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Premios Literarios Miguel Hernández 2024 Exposición Bibliográfica Miguel Hernández Genealogía de Ramón Sijé

Coetáneos de Miguel Hernández

Vicente Aleixandre Merlo

 

 

Vicente Aleixandre Merlo nace en Sevilla el 26 de abril de 1898, siendo nieto de militares por parte materna y de comerciantes por parte paterna, heredando la luz del Mediterráneo, del Levante y la gracia de Andalucía.
 
A los dos años de edad, su familia se establece en Málaga por traslado del puesto de trabajo de su padre, ingeniero de ferrocarriles.
 
Vicente, era el segundo de cinco hermanos, tres chicas y dos chicos. De estos fallecerán dos chicas y un chico.
 
Entre 1905 y 1909 se inicia su andadura escolar, teniendo como compañero a Emilio Prados, al que él recordaba como un muchachito alegre y bullicioso que recogía todos los días de camino a la escuela.
 
En 1909 su padre enferma y se trasladan a Madrid, instalándose en el Barrio de Salamanca, zona de la alta burguesía de Madrid. Ingresa entonces en el Colegio Teresiano, en el cual cursa también el bachiller.
 
Cinco años después, en 1914, ingresa en la Facultad de Derecho y empieza también la denominada entonces Carrera de Comercio, y ello a pesar de que los números no le atraen. Se inicia también en la lectura, aunque con lecturas de tipo histórico y protagonizando verdaderos "encierros" en la biblioteca que le alejan con frecuencia de las clases.
 
Por estas fechas "tropieza" con Miguel de Unamuno, con Azorín, empieza a leer a Baroja y su trilogía de La lucha por la vida...
 
Pero en 1917, cuando su familia tiene la dicha de verle ya como profesor mercantil y casi licenciado en Derecho, es llamado a filas. Ante lo delicado de la situación, y para evitarle problemas, su familia hará gestiones para que se incorpore al Regimiento de Ferrocarriles.
 
Este año es también de gran significación por ser el año en el cual traba amistad con Dámaso Alonso en Las Navas del Marqués (Ávila) lugar en el que ambos veraneaban, compartiendo y comentando pronto sus lecturas. En 1918, continuando con su particular evolución cíclica, lee a Baudelaire, sintiendo que le gusta la poesía, reafirmándose ese gusto cuando a escondidas lee las poesías que llevaba siempre consigo una profesora particular de su hermana.
 
Por fin, en 1919 Vicente Aleixandre obtiene la licenciatura en Derecho, iniciando en 1920 el doctorado, pero sin llegar a terminarlo al no presentar tesis alguna. En cambio, ese año presenta la Memoria para Intendente Mercantil que se titulaba Régimen de los puertos francos, que obtiene la calificación de sobresaliente y finalmente se lanza a la aventura de escribir versos, algo que en principio sólo Dámaso Alonso conocerá. Parte de estos versos aparecieron en 1919 en la revista Grecia bajo el seudónimo de Alejandro García de Pruneda.
 
Aleixandre es nombrado profesor ayudante de la Cátedra de Legislación Mercantil en la Escuela de Comercio, aunque pasará poco después (1921) a trabajar en los Ferrocarriles Andaluces, donde su padre le había gestionado un puesto. Es también en estos momentos cuando contacta con la Residencia de Estudiantes, de tanta importancia para la cultura de la época, que le ofrece impartir un cursillo sobre el "Lenguaje de la técnica comercial" en los Cursos de Verano para Extranjeros.
 
En 1922 conoce a Rafael Alberti, que le es presentado por la mediación de otro gran amigo y también poeta, Juan Chabás, pasando poco después, con 25 años recién cumplidos, a los Ferrocarriles del Norte.
 
