Un grupo de catorce reclusos del Centro Penitenciario de Murcia, acompañado por dos educadores, ha visitado la Casa Museo Miguel Hernández y el Centro de Estudios Hernandianos para descubrir las raíces de un hombre que, como ellos, conoció una de las mayores tragedias que pueden ocurrir en la vida de un ser humano: la privación de libertad. Los presos, con edades comprendidas entre 30 y 50 años, realizan salidas controladas de la prisión dentro de su programa de reinserción. En Orihuela, señalaron que, como hombre, Miguel Hernández fue “comprometido con su época, de su figura emana una profunda ética y filosofía”. Asimismo, destacaron que se mantuvo “fiel a unos pensamientos y unas ideas que defendió hasta la muerte”. El grupo agradeció la dedicación del personal de la Fundación, que les atendió y las ilustrativas explicaciones que les permitieron configurarse una idea global de la trayectoria artística y vital del poeta oriolano. En especial, siguieron con asombro la parte de la exposición permanente dedicada al peregrinaje carcelario de Miguel Hernández, desde que las autoridades portuguesas lo entregaron en Rosal de la Frontera (Huelva) hasta su muerte en el Reformatorio de Adultos de Alicante. La frase de uno de los expedicionarios resume de manera contundente el deseo de las catorce personas encarceladas que luchan por alcanzar la oportunidad de una nueva vida en libertad, una vez cumplida su deuda con la Justicia. “Espero que no me pase como a Miguel Hernández, que murió en la cárcel, y pueda volver a disfrutar de la libertad con mi familia y mis amigos”, susurró ante dos compañeros uno de los reclusos. Sesenta y un años después de su muerte, Miguel Hernández continúa siendo una referencia para personas y colectivos que, con un esfuerzo diario, tratan de superar obstáculos y demostrar que se puede ser mejor si la sociedad concede una segunda oportunidad.