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Premios Literarios Miguel Hernández 2024 Exposición Bibliográfica Miguel Hernández Genealogía de Ramón Sijé

Manuel Muñoz Hidalgo nace en 1939 en la localidad murciana de Alcantarilla, aunque es oriolano por su familia. Educado en Orihuela, es ya a la temprana edad de 10 años cuando siente la fuerza de la poesía y del teatro. Él se encontraba viendo en el Colegio de San Miguel de Orihuela el auto sacramental de La Hidalga del Valle, que estaba en verso y que a pesar del barroquismo de sus personajes le conmueve de una manera profunda. Esa fuerza de atracción que tuvieron para él a tan temprana edad el teatro y el verso, se escindirá más tarde, pudiéndonos encontrar a dos Muñoz Hidalgo, el poeta y el dramaturgo.

Como poeta, resulta menos conocido, aunque sin incurrir en demérito alguno, pues su fama como dramaturgo, además muy prolífico, anula a las otras facetas de su personalidad.

Manuel Muñoz Hidalgo, empieza a publicar sus poemas en torno a la década de los años 60, en plena juventud. Todos los libros de esta primera época, de juventud, se van a publicar en Murcia, pudiéndose observar en ellos tras una primera lectura una personalidad muy definida, pero también que se han realizado con un distinto grado de implicación o de ambición y tocando también distintos temas. Así, Cosas de la tierra (1969) y Navidad (1970), se vinculan a espacios y tiempos determinados y presentan un tema objetivo. Yo mismo (1971), introduce por el contrario un cambio al hacerse más personalista, algo que se va acentuando en los posteriores, y que además ya son editados fuera de la Región de Murcia, son editados en Barcelona y Carboneras de Cuenca. Estos libros son Ejes de mi vida (1971), Pueblo y escarnio (1973) y Semillas (1973)

En esta época, su poesía es, a juicio de muchos críticos de una expresión muy directa y auténtica, conseguida mediante la eliminación de cualquier gala y ropaje formal, y por supuesto, mediante la eliminación total también de las expresiones plenas de retoricismo y significado alambicado. Esta fase presenta su momento culminante con El jaral y la piedra (1977), etiquetado como poesía conceptual.

La madurez poética le llega a Manuel Muñoz sin embargo dos años después, en 1979, momento en el cual se publica El pan de la memoria. Esta obra, muy actual todavía, nos presenta a un Muñoz Hidalgo muy valiente, que presenta inquietudes que aún, a día de hoy, se presentan en todo el panorama poético, como pueden ser la ciudad, la civilización, la tecnología..., y donde muestra también un cierto rechazo hacia todo aquello en lo cual se va convirtiendo este mundo, su mundo, que a veces rechaza por un idílico campo para el cual no tiene sino palabras elogiosas. También aparece el tema temporal y que él expresa como nostalgia de un pasado, de un pasado ya vivido, con sus cosas grandes y pequeñas, con sus recuerdos buenos y malos, sin discriminar nada.

En 1986 aparece su libro Frutos de la presencia, que no hace sino continuar ese tema que aparecía inserto en el pan de la memoria, el temporal. Aquí, auxiliado por la desnudez expresiva, introduce no obstante reflexiones sobre las personas, sobre la tierra, revive incluso la infancia y la juventud y cierra todo abandonando el tono elegíaco que parecía ir invadiendo el libro para crear un poema final apasionado y pleno de las cualidades humanas que fluyen de la personalidad de Manuel Muñoz Hidalgo.

Hoy, a pesar de que es más conocido por su faceta de dramaturgo, Muñoz Hidalgo sigue estando en contacto con el mundo de la lírica, de la poesía. De hecho, es además de fundador, director de las colecciones Instituciones Culturales VOX y Taller de Poesía VOX y se le puede ver asistiendo como jurado a distintos premios poéticos, como ha sido el caso del Premio Nacional de Poesía que concede anualmente la Fundación Cultural Miguel Hernández, aunque hay que recordar que sigue utilizando el verso en sus obras teatrales.

La relación de Manuel Muñoz Hidalgo con el teatro es intensa y queda ya bastante lejana en el tiempo si queremos remontarnos a sus inicios. Con 19 años, escribe El herrero de Betsaida (1958), un drama breve que es estrenado por Televisión Española en 1970, dotándola de un gran reparto, y que será publicada en 1974. Esta obra desarrolla una historia de amor entre Prea, una mujer con un pasado oscuro y Mauro, que había formado parte del grupo de soldados que crucificaron a Jesucristo y que se había dado cuenta, tras los prodigios observados a la muerte de Jesús, de su condición divina.

El siguiente título a comentar dentro de la extensa lista de títulos surgidos de la pluma de Manuel Muñoz Hidalgo, es El tapiz. Esta obrita fue dirigida por César Oliva en 1971 para el recién creado Café-Teatro Habana. Consistía ésta en siete escenas, muy breves en las que se desarrolla un enredo amoroso protagonizado por dos parejas, padre-hijo y madre-hija.

