito del pensamiento” como en obras teatrales o artículos periodísticos. La paradoja, utilizada como pértiga del contrasentido, le permitió realizar piruetas increíbles. Prueba de ello puede ser su identificación con el nacionalismo radical vasco ya en la última etapa de su vida.

Aunque sus primeros artículos aparecen en la revista “Índice” en 1921, su interés por las letras es muy anterior; hacia 1912 entra en la vida literaria madrileña; frecuenta primero las tertulias literarias de Valle-Inclán y Benavente en “El gato negro”. Después la de Ramón Gómez de la Serna en “Pombo”.

En la mencionada revista “Índice”, fundada y dirigida por Alfonso Reyes, Enrique Díez-Canedo y Juan Ramón Jiménez, publica sus primeros textos, al mismo tiempo que Lorca, Salinas, Guillén, Antonio Espina, Gerardo Diego...etc. Fue en esta revista donde, según él, surgió toda la nómina de escritores de la llamada “generación del 27”; término que detestaba, pues prefería denominarla “generación de la República”. La crítica oficial le ha negado siempre su pertenencia a dicho grupo y le clasifica más bien entre los miembros de la Generación de 1914 o Novecentismo.

Según Francisco Rico y Víctor G. De la Concha en su obra “Historia crítica de la literatura española (Barcelona, Ed. Crítica, 1984), Bergamín pertenece a una generación de eruditos. Sólo dentro de la confrontación entre la cultura literal y la cultura espiritual puede apreciarse claramente la ambición antiacadémica de su ideología. Se opone a la letra porque es destructiva: “la letra entra con fe, con sangre. Y al pie de la letra está el Espíritu crucificado”.

Esta afición al juego de palabras ha contribuido a crear la imagen de un escritor difícil, imposible de entender racionalmente, aislado en su propia pirotecnia verbal; encerrado en un laberinto fruto de su frivolidad y arbitrariedad artísticas.

Se considera a Bergamín como el principal discípulo de Unamuno y uno de los mayores ensayistas en español del siglo XX. Curiosamente la relación entre Unamuno y la familia Bergamín se remonta a 1914, cuando el entonces Ministro de Instrucción Pública era Francisco Bergamín García, padre de José Bergamín, y destituyó en ese año a Unamuno de su puesto de Rector de la Universidad de Salamanca.

Sus temas preferidos irán desde los mitos literarios a España, el Siglo de Oro, la mística, la política o la tauromaquia. El mismo Bergamín en “Memoria amarga de mí” pone de manifiesto la influencia que Unamuno ejerció sobre él.

Su primer libro lo publica en 1923, se trata de “El cohete y la estrella”, que es una colección de aforismos que sorprendió a propios y extraños. Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas o Azorín se ocuparon ampliamente del joven autor llamándole “maestro de la nueva generación de escritores”. Respecto a los aforismos hay que decir que sólo son comparables a las greguerías de Ramón Gómez de la Serna, otra gran figura del 27. Veamos algunos ejemplos de aforismos de diversas obras:

· El aforismo es una dimensión figurativa del pensamiento: su sola dimensión.
· Es admirable todo lo que hacen las hormigas para perder el tiempo.
· El monstruo en su laberinto; y el tonto en su lío.
· Detrás de un patriota hay siempre un comerciante.
· Cuando se tiene la “cabeza a pájaros” hay que andarse con “pies de plomo”.
· Si me hubieran hecho objeto sería objetivo, pero me hicieron sujeto.
· El valor espera; el miedo va a buscar.
· La sensualidad sin amor es pecado; el amor sin sensualidad es peor que pecado.
· La inteligencia es el “precipitado” de la pasión.
· Sólo los verdaderamente apasionados pueden ser verdaderamente fríos.
· No hay inteligencia sin instinto, ni instinto sin inteligencia: la inteligencia es un instinto iluminado. El instinto, una inteligencia ciega.