Será en agosto de 1926 cuando por fin se publiquen en Revista de Occidente sus primeros versos, pero también cuando se le diagnostique una nefritis de tipo tuberculoso. Semejante mazazo desmonta las brillantes expectativas de futuro que Vicente tenía y hace que se le traslade primero a la sierra y luego a Aravaca, lugar en el que terminará Ámbito, que será publicado por Litoral en Málaga y que es la obra que le "instala" firmemente en la nómina de la Generación del 27. En este libro, Aleixandre va a mostrar sobre todo interés por la naturaleza, ofreciendo además el conocimiento que favorece la pasión. Se inicia entonces la construcción de la que luego sería su emblemática residencia, la casa de la calle Velintonia, próxima a lo que más tarde constituiría la Ciudad Universitaria de Madrid. En esta emblemática residencia, verdadero refugio de muchos, transcurriría gran parte de su vida y siempre de una manera muy ordenada: trabajaba por las mañanas, contestando la correspondencia y siempre acostado. Por las tardes, hacía algunas horas de reposo y a partir de las seis recibía a sus amigos, siempre recostado. Bastante aprensivo, algunos llegarían a llamarle el enfermo imaginario. Además, nunca mezclaba los grupos de visita: más conocidos o menos conocidos, y exigía puntualidad. Era entonces el momento de escuchar las obras de los demás, de aconsejar sobre la conveniencia de cambiar tal adjetivo, o mejorar tal verso..., pero siempre dejando hablar y potenciando iniciativas.
 
En el año 1927, conoce a Juan Ramón Jiménez, al que considerará siempre como maestro pero con el que nunca llegó a tener un verdadero vínculo de amistad, y a Federico García Lorca, con el cual sí le unió una profunda amistad y al que dedicó unas emotivas páginas tras su asesinato. También es en estos momentos cuando se prepara una nueva evolución en su poética, puesto que conoce las obras de Sigmund Freud y de Joyce, que empieza a leer y empiezan a influir en su obra.
 
En 1932 se edita su libro Espadas como labios, que anticipa ya su adhesión al surrealismo. También ese año su estado de salud empeora, siendo necesario que se le extirpe un riñón. Es un preámbulo doloroso para dos importantes acontecimientos de su vida. El primero, es el de la concesión del Premio Nacional de Literatura en 1933 por La destrucción o el amor y el segundo, el fallecimiento de su madre en 1934.
 
Un año después aparece Pasión de la tierra (1935), surrealista, en el cual el poeta parece como si transmitiera los mensajes del cosmos. En este año conoce a Pablo Neruda, que, impresionado por su obra, le insta a colaborar en el número uno de su revista Caballo Verde para la Poesía.
 
Llega la guerra civil y una de las primeras cosas que escribe Aleixandre es la "Semblanza de Federico García Lorca", publicada en Hora de España y en La Voz. Pero Aleixandre también colaboró con otros textos para reforzar el ánimo republicano, siendo incluidos en el Romancero General de la Guerra Civil (noviembre de 1936) y en la recopilación de Emilio Prados para el II Congreso Internacional de Escritores celebrado en Madrid, Valencia y Barcelona (1937).
 
En la primavera de ese mismo año, Vicente tenía compaginado Mundo a solas, que en principio se iba a llamar Destino del hombre, pero la contienda iba a retrasar su aparición hasta el año 1950 (15 de marzo), siendo así como un homenaje a su ingreso en la Academia de la Lengua .Libro pesimista, parece como si el hombre no existiese más que como residuo.
 
Durante la guerra, por un lado, ocurre que se produce una crisis en su enfermedad, trasladándose a Miraflores, donde recibe abundantes visitas de sus amistades, entre las que destaca, como más adelante relataremos, Miguel Hernández. Fue tanto lo que hizo por él en esta época, que años después le dedicaría una "Elegía" en los Cuadernos de las Horas Situadas (1948), de José Manuel Blecua. Éste, era por aquel entonces catedrático de Instituto en Zaragoza, y junto a su esposa editaron esa colección de cuadernos de poesía mandando los originales al patriarca de una conocida librería de Zaragoza. Sólo se tiraron cuarenta ejemplares de cada número, pues este era el número de suscriptores, editándose tan solo tres números, los dedicados a Vicente Aleixandre, Gerardo Diego e Ildefonso Manuel Gil. En el caso de Aleixandre, hay que recordar que se trasladó a Zaragoza a supervisar la impresión y a firmar uno a uno cada ejemplar. El no realizarse más números, entre otras causas, fue por el traslado de Blecua a la Universidad de Barcelona.
 
Tras el fin de la guerra vendrá por desgracia la dispersión del llamado grupo del 27, aunque Vicente Aleixandre será de los pocos que no emprendan el largo y duro camino del exilio. De hecho, empieza otra vez a escribir, aunque en 1940 interrumpe esta actividad por el fallecimiento de su padre. La actitud de Aleixandre para con el régimen de Franco fue de no claudicar, por lo que le rodearon de silencio y no aparecería en la publicaciones oficiales hasta 1944. Ese periodo fue lo que algunos llaman "exilio interior", período en el cual se mantuvo también alejada su obra de todo contacto político.
 
Tras los mencionados años de inactividad, llega la publicación de Sombra del paraíso (1945), al que seguirá Historia del corazón (1954) y En un vasto dominio (1962) en cuanto a poesía y Los encuentros (1958), semblanzas de poetas españoles en prosa.
 
En estos años, los jóvenes poetas le "descubren" y visitan: Bousoño, Otero, Hierro..., junto a otros autores de más renombre que también le arropan y confortan en su eterna convalecencia: Carmen Conde, Concha Zardoya, Gabriel Celaya, Ramón de Garciasol o Leopoldo de Luis. La poesía aleixandrina empieza a resultar así conocida. Aparecen sus poemas en Entregas de poesía, Espadaña y otras revistas, viéndose su poesía desde esta última como el inicio de la rehumanización que inspirará a la poesía española.
 
Fruto de todo este "redescubrimiento" es también el que todas las revistas de poesía que iniciaban su andadura se dirigiesen a él para pedir ayuda y consejo a Aleixandre, que se multiplica contestando a todos y a todas.
En 1949, la Academia Española de la Lengua, le elige como individuo de número, ingresando en 1950, el 22 de enero más concretamente, con el discurso Vida del poeta: el amor y la poesía, contestado por su viejo amigo Dámaso Alonso.
 
Es importante también, aunque lo relataremos con más detalle el importante papel que tuvo en la aparición de la Obra escogida de Miguel Hernández (1952), compuesto con la ordenación de originales y borradores del poeta organizados por Aleixandre. En este volumen, aparece la "Oda entre arena y piedra a Vicente Aleixandre", escrita poco antes de la guerra civil.
 
En 1965 aparece Retratos con nombre y en 1968 Poemas de la consumación, en el que enaltece a la juventud con algunas pinceladas surrealistas escribiendo en prosa Nuevos encuentros, que continúan a los anteriores, aparecidos en 1958. Prepara además una antología de su obra: Presencias (1965) y otra de Mis poemas mejores y Poesías completas (1960) y unas Obras completas (1968).
 
En 1972 aparecen Sonido de la guerra y en marzo del 1974 aparece Diálogos del conocimiento, últimos peldaños de una carrera que tuvo un colofón impresionante, la concesión del premio Nobel de Literatura el 6 de octubre de 1977. El poeta, muy deteriorado físicamente en esos momentos, tuvo que renunciar a emprender el viaje para recibir el premio y pronunciar el protocolario discurso, siendo representado por el poeta canario Justo Jorge Padrón, afincado en Suecia.
 
Aleixandre, que supuso una gran influencia en toda la poesía española posterior, fallece en Madrid el 14 de diciembre de 1984 a la edad de 86 años.
 
Aunque ha sido visto por algunos como limitado o monocorde, Aleixandre es todo lo contrario, ejerciendo un magisterio de poetas y tendencias y no el camaleonismo de muchos autores que parece como si cambian de traje cada vez que publican una obra nueva. Además, le cabe el "honor" de haber introducido en España con otros amigos el movimiento surrealista, facilitando así el enriquecimiento y renovación del idioma y de la poesía, tal y como ocurrió en su momento con Góngora, o poco antes de él con Rubén Darío, cultivando como nadie el verso libre.
 
Relación con Miguel Hernández
 
La relación con el poeta oriolano se mantuvo desde la primavera del año 1935, momento en el cual se inicia. Aleixandre lo recordaba bastante bien: es el segundo viaje de Miguel a Madrid, que se dirige por escrito, en una nota en un papel amarillento y basto, a Aleixandre para solicitarle que le envíe un ejemplar de su obra La destrucción o el amor, ya que no podía sufragar su compra, firmando como "Miguel Hernández, pastor de Orihuela" (como se ve, dos de los tópicos interesadamente extendidos por el poeta: su pobreza y pastor cabrero).
 
Hernández, es conocido ya en estos momentos por un círculo de intelectuales y escritores bastante grande. En él, figuran Rafael Alberti, Manuel Altolaguirre, María Zambrano o Concha Albornoz, que le presentó a Pablo Neruda y al cual se va a dirigir Aleixandre pidiendo "informes" de Hernández. Desde ese momento, se inicia una relación de amistad recíproca y verdadera entre ambos poetas y que va más allá de la muerte de uno de ellos como trataremos de explicar. Por lo pronto, las visitas de Hernández al domicilio de Aleixandre se hicieron normales y cada vez más frecuentes.
 
Aleixandre, desde el momento en que conoció al poeta oriolano, quedó prendado de su afabilidad en el trato y su manera sencilla de vestir y recitar, una sencillez que llevaría al extremo de desnudarse de apellidos y denominaciones demasiado ostentosas: primero, su segundo apellido, lo "simplificaría" cambiándolo por el segundo de su madre Giner por Gilabert, pero no obstante, y no contento todavía con eso, redujo su nombre más: a Miguel Hernández primero y sólo a Miguel después, algo totalmente opuesto a lo ocurrido por ejemplo con Valle-Inclán.
 
De su aspecto físico y su modo de vestir que tanto le impresionaron, se hizo eco también, dedicándole a modo de tres estampas al recuerdo del amigo sincero: "Evocación de "Miguel Hernández","Una visita", que recuerda la visita a la tumba en el cementerio de Alicante y finalmente, "Miguel Hernández, nombre y voz",que se añadiría en la última edición de los citados Encuentros.
 
A la pluma de Aleixandre se deben algunas de las más gráficas y representativas descripciones de Hernández, al que atribuye la personalización de lo natural, vistiendo de manera sencilla, sin corbata y siempre que podía en alpargatas, que simbolizaban su "limpia pobreza" y que era poseedor de una voz clara y siempre sobria a la hora de recitar, como de rumor de un arroyo y con una apariencia física robusta. De él, continúa diciendo que era confiado y nunca aguardaba daño de nadie, creía en todos los hombres y esperaba en ellos, siendo este sentimiento algo que no desapareció nunca de su corazón y que le hizo morir con los ojos abiertos. Sus ojos, puros, limpios, que aparecían siempre frescos, como su aspecto general, un aspecto fresco adquirido tras bañarse en el río todos los días, antes de visitar a Aleixandre como hacía poco antes de proclamarse la guerra.
 
Poco a poco, esas primeras y profundas impresiones, dejan paso a una relación que va fructificando y que alcanza su culmen durante la guerra. Es sabido de todos que Aleixandre pasó gran parte de su vida convaleciente de su enfermedad renal, una convalecencia que fue mucho más dura si cabe durante la guerra civil por la normal ausencia de alimentos durante un conflicto bélico primero y por la ubicación del domicilio del poeta después: Velintonia en los primeros momentos, hasta que la cercanía del frente se hizo extremadamente peligrosa y se trasladó a casa de otro familiar, al centro de Madrid, a la calle Españoleto. Pues bien, Miguel Hernández fue la persona que más mitigó esas carencias de Aleixandre, como aparece reflejado en distintos escritos. Primero, el propio Miguel consiguió un carro para poder trasladar al amigo enfermo y sus libros al domicilio de la calle Españoleto. Luego, Miguel llegó en muchos momentos a prescindir de alimentos y medicinas para enviarlos a casa de su amigo Aleixandre, al que visitaba cada vez que volvía del frente. Destacan de entre todos esos alimentos que le proporcionó, las naranjas, procedentes de Orihuela que le llegaban con frecuencia. Eran éstas verdaderos objetos de lujo en esos momentos, con el agravante de que Hernández no poseía huertos además llegaban desde Orihuela por ferrocarril casi siempre, incrementando así su valor, un valor que se acentuó desde aquellos momentos tan tempranos en los que sirvieron de obsequio para la Srta. Albornoz, la hija del entonces Ministro de Justicia de la República, que tenía lazos familiares en Orihuela.
 
Como podemos ver, todo lo dicho hasta ahora no hace sino denotar una gran riqueza y generosidad de la figura hernandiana por la de Aleixandre. Un amor que llegaría, como cosa curiosa, a imitar la letra del propio Aleixandre en algún momento, pero que también llegaría a la dedicatoria de algunas obras muy profundas pero también muy novedosas en su momento. Nos estamos refiriendo a la dedicatoria de las Odas entre Hernández, Aleixandre y Neruda, el otro gran amigo hernandiano. Hay en estas odas la idea de una relación muy estrecha, con una imperante adhesión al surrealismo por parte de Neruda y Aleixandre y que en Hernández parece actuar más que de influencia estilística, de "llave" que abre a Hernández la libertad en la poesía. Tras la muerte de Hernández, Aleixandre experimentaría algo parecido a la hora de escribir su "Elegía" como ya ha sido mencionado.
 
Esa profunda amistad llegó también a plasmarse de forma material en un obsequio, protagonizando un suceso que, aunque de manera involuntaria, podría hacer pensar que fue parte desencadenante de la mala fortuna que persiguió al oriolano y de su posterior y trágica muerte. Aleixandre, en señal de amistad, le regaló un reloj de oro a Hernández, reloj que destacaba sobremanera entre las sencillas y pobres ropas del oriolano y que llevó a la policía portuguesa a detenerle cuando intentaba entrar en dicho país al término de la guerra civil y entregarlo a las autoridades españolas. Aleixandre, tuvo pronto conocimiento del hecho, envió el justificante de pago del reloj para que fuese liberado, pero fue sólo un peldaño en su descenso a los infiernos de la enfermedad y el sufrimiento carcelario.
 
Tras la contienda, Miguel es encarcelado y Aleixandre interviene para ayudarle siempre que puede. Aleixandre menciona su fortaleza de ánimo y su buen humor (véase si no su carta de 29 de abril de 1941 desde la Cárcel de Ocaña) en la que ansiaba ver a su hijo, que será el único sentimiento que le motive y le estimule, reunirse con ese hijo que siempre aparece descrito como hermoso y bello.
 
En algunos momentos, que serán demasiados, la ayuda de Aleixandre no es suficiente y hay que implicar a distintos amigos comunes, tal y como aparecen en los distintos epistolarios. Es el caso de Víctor González Gil y Carlos Rodríguez Spiteri por un lado o de Luis Rodríguez Isern por otro. Este último y su padre, estuvieron también sufriendo prisión junto a Hernández, aunque tuvieron la suerte de ser pronto liberados. Pudieron así servir de enlace entre Aleixandre y Hernández, procurando además mejorar las duras condiciones de vida del oriolano al procurarle alimentos, lavarle la ropa o, sencillamente, hacerle llegar la correspondencia de los amigos como Aleixandre.
 
Estas relaciones epistolares, van a servir para que nos enterásemos entre otras cosas de que escribía de noche, que algunos poemas tenían relación con hechos que le acaecían en el diario y duro batallar de las cárceles, como la "Elegía a la escoba": parece ser que le sancionaron a barrer el patio porque le "notaron" algo raro al cantar los himnos, el preceptivo "Cara al sol".
 
Algunas veces, los amigos eran utilizados como correos, es el caso de Isern y Aleixandre. Hernández pedía a través del primero libros para leer en la cárcel, libros que podían servir para detectar el ánimo del grupo por un lado, pero también para manifestar el amor y admiración que sentía por Aleixandre, al que consideraban por su libro La destrucción o el amor la poesía del futuro.
 
La relación epistolar mantenida entre Aleixandre y Hernández va a servir también por un lado para mantener el ánimo por parte de Hernández, un ánimo mantenido a base de hacerle conocer cualquier noticia que mejorase la situación de su familia, tal es el caso de una pequeña pensión que será otorgada a los hermanos de Josefina Manresa, huérfanos desde los primeros días de la guerra y que vivían con esta, proporcionando así algo de respiro a tan maltrecha economía, o de dar a conocer detalles que pueden parecer triviales, pero que no lo son tanto, como es el de dar a conocer los días en los que se puede enviar comida, cuáles no, en qué "formato", qué recorrido realizan esos paquetes... (véanse las cartas de 29-04-1941 o 03-06-1941, recogidas en la Obra Completa pp.2667 y 2673).
 
Desgraciadamente, el poeta oriolano moriría en la cárcel, pero Aleixandre se erigió entonces en defensor junto a algunos hernandianos más de la memoria del poeta y de Josefina Manresa, viuda del poeta oriolano y de su hijo. Aleixandre, actuó a modo de "coordinador" humanitario, gestionando, pidiendo, tratando de mejorar la situación de ambos. Aleixandre actuó siempre pretendiendo dejar clara y limpia la memoria del oriolano, una memoria que debería perpetuarse para evitar nuevamente tamaño sufrimiento. Es por ello que participó en cualesquiera de las actividades que tuvieran a Miguel Hernández y/o su familia como centro: ayudó a Vicente Ramos y Manuel Molina a sufragar los gastos de la tumba, las famosas 2.042 de las antiguas pesetas, recogidas por suscripción entre los intelectuales y escritores del momento, y mantuvo vivo su recuerdo en sus textos y poemas, e incluso en las ediciones que de la obra de Hernández se han hecho. Aleixandre propuso en 1950, tras unas gestiones infructuosas entre editores de Argentina, al español Aguilar la publicación de las obras hernandianas. Aleixandre ya llevaba cierto tiempo preparando los textos, pues pretendía, dada la dispersión de los poemas y la gran cantidad de obra inédita que había y el gran peligro de pérdida, confeccionar un volumen que contuviese toda la obra posible de Miguel. Aleixandre se dirigió a Aguilar, cuya editorial había sido incautada por un comité durante la guerra civil tras unas líneas en las que mostraba sus condolencias a Leopoldo Calvo Sotelo por el asesinato de su hermano. La empresa le fue devuelta tras la guerra, pero estuvo siempre bajo sospecha por dar trabajo a "desafectos al Régimen" (entre ellos se encontraba el pintor Ricardo Fuentes, autor de varios impactantes retratos de Hernández en el Reformatorio de Adultos de Alicante). Una vez firmado el contrato con Aguilar, la editorial hace intermediario de Aleixandre a otro hernandiano, a Arturo del Hoyo. Se reúnen y se plantean el objetivo final del libro: publicar todo lo posible de Hernández, pero había un problema: Viento del pueblo, que podría ser censurado, pero que no se debía dejar fuera. Por ello, Aleixandre seleccionó dos poemas "El sudor" y "El niño yuntero", que pasaron la censura y da a la prensa un volumen de 550 páginas en las cuales se salvaban poemas inéditos como los del Cancionero y romancero de ausencias y se reunía bastante de lo disperso. El prólogo de dicha edición, sería obra del propio Arturo del Hoyo, cerrando aunque editorialmente abriendo, un volumen que nacía con la polémica ya en el título, pues era Obra escogida en alusión a que no estaban todas las poesías que hubiesen deseado escoger.
 
Gracias a él, su recuerdo, nos llega aún hoy con la misma frescura que Aleixandre recuerda llegaba el poeta a su casa tras bañarse, describiéndolo además con más detalle que cualquier fotografía, puesto que su descripción se hacía con los ojos del corazón, con los ojos de la amistad.