A esta le seguirá en 1974 La farsa de Gabriel, pieza corta que permite, sin embargo,    son los temas que Muñoz Hidalgo considera capitales y que aparecen también en muchas otras de sus obras: la preocupación por el hombre y el significado de la vida, la crítica de lo que de falso hay en nuestra sociedad, la defensa de los marginados, el paso del tiempo y sus efectos, muchas veces destructores, la defensa de la verdad, que alguna vez llega a lo sentimental, y el aprecio de los valores religiosos.

Con La farsa de Gabriel, se inicia el volumen Pictodramas con artículo (1976), que recoge distintas piezas breves de Muñoz Hidalgo, como la citada La farsa de Gabriel, El préstamo, Un día cualquiera y Sicutry (Amarga hierba). Todas se escribieron en torno a la misma época, la década de los años 70, por lo cual, dado el parecido en su temática y construcción, es normal que apareciesen publicadas todas juntas.

Corta también, aunque con mayor repercusión, es el juguete cómico titulado El velatorio de Rosendo. El humor se ha conseguido al contraponer los verdaderos sentimientos y la emoción fingida de la viuda durante el velatorio de su marido. Fue estrenado en Madrid en 1975.    

En cuanto a su producción verdaderamente dramática, se inicia con la obra La escarcha, que se estrenó en Radio Nacional de España en 1973. La historia, muy trágica, concluye con la muerte de Miguel, el amigo de La escarcha, que representa la pureza y la verdad, dos de las cosas que él más deseaba. También podemos destacar Cuadrícula (1974), un drama breve que tiene por lugar para desarrollarse un barrio antiguo de una ciudad que tiene puerto de mar y finalmente la más conocida Ingenio contra usura (1976), que sería representada por el T.E.I. en el Teatro María Guerrero de Madrid.

Su obra dramática culminante y que le ha reportado más fama es quizá El tornillo, que quizá sea también su obra más ambiciosa y de la que más adelante hablaremos. Escrita en el año 1972, cuando se cumplía el trigésimo aniversario de la muerte del poeta Miguel Hernández.

En cuanto a sus obras más recientes, se puede destacar Cantares del saber y la renuncia (1987). De tema inicialmente histórico-sacro, se sitúa en el siglo IX y no es sino una obra cómica a modo de las farsas tradicionales del medioevo que reproduce la historia de los santos Cirilo y Metodio a modo también de cronicón, mezclando así elementos de una y otra. La mujer de piedra, es otro título reciente. Escrita en 1985, relata un suceso que ocurrió unos años antes en los conocidos carnavales del Cabezo de Torres (Murcia), cuando un joven prendió fuego al disfraz de un conocido homosexual. Continuando con su tendencia de recuerdo de tipos populares, de viajar al pasado y reconstruir ambientes y situaciones, encontramos otras dos novedades: Bien de almas, amor prohibido (1987) y La papelera (1988).

En la primera, encontramos un drama desarrollado en el marco de cualquier ciudad de provincias española que tenga su cielo tachonado de campanarios y torres de iglesias, conventos, monasterios y demás edificios religiosos, incluidos los colegios y que además, sea sede episcopal. Con todas estas señas de identidad, no es de extrañar que se pretenda dibujar así algo que el autor conoce de una manera perfecta: Orihuela, en la cual ha vivido muchos años y en la que tiene todavía familia, aunque ambienta su obra en la primera década del pasado siglo XX.

En la segunda, encontramos reflejada la personalidad de una conocida mendiga murciana, volviendo así a otra característica de Muñoz: el interés por los personajes menos favorecidos por la fortuna.

Dentro de su faceta como autor teatral, hay una que todavía no hemos citado, pese a ser muy importante. Muñoz Hidalgo ha ejercido la docencia durante más de treinta años, razón por la cual ha estado muy próximo a jóvenes y a niños. Para ellos, y como buen docente, ha realizado también teatro, intentando educarles teatralmente en principio, pero también en algunos aspectos que se observan en el teatro en general: respeto, justicia, amor...

Entre estas obras de inclinación juvenil, podemos citar Momos en la Nochebuena (1984), la trilogía que integran Cantigas al Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo (1984), estrenada en la Iglesia de Santa Cruz de Madrid; Cantigas a la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, estrenada en la Real Basílica de San Francisco el Grande de Madrid y El camino y la fuente.

De tema infantil pero profano, tiene Las cosas de Marianica, aunque también ha intentado combinar otras veces lo formativo con lo religioso. El resultado ¡A Belén, Belén!, estrenada en 1988 por la escolanía del Monasterio de San Lorenzo del Escorial.

Estos temas han continuado, de hecho, siendo parte de sus desvelos, y han tomado forma. Son el libro El salto de la gallina, que muestra la historia y el teatro a los jóvenes. Pertenece a la colección Galería del Unicornio, donde hay otras obras para jóvenes y niños de Manuel Muñoz y que se dedica principalmente al teatro. Muñoz Hidalgo ha preparado también otros títulos más específicos para trabajar el teatro, como son El teatro en la escuela (1994) y El teatro: programación y ejercicios (1998).

Manuel Muñoz Hidalgo ha sido además un autor muy preocupado por la documentación para escribir sus obras, algo que sin embargo no ha hecho que se acercase en demasía al campo de la prosa. Muñoz Hidalgo ha confesado siempre que no se encuentra a gusto con la narrativa porque ha perdido por un lado la espontaneidad que tiene la poesía, que es el corazón, lo que uno siente. Por otro lado, está la curiosidad innata a todo humano y esa curiosidad para meterse dentro de un personaje que hace o debe hacer cosas reales sólo se ve en el teatro. Por esas deficiencias de la narrativa, tan sólo se ha atrevido a realizar ensayos biográficos, uno de cuyos últimos ejemplos es el titulado Recuerdos y semblanzas, todavía en preparación, y que recoge las experiencias y los encuentros vividos con artistas y escritores, como Vicente Aleixandre, José María Pemán, Luis Rosales, Antonio Buero Vallejo, Camilo José Cela, José Hierro, Rafael Alberti, Gabriel Celaya y Ernestina de Champourcin entre otros.

De todas formas, mezclando lo obtenido tras una exhaustiva documentación y esa facilidad innata para crear un texto teatral, muchas veces en verso porque como él mismo dice así se le da mayor agilidad y soltura al diálogo, Muñoz Hidalgo se ha acercado también al teatro histórico, primordialmente al Siglo de Oro, con obras como El temblor de la llama, que relata la relación entre la Princesa de Éboli, Felipe II y Antonio Pérez; o La palabra y el muro sobre Francisco de Quevedo. Otras como Espinetas para una historia juglar, se retrotraen a la época de Tomás Moro o bien describen situaciones de los XVIII y XIX, caso de La pasión y la gloria, sobre Francisco Salzillo y El día y la bruma con Gustavo Adolfo Bécquer.

Miguel Hernández
Mención aparte, como dijimos líneas atrás merece la forma en la que Muñoz Hidalgo ha enfrentado el desafío de desmitificar la figura de Miguel Hernández, personaje al que no llegó a conocer personalmente (su padre si llegaría a conocer al poeta) pero en el que sí llegó a profundizar bastante en su momento, gracias al conocimiento que tenía de Orihuela, de muchos de los  amiliares del poeta y de muchos actores de la tragedia que supone la detención y muerte de Miguel Hernández.   

No podemos olvidar que su familia es oriolana, cursó algunos de sus estudios en la localidad alicantina de Orihuela y ha tenido la oportunidad de acercarse a algunas fuentes digamos distintas o por lo menos algo menos explotadas hasta ese momento.

Para efectuar esa desmitificación, él esgrimió dos armas principales: una obra de teatro, titulada El tornillo (1976) y sobre la que antes pasábamos rápidamente y un ensayo titulado Cómo fue Miguel Hernández (1975).

La obra teatral la escribió Muñoz Hidalgo en el trigésimo aniversario del fallecimiento de Miguel Hernández, pretendiendo ser un homenaje a la memoria de Miguel Hernández, pero también a la de todos los escritores de su generación que sufrieron prisión tras la guerra civil. La acción de la obra transcurre en el interior de una prisión, en la que al iniciarse la acción, se oyen primero las sirenas, con los focos oscilando de un lado a otro sobre el público, luego suenan disparos, se apagan las luces y la acción se retoma a la mañana del día siguiente con los presos formados en el patio. Por encima de toda la acción hay un tornillo gigante que desciende sobre los personajes mientras avance la acción escénica, escuchándose además el roce de éste con la tuerca. Durante toda la acción, el tornillo seguirá bajando, hasta llegar al final de la obra al nivel de los presos, que se sitúan en posturas similares a las del desfallecimiento. El protagonista de la acción, sobre todo en su desgarradora parte final, es Rubén, un poeta que muere dentro de la prisión y que no es más que un trasunto de Miguel Hernández. La obra se muestra así como una escenificación dramática de lo que fueron los últimos meses de vida del poeta oriolano en el Reformatorio de Adultos de Alicante. El autor representa con bastante realismo todo, los síntomas de la enfermedad que se llevaría a Miguel a la fría tumba, el desfile final rindiéndole honores en el patio de la prisión... Rubén se transforma así en un recurso para superar los problemas de censura, y que obligan a indefinir uniformes, cárcel y país. La obra en su momento representó un gran éxito de público con un gran número de representaciones, encontrándose a día de hoy por el contrario agotada la primera y única edición que de que de ella se ha hecho.