 


En 1923 estrena su obra teatral “Gatomaquia”. En 1925 aparece “Tres escenas en ángulo recto” y en 1927 “Enemigo que huye”; ambas obras son diálogos dramáticos calificados por él mismo como teatro aforístico para leer. Es un tipo de teatro tan vanguardista que es, prácticamente, irrepresentable.

En 1928 se casa con Rosario Arniches, hija del popular autor teatral. Su producción literaria no cesa y en 1930 publica “El arte de birlibirloque”, “La cabeza a pájaros” (1933), “Mangas y capirotes”, que trata sobre el teatro barroco español (1933). En este mismo año funda la revista “Cruz y Raya”, que no tardó en revelarse como la publicación más original del periodo republicano. Revista del más y del menos o de afirmación y negación que dirigió hasta su desaparición en junio de 1936. Esta revista entra dentro de la órbita del intelectualismo católico, un catolicismo renovador y progresista próximo, de alguna manera, al republicanismo de izquierdas del francés Maritain.

 

Republicano convencido, se manifestará a favor de la República tras su proclamación el 14 de abril de 1931. El 27 de mayo de ese mismo año es nombrado Inspector General de Seguros y Ahorros y Director General de Acción Social. Con motivo de este nombramiento, otro literato poco común como Ernesto Giménez Caballero, próximo en aquellas fechas al ideario fascista, publica un artículo en su revista, “La Gaceta Literaria”, criticando su decisión.

En 1934 publica “La estatua de don Tancredo” al tiempo que sigue colaborando en distintas publicaciones. El clima enrarecido de la política española acentúa su ideología política y tras iniciarse la guerra civil en julio de 1936 escribe en las revistas “El Mono Azul”, “Hora de España” y “Cuadernos de Madrid”. Preside la Alianza de Intelectuales Antifascistas cuya junta directiva estaba compuesta, entre otros, por Thomas Mann, André Gide, Forster, Aldous Huxley, Selma Lagerloff, Máximo Gorki, Valle-Inclán y Ricardo Baeza. En 1937 es nombrado agregado cultural en la embajada española de París con el fin de recabar apoyos morales y financieros para la República.

 

Tras la derrota de la República en 1939 marcha al exilio, primero a México y luego a Venezuela, Uruguay y Francia. En México fundó la revista “España peregrina” y la editorial Séneca donde publicó obras como “Poeta en Nueva York” de García Lorca o las obras completas de Antonio Machado.

Durante este primer exilio (1939-1958) sigue publicando libros: “El pozo de las angustias” (1941), “Detrás de la Cruz” (1941), “Peregrino español en América” (1943), “La voz apagada” (1943). En 1946 se traslada a Venezuela y dos años más tarde se traslada a Uruguay, donde imparte clases de Literatura en la Universidad de Montevideo. Sigue publicando obras: “Melisina y el espejo” (1952), “Fronteras infernales de la poesía” (1954) y “Medea, la encantadora” (1954).

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En 1958 se le permite volver a España donde permanecerá hasta 1963. Durante este periodo publica “Don Juan y Segismundo” (1959), “Al volver” (1962), “Rimas y sonetos rezagados” (1962) y “Duendecitos y coplas” (1963).

Su apoyo a la huelga de los mineros en Asturias en 1963 le valió de nuevo una segunda expulsión; un segundo exilio que se prolongó hasta 1970. Durante este período fija su residencia en Montevideo y París.

Tras su regreso a España reside en Madrid y colabora en publicaciones como “Sábado Gráfico”. Tras la muerte de Franco y la llegada de la democracia vuelve a participar en política, y en 1979 es candidato al Senado por Madrid por la coalición de Izquierda Republicana. Denostaba el consenso de la transición, apostaba por la ruptura como queda evidenciado en su manifiesto “Error monarquía”, donde consideraba que una segunda restauración volvería a traer a los españoles los mismos males que la primera.

 

Tras su segundo exilio su producción literaria no cesa y publica varias obras: “De una España peregrina” (1972), “Beltenebros y otros ensayos de literatura española” (1973), “La claridad desierta” (1973), “La risa en los huesos” (1973), “La importancia del demonio y otras cosas sin importancia” (1974), “El clavo ardiendo” (1974), “Del otoño y los mirlos” (1975), “Apartada orilla” (1976), “El pensamiento perdido” (1977), “Velado desvelo” (1978), “Por debajo del sueño” (1979), “Poesías casi completas” (1980), “La música callada del toreo” (1981) y “Al fin y al cabo” (1981).

La radicalización de su ideario político durante la transición provocó su expulsión de diversos periódicos. Al final de su vida, en 1982, se traslada a San Sebastián; en Euskadi colabora en la revista “Punto y Hora” y en el periódico “Egin”, “cansado” de ser español y situándose políticamente a la izquierda abertzale. Fallece en Hondarribia en agosto de 1983.

 

RELACIÓN CON MIGUEL HERNÁNDEZ

La relación entre Miguel Hernández y Bergamín se remonta a principios de los años treinta y vino propiciada por Ramón Sijé, que presentó a ambos. Hasta 1932 Sijé recibió la influencia del catolicismo filofascista de Ernesto Giménez Caballero a través de “La Gaceta Literaria”; posteriormente a esta fecha se dejó influenciar por el catolicismo renovador de la revista “Cruz y Raya” que dirigía Bergamín. Con el tiempo surgirán las discrepancias entre ambos y Sijé fundará en 1934 la revista “El Gallo Crisis”, calificada por él mismo como catolicismo positivo.

Existe una correspondencia entre Bergamín y Hernández, formada por cuatro cartas datadas entre junio de 1934 y enero de 1935, que nos revela la relación de amistad entre ambos escritores. Todas estas cartas son remitidas por M. Hernández desde Orihuela. En la primera de ellas, fechada en Orihuela en junio de 1934, Hernández le manda su auto sacramental “Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras”, que será publicado en “Cruz y Raya” entre julio y septiembre de 1934. En relación con la publicación de esta obra de M. Hernández, se conserva una entrevista concedida por Bergamín a Marie Chevallier en diciembre de 1969 en la que afirmaba que:

“El catolicismo de Ramón Sijé, influenciado por Giménez Caballero, sufría inclinaciones filofascistas que llegaron hasta transparentarse en los escritos de Miguel Hernández. Fue una breve muy inauténtica en él. Cuando me presentó en 1934 el auto sacramental “Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras” tuve que ser yo el “censurable censor” y hacerle quitar algunas tiradas por fascistas. Fue poco lo que tuvimos que suprimir, algunas tiradas, unos versos. Miguel lo aceptó sin dificultades”.
Posteriormente se publicará una tirada de 250 ejemplares por la que M. Hernández cobrará 200 ptas.

En la segunda misiva, datada en octubre de 1934, le comunica que “... Desde ayer lunes tengo la triste categoría de obrero parado (...) le escribo otra vez para ver si es posible hacer algo para sacarme de la situación en que me hallo...”. En la tercera carta, también de octubre de 1934, le anuncia su intención de enviarle un ejemplar de “El Gallo Crisis” y la obra teatral “El torero más valiente”, inspirada en la muerte del torero Ignacio Sánchez Mejías, torero de la intelectualidad madrileña. Federico García Lorca también compuso su elegía “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”. También le hace saber el disgusto de Sijé por las críticas de Bergamín hacia la línea editorial de esta revista. La carta de enero de 1935 es la más larga y, quizás, la más sincera; en ella se disculpa por si ha sido impertinente de algún modo. También le manifiesta que comprende su posición con respecto a la revista de Sijé “... catolicismo exacerbado, intransigente, resultante de la soledad y el carácter soberbio e impetuoso de Sijé, que la escribe. Yo no le diré nunca nada porque se irritaría”. Finalmente le pregunta si puede mandarle algunos versos que le alivien “...un poco la pobreza y el paro”, ya que, “... mi ambición única es ganar un poco para tener un cachico de campo que cultivar y un mendrugo diario que comer en compaña (...) Me colocaría en Madrid el tiempo justo para hacer una cantidad pequeña y venirme a comprar un sitio que tiene escogido mi contemplación por estas tierras únicas” (